Cómo dejar de sentirte culpable por todo: diferencia qué depende de ti

Pero, ¿por qué ocurre esto? ¿Por qué a veces esa sensación de culpa nos domina y nos cuesta deshacernos de ella a pesar de no haber hecho nada por lo que sentirnos mal?

El psicólogo Enric Valls ( @enricvallsr ) define la culpa como un sentimiento de malestar ante algo que pensamos que no hemos hecho bien. «Este sentimiento desagradable viene 'por un dedo acusador', por algo que hicimos o que no hicimos y donde se asume que debemos hacer o no».

Para el psicoterapeuta Sergio Bero ( @serbero ), la culpa es una emoción de las llamadas sociales, donde los valores morales tienen una carga, en muchas ocasiones, disfuncional. «No nacemos con culpa, con vergüenza o con orgullo, sino que lo aprendemos socialmente .

Podemos diferenciar entre dos tipos de culpa: la verídica o la ficticia . Valls explica que la primera se produce cuando hacemos un daño directo al otro de forma intencionada: engañamos, mentimos o agredimos y tenemos la necesidad de pedir perdón. En el otro caso, no hemos hecho daño a nadie, pero nos viene un sentimiento desagradable. Por ejemplo, estás en la cola de una tienda, porque te apetece comprarte un pantalón, y empiezas a sentirme mal con pensamientos como 'En realidad no me hace falta', 'Tengo que ahorrar'... «No hay un daño directo, pero tiene su origen en un mandato familiar o por una modalidad fomentada por la cultura», explica el psicólogo.

En esta línea, Bero opina que para hablar de un concepto sano, deberíamos tratar la responsabilidad en lugar de la culpa, porque cuandos nos sentimos culpables, nos bloqueamos. Sin embargo, cuando nos responsabilizamos, nos activamos y actuamos.

La persona que tiene culpa constante –manifiesta Valls– es porque está anclada en el pasado y se ve incapaz de afrontar esa situación que le genera malestar. «Aparece un autoboicot constante por el 'y si…'. Y dicho acto provoca miedo, vergüenza e incapacidad para afrontar el día a día».

Además, Bero señala que se puede dar la situación de encontramos con valores opuestos a los nuestros y deber tomar decisiones, incluso tener que aceptar sensaciones contradictorias . «Aquí es donde movernos de la culpa a la responsabilidad dependerá de nuestro contexto, nuestros aprendizajes en la vida y las muchas o pocas herramientas que hayamos adquirido para dar dicho paso».

«La renuncia a la venganza, incluso la propia, iría de la mano del perdón», indica Bero. Nos cuesta, pero del mismo modo que nos puede costar trasladarnos de la culpa a la responsabilidad. «Sería parte del mismo proceso y esa revisión de creencias irracionales es la base del cambio sano».

El perdón –añade Valls– no conlleva la reconciliación con el otro, sino que perdonamos para avanzar, para seguir con nuestra vida. «Perdonar es liberar a un prisionero y darnos cuenta de que el prisionero es uno mismo; perdonar es renunciar al deseo de venganza. El acto del perdón es terapéutico y sanador porque te permites no tener en el presente algo del pasado que te genera mucho daño y dolor».