Todo lo que hay en una tostada con mermelada abandonada en el suelo

ciencia cotidiana

En el universo de la física doméstica, la ley de Murphy se erige como un principio fundamental que gobierna el inevitable encuentro de una tostada con los microorganismos

¡Eso no se come! ¿Cuánto tiempo tarda en contaminarse un alimento que cae al suelo?

Una tostada en el suelo, por supuesto, con la cara de la mermelada para abajo Adobe Stock

En el reino de las desgracias cotidianas la Ley de Murphy reina como un monarca supremo, dictando las normas del infortunio con puño de hierro. Esta ley, atribuida al ingeniero aeroespacial Edward A. Murphy (aunque en realidad pronunció una frase diferente), establece un principio fundamental ... que ha guiado a muchos hacia la resignación y la ironía: «Si algo puede salir, saldrá mal».

Imaginemos por un momento una tostada de mermelada recién hecha, crujiente y deliciosa. Pero que, por un descuido, cae al suelo y queda abandonada a su suerte. La Ley de Murphy, siempre vigilante, observa la escena con una sonrisa maliciosa. Sabe que lo que antes era símbolo de placer, se convierte en el agente de su propia destrucción.

Pero, quizás lo que no puede imaginar es que el desastre culinario se convierte en un banquete para una multitud invisible a los ojos humanos, los protagonistas de nuestra historia.

Un ecosistema en miniatura

A medida que pasan las horas, la tostada se va transformando a simple vista: se vuelve más líquida, el pan se humedece y ablanda, y pueden aparecer manchas de moho o pelos de hongos. En este proceso de descomposición los microorganismos se convierten en los protagonistas.

Y es que, al caer al suelo, la tostada con mermelada se transforma en un microcosmos rebosante de vida. Bacterias, hongos y otros diminutos habitantes se abalanzan sobre el dulce manjar, iniciando una frenética carrera por hacerse con los nutrientes.

Las primeras en llegar son las bacterias, siempre alerta ante la oportunidad de una buena comida. Las bacterias lácticas, expertas en fermentación, se ponen manos a la obra descomponiendo los azúcares de la mermelada. Otras bacterias, como las proteolíticas, se encargan de las proteínas del pan, mientras que las lipolíticas se dan un festín con las grasas. Por allí también aparecen las amoniacales, bacterias que convierten los aminoácidos en amoniaco, generando un gas con un olor inconfundible.

Los hongos: invasores silenciosos

Mientras las bacterias se reparten el botín, los hongos se preparan para el asalto. Sus filamentos microscópicos, conocidos como hifas, comienzan a invadir la tostada, formando una red invisible que se alimenta de los azúcares y las proteínas. Algunos, como los mohos, pueden incluso dar a la tostada un aspecto desagradable y una textura esponjosa.

Pero la fiesta microbiana no termina ahí. Levaduras, protozoos e incluso algunos insectos microscópicos pueden unirse al improvisado banquete, cada uno desempeñando su propio papel en la descomposición de la tostada.

Y es que, de alguna forma, la tostada nos recuerda la fragilidad de la vida y la rapidez con la que los microorganismos pueden llegar a colonizar y transformar cualquier materia orgánica. Al tiempo, este 'desastre culinario' nos enseña lo importante que es la higiene y la seguridad alimentaria.

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