Matemáticos a pecho descubierto: traiciones y duelos públicos para resolver las ecuaciones de tercer grado
Grandes rivalidades de la ciencia
Tartaglia y Cardano protagonizaron una de las grandes batallas matemáticas del Renacimiento
La batalla del infinito que acabó con un genio matemático en el sanatorio
Retratos de Tartaglio y Cardano
El Renacimiento fue una época de luces y sombras, de descubrimientos y rivalidades, donde el saber era tan codiciado como el oro, y la fama podía ser tan efímera como un suspiro. En ese vibrante escenario las matemáticas no eran sólo números y fórmulas, sino ... un campo de batalla donde los egos chocaban y los secretos valían más que la vida misma.
Entre los muchos duelos intelectuales que animaron el siglo XVI, pocos fueron tan intensos y dramáticos como el protagonizado por Niccolò Tartaglia y Gerolamo Cardano. Su disputa, nacida de la búsqueda de una solución para la ecuación cúbica, se convirtió en una trama digna de novela, repleta de promesas rotas, traiciones y desafíos públicos.
Los protagonistas: Niccoló y Gerolamo
Niccolò Fontana, conocido como Tartaglia -el Tartamudo-, nació en Brescia en 1499. Su apodo no era casual: durante el saqueo de su ciudad natal, una herida de espada le dejó secuelas en el habla. Pero Tartaglia no era de los que se rinden. De origen humilde, autodidacta, y dotado de una inteligencia feroz, Tartaglia se ganó la vida como maestro y resolviendo problemas matemáticos por encargo. Su pasión era la aritmética, la geometría y, sobre todo, los desafíos imposibles.
Gerolamo Cardano, nacido en Pavía en 1501, era todo lo contrario. Médico famoso, astrólogo, jugador empedernido y escritor prolífico. Cardano era un hombre de mundo, su ambición era tan grande como su talento, y su curiosidad lo llevaba a explorar desde los secretos del azar hasta los misterios de los números complejos. Si Tartaglia era un guerrero solitario, Cardano era un cortesano dispuesto a todo por la gloria.
El problema maldito
Durante siglos, la ecuación cúbica (resolver ecuaciones de la forma x³ + ax² + bx + c = 0) fue un misterio irresoluble. Los matemáticos árabes y europeos habían dominado la cuadrática, pero la cúbica se resistía. Resolverla era algo así como el Santo Grial de la época.
Antes de Cardano, Tartaglia tuvo que enfrentarse a otro rival: Antonio Maria Fiore, discípulo de Scipione del Ferro, quien había descubierto una fórmula para un tipo particular de cúbica, pero la mantenía en secreto. En 1535, Fiore retó a Tartaglia a un duelo público de problemas. Tartaglia, tras noches sin dormir y litros de tinta, logró encontrar una solución general. El duelo fue un espectáculo: Tartaglia resolvió todos los problemas de Fiore y se llevó la gloria.
Cardano, al enterarse de la hazaña de Tartaglia, vio la oportunidad de oro para su propio ascenso. Insistente, le pidió a Tartaglia que le revelara su método, prometiendo solemnemente no publicarlo jamás. Tartaglia, tras mucha presión, cedió y le confió el secreto en forma de un poema críptico, como si fuera un hechizo. Pero Cardano no era hombre de promesas eternas. Investigando por su cuenta, descubrió que Scipione del Ferro había resuelto la cúbica antes que Tartaglia. Considerando que el secreto ya no era exclusivo, Cardano decidió publicar la solución en su monumental obra 'Ars Magna' (1545), atribuyendo el mérito a del Ferro, pero incluyendo el método de Tartaglia.
Venganza, desafíos y reputación
La reacción de Tartaglia fue explosiva. Se sintió traicionado y humillado. El honor en el Renacimiento era cuestión de vida o muerte. Tartaglia acusó a Cardano de ladrón y embustero, y la disputa se trasladó a panfletos, cartas abiertas y desafíos públicos. La comunidad matemática, fascinada, asistía al espectáculo como si fuera una justa caballeresca.
En medio de la tormenta, apareció un nuevo personaje: Ludovico Ferrari, discípulo de Cardano y matemático brillante. Ferrari desafió a Tartaglia a un duelo público en Milán.
El enfrentamiento fue legendario: durante horas, ambos resolvieron problemas cada vez más complejos. Al final, Ferrari fue declarado vencedor, y la reputación de Tartaglia quedó dañada para siempre.
Aunque Tartaglia perdió la batalla pública, su contribución fue fundamental. La publicación de Cardano marcó el nacimiento del álgebra moderna y abrió la puerta a los números complejos. La rivalidad, con sus luces y sombras, aceleró el progreso matemático.
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Cardano alcanzó la fama, pero terminó sus días en desgracia, encarcelado y olvidado. Tartaglia murió pobre, pero su nombre sigue vivo en la historia. La ecuación cúbica, ese dragón indomable, fue finalmente domada gracias a la pasión, la ambición y, sí, la rivalidad de estos dos genios.