Así aprendimos los humanos a caminar
Un nuevo estudio basado en el centro cerebral del equilibrio de un simio de hace 6 millones de años propone que el bipedalismo humano se desarrolló en tres fases
Nos pusimos de pie en las ramas de los árboles
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Iniciar sesiónA diferencia de la mayor parte de los animales, los humanos, y también los simios, nuestros parientes más cercanos, hacen gala de una notable variedad de tipos de locomoción, desde caminar erguidos, a trepar a los árboles o caminar utilizando las cuatro extremidades.
Desde hace tiempo, los científicos están intrigados por saber cómo y por qué, a diferencia de otros cuadrúpedos, en los humanos evolucionaron tanto la postura corporal como el movimiento bípedo, es decir, cómo y por qué nos pusimos de pie y empezamos a caminar. Hasta ahora, ninguna investigación previa, ni tampoco los análisis de multitud de fósiles, han permitido construir un relato claro y definitivo de cómo nuestros ancestros consiguieron dar este importante paso, fundamental para el desarrollo de nuestra especie.
Ahora, sin embargo, un nuevo trabajo centrado en el reciente hallazgo de un cráneo de Lufengpithecus, una especie de simio de hace seis millones de años, ha proporcionado pistas importantes sobre los orígenes de la locomoción bípeda. Y lo ha hecho gracias al detallado análisis de la región ósea de su oído interno, un método ciertamente novedoso y poco explorado.
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La respuesta, en el cráneo
«Los canales semicirculares ubicados en el cráneo entre nuestro cerebro y el oído externo -explica Yinan Zhang, del Instituto de Paleontología y Paleoantropología de Vertebrados de la Academia China de Ciencias y autor principal de un artículo recién publicado en 'The innovation'-, son fundamentales para nuestro sentido de equilibrio y posición cuando nos movemos, y proporcionan un componente esencial de nuestra locomoción que la mayoría de las personas probablemente desconoce«.
«El tamaño y la forma de los canales semicirculares -prosigue el investigador- se relacionan con la forma en que los mamíferos, incluidos los simios y los humanos, se mueven en su entorno. Utilizando modernas tecnologías de imágen, pudimos visualizar la estructura interna de los cráneos fósiles y estudiar los detalles anatómicos de los canales semicirculares para revelar cómo se movían los mamíferos extintos».
Tres fases de desarrollo
El estudio, señala por su parte Terry Harrison, antropólogo de la Universidad de Nueva York y coautor de la investigación, apunta a que el bipedalismo evolucionó en tres fases bien diferenciadas. «En primer lugar, los primeros simios se movían en los árboles con un estilo que era muy similar a aspectos de la forma en que lo hacen hoy los gibones en Asia. En segundo lugar, el último ancestro común de los simios y los humanos ya era similar en su repertorio locomotor al Lufengpithecus, utilizando una combinación de escalada y trepado, suspensión de las extremidades anteriores, bipedalismo arbóreo y cuadrupedismo terrestre. Y finalmente, a partir de este amplio repertorio locomotor ancestral, evolucionó el bipedalismo humano«.
Hasta ahora, la mayoría de los estudios al respecto se habían centrado en comparar los huesos de las extremidades, los hombros, la pelvis, la columna y la forma en que se asocian con los diferentes tipos de comportamientos locomotores observados en simios y humanos actuales. Sin embargo, la diversidad de comportamientos locomotores en los simios vivientes y lo incompleto del registro fósil han obstaculizado el desarrollo de una imagen clara de los orígenes del bipedalismo humano. Por eso Zhang, Harrison y el resto del equipo decidieron aproximarse al problema desde un ángulo totalmente distinto.
Reconstruyendo el cráneo
Los cráneos de Lufengpithecus, en efecto, descubiertos en la provincia china de Yunnan a principios de la década de 1980, han brindado a los investigadores una forma completamente nueva de abordar las preguntas sin respuesta sobre la evolución de la locomoción. Sin embargo, la fuerte compresión y distorsión de los cráneos oscureció la región ósea del oído y llevó a investigadores anteriores a creer que los delicados canales semicirculares no se habían conservado.
Para explorar mejor esa región craneal, Zhanf y sus colegas la 'iluminaron' con tecnologías de escaneo tridimensional y consiguieron hacer una reconstrucción virtual de los cráneos, con sus canales óseos del oído interno incluídos. Luego compararon sus modelos con las imágenes recopiladas de otros simios y humanos, tanto vivos como fósiles, de Asia, Europa y África.
«Nuestros análisis -explica por su parte Xijun Ni, que ha dirigido el proyecto- muestran que los primeros simios compartían un repertorio locomotor muy anterior al bipedismo humano. Parece que el oído interno proporciona un registro único de la historia evolutiva de la locomoción de los simios, y eso supone una alternativa de incalculable valor para el estudio del esqueleto poscraneal».
«La mayoría de los simios fósiles y sus ancestros tienen un modo locomotor intermedio entre los gibones y los simios africanos -añade Ni-. Más tarde, el linaje humano se separó de los grandes simios con la adquisición del bipedismo, como se ve en Australopithecus, uno de los primeros parientes humanos de África«.
Al estudiar la tasa de cambio evolutivo en el laberinto óseo, el equipo llegó también a la conclusión de que el cambio climático pudo haber sido un catalizador ambiental importante en la promoción de la diversificación locomotora en simios y humanos.
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«Las temperaturas globales más frías -concluye Harrison-, asociadas a la acumulación de capas de hielo glaciar en el hemisferio norte hace aproximadamente 3,2 millones de años, se corresponden con un aumento en la tasa de cambio del laberinto óseo, y esto puede indicar un rápido aumento en el ritmo de los simios y la evolución locomotora de nuestra especie».
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