¿Por qué un huevo que no está fresco flota en el agua?

ciencia cotidiana

La flotabilidad es la capacidad que ostenta un cuerpo para mantenerse en un fluido, un concepto que está íntimamente ligado a la densidad de los cuerpos y al principio de Arquímedes

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Huevos cociéndose en una cazuela Adobe Stock

Pedro Gargantilla

Es sobradamente conocido que la presión en un fluido aumenta con la profundidad y con la densidad. Todos los puntos situados a la misma profundidad tienen la misma presión y, además, la presión sobre las paredes aumenta hacia abajo.

Al mismo tiempo, el fluido ... ejerce una fuerza de empuje sobre el cuerpo que se encuentra total o parcialmente sumergido en el mismo, la cual depende de varios factores, entre los que destacan la forma, la densidad del objeto y la densidad del fluido.

La fuerza de flotación actúa en sentido ascendente sobre los objetos sumergidos y varía en función de la presión, así sabemos que cuanto mayor es la profundidad mayor será la presión en el fluido y, por tanto, mayor la fuerza de empuje.

Limones que flotan y limones que no flotan

Un experimento muy sencillo de hacer y que pone de manifiesto la fuerza de flotación consiste en introducir en un recipiente con agua dos limones, uno pelado y otro sin pelar, el primero se va al fondo del recipiente mientras que el segundo permanece en la superficie.

La explicación de este experimento es muy sencilla, cuando el limón está íntegro flota porque la piel dispone de zonas huecas -llenas de aire- que actúan a modo de flotador y que provocan que la densidad sea menor que la del agua. Al quitarle la piel nos deshacemos de esas cámaras de aire, el volumen disminuye y la densidad aumenta, en consecuencia, el limón se hunde.

Y es que, según el principio de Arquímedes, si introducimos un objeto dentro de un líquido sufrirá un 'empuje' hacia arriba que es igual al peso del agua que desaloja.

La física de las abuelas

Sin conocer al físico griego, ni falta que les hacía, las abuelas utilizaban en el día a día el principio de flotabilidad y lo aplicaban, por ejemplo, para conocer el estado de un huevo. Sabían que si se sumergía un huevo fresco en un recipiente con agua enseguida caía hasta el fondo y permanecía allí.

Sin embargo, si realizaban la misma prueba con un huevo que habían comprado hacía tiempo, se sumergiría al principio, pero luego acababa emergiendo hasta la superficie y se quedaba flotando.

Para acercarnos a la física que se esconde detrás de este experimento culinario debemos recordar que la cáscara de los huevos es una superficie porosa que cuenta con una fina capa de cutícula que la impermeabiliza y que permite el intercambio de gases con el medio ambiente.

A medida que el huevo envejece se produce una pérdida de humedad, que se 'escapa' a través de los poros, de forma que la cáscara se vuelve rugosa y disminuye de tamaño.

De forma simultánea la clara y la yema se encogen, dando lugar a una cámara de aire, que provoca que el huevo se eleve hasta la superficie cuando lo sumergimos en agua.

Volviendo al principio de Arquímedes, la densidad del agua varía con la adición de solutos, de forma que si añadimos sal al recipiente con agua aumentará su densidad.

Esto permite explicar que el empuje que sufre el huevo en un vaso con agua salada sea mayor que en un vaso sin sal y, por tanto, superará al peso del huevo y permitirá que flote.

SOBRE EL AUTOR
Pedro Gargantilla

Médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación, en este espacio de 'Ciencia cotidiana' explica la ciencia detrás de los fenómenos que vivimos en nuestro día a día.

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