Gerardo Diego en ABC: la ínsula periodística de un poeta exquisito

Una gran obra reúne los 450 artículos y 19 entrevistas que publicó de 1946 a 1986 en ABC

Gerardo Diego en ABC: la ínsula periodística de un poeta exquisito ANGEL DE ANTONIO

ANTONIO ASTORGA

Académico, poeta, torero en verso, músico callado y silente, sentado en el café, Gerardo Diego se cerraba en su asiento con las piernas juntas y los brazos cruzados. Gajes de la poesía. Ora ausente ora presente, «en la fábrica humana de Gerardo Diego ... había algo de cantor de monjas, de monje rebotado, de chantre, hasta su voz, cuando habla o recita, es de un agudo sonoro, de quien habla en claustro fresco», lo retrataba en ABC Francisco García Pavón. Gerardo Diego fue clave en la generación del 27, «la puso en marcha», recordó el director de ABC Cultural, Fernando R. Lafuente; y en aquella famosa fotografía de 1927, en el Ateneo de Sevilla, Gerardo Diego gastaba cara de saber versos latinos; y treinta años después, mestizo en canas, dibujaba su cabeza el busto de un romano intelectual, perito en helenismos. Ese «Gerardísimo Gerardo», como le escribió Dámaso Alonso en cierta ocasión, arrecia periodística y fieramente humano en «Gerardo Diego en ABC (1946-1986). Artículos y entrevistas» , un libro editado por ABC y con la colaboración de la Fundación Gerardo Diego, que reúne el tajo periodístico a pie de calle y del ruaniano recado de escribir del poeta que fundó el querer.

«Gerardo Diego en ABC», presentado en la Biblioteca de su Casa de ABC, es uno de los emblemas de una memorable Edad de Plata literaria y artística (generaciones del 98, 14 y 27), que abrigó las páginas de ABC, recordó Fernando R. Lafuente. «En esta Casa siempre se ha sumado y no restado, que es la clave cultural en estos 110 años ; si no se suma y se resta lo que se hace es sectarismo», advirtió el director de ABC Cultural, subrayando que Gerardo Diego ilustra la creación de una maravillosa ínsula barataria en medio del sórdido franquismo.

El alcalde de Santander y presidente de la Fundación Gerardo Diego, Íñigo de la Serna Hernáiz, evocó al leer los artículos de Gerardo Diego en ABC lo fundamental que es tener siempre, respaldando a uno, la figura del maestro: «Este libro descubre al hombre ejemplar y al ciudadano extraordinario». Elena Diego, hija del poeta, agradeció a la Fundación que lleva el nombre de su padre y a ABC que vea la luz «este compendio de periodismo de máxima calidad», unos textos que rezuman «honda verdad, sencillez, claridad y fino humor, alma, sensibilidad, pasión; es el íntimo Gerardo Diego el que se nos entrega, la película de una vida maravillosa. No hay dos Gerardos, uno antes y otro de después de la guerra. Siguió siendo el mismo, y como él sus amigos. No se acabó la Generación del 27 en el año 36». El poeta Rafael Inglada preparó esta edición navegando «por la maravillosa y riquísima hemeroteca de abc.es» ; en esa isla del tesoro Inglada fue recuperando artículos de Diego en los que se muestra la dualidad entre el Gerardo Diego que explica a Juan Ramón, a Lope, a Machado, a Cervantes y el poeta en la intimidad del hogar. «Gerardo Diego desnuda su alma extrema en ABC», talló.

Una tarde con Borges

El poeta José Miguel Santiago Castelo, presidente del Consejo Asesor de ABC, evocó a aquel niño de Extremadura que leía en la escuela a un prodigio llamado Gerardo Diego. Años después, como jefe de la Colaboración de ABC, y de las Terceras que son la cuna del mejor articulismo, recibió sus originales, algunos de los cuales cobija como oro en paño. Y conoce al poeta exquisito, al hombre prudente, que se enfada dulcemente ante la errata. Y asoma en los ojos empañados en emoción de Castelo el día que tuvo de cerca a Diego y a Borges, el año en el que recibieron juntos el Cervantes . En la recepción de los Reyes, Castelo llegó, vio y esculpió aquella delicia, la crónica en ABC (25 de abril de 1980) sobre una inmortal tarde literaria en la Zarzuela. En una esquina, copetín en mano, tras hablar de versos y nubes, Borges le pregunta a Castelo. «Y usted, por su acento, ¿de dónde es?» «Soy de una región llamada Extremadura», le contesta Castelo. Y Borges le recita El alma , de Gabriel y Galán. «La aprendí, entera, sabe usted, allá en la Argentina, cuando era niño». Un escalofrío recorrió al periodista, que culminó así su relató: «En su silla, agradecido, con los ojos vacíos y el alma llena de satisfacciones esperaba Borges que pasaran los tumultos. Gerardo Diego, más atrevido, ya andaba ligero por los pasillos...»

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