Qué buena idea la de la RAE, irse a Cádiz con la que está cayendo

Con la que está cayendo, el espectáculo no se limitaba a las rutinas de la erudición de los señores académico s , algunas siempre más soportables que otras, sino que residía en los ritos y ritmos propios de una Casa llamada Docta, dispuesta tanto a abrirse a la tecnología como a hacer memoria a pesar de sus 299 años , y animada a recordar el grito de libertad que aún retumba en la Cádiz constituyente, o lo que es lo mismo, a elegir una palabra que nos llegue aún alta y clara . Un gran servicio, con la que está cayendo en España (léase bajo el chaparrón que soportamos entre los más y los menos que acarician la idea de secesión como a un gato salvaje).

Las palabras eran el objeto del debate ayer en Cádiz, pero la Academia sacó la lengua mucho más allá de esa premisa. Por ejemplo, su director José Manuel Blecua , recordó que en el texto de la Pepa se decía «habrá una academia llamada Española cuyo objeto será conservar la pureza, propiedad y decoro de nuestra lengua». Y eso que ya existía la RAE desde 1713. Podemos tomarlo como una prueba de continuidad institucional , de una actualización muy acorde con su tiempo (y que perdonen los secesionistas por invocar la bicha de la continuidad que ellos traicionan, es decir, aquello que somos todos juntos los españoles desde hace tanto tiempo, a pesar de todo). ¿Que para qué sirve la cultura?

Blecua señaló en su discurso de ayer que con la Pepa cambiaba también la Constitución del lenguaje , de ahí que fuera tan apropiado que, en el momento preciso en el que el súbdito se hacía ciudadano , justo cuando otras palabras, antiguas, se abrían a nuevas acepciones –como los casos de liberal y de servil– hubiera un puñado de egregios académicos -de los de entonces- entre los diputados constituyentes: Jovellanos, Villanueva, Porcel, Martínez de la Rosa, Juan Nicasio Gallego, Alcalá Galiano y José Joaquín de Mora, además del bibliófilo Bartolomé José Gallardo.

Por ello, cuando ayer se rompió la regla de pudor que ha mantenido fuera de la vista el cónclave lingüístico de las reuniones de la RAE durante 299 años, lo que los académicos celebraron en público, más que la lengua, era ese signo de continuidad extraño entre españoles, tan dados a desdeñar nuestros logros y repensarnos.

¿Qué nos ofrece la cultura? Una colina para ganar altura mientras miramos lo que nos rodea. Un espejo para vernos, para saber quiénes fuimos y quienes somos, para elegir un momento que merezca la pena recordar. A ver si gracias al sentido cultural de los académicos encontramos alguna alusión -alguna ilusión- entre la desdicha de nuestra historia desdicha.