Acusan al Ejército nigeriano de graves crímenes en su lucha contra Boko Haram
Solo en los primeros diez meses del año, y teniendo en cuenta las cifras oficiales, al menos 720 personas han fallecido en ataques protagonizados por la milicia islamista
La guerra sucia empaña Nigeria. El Ejército nigeriano ha cometido «graves violaciones de derechos humanos» en su guerra contra la milicia islamista Boko Haram, según denuncia Amnistía Internacional.
En el informe -«Nigeria: Trapped in the cycle of violence»-, la organización condena la detención arbitraría sin cargos de «cientos de personas acusadas de vínculos con Boko Haram», así como «las ejecuciones extrajudiciales o desapariciones forzosas » llevadas a cabo por las fuerzas armadas.
De igual modo, recuerda a las dos partes en conflicto que «hay un círculo vicioso de violencia actualmente en Nigeria» y «el pueblo nigeriano está atrapado en medio». Y los números, lo cierto, le otorgan la razón.
Desde su fundación hace apenas una década, Boko Haram -cuya traducción libre es «la educación occidental está prohibida» en dialecto hausa- se ha convertido en fiel reflejo del fallido experimento demográfico del país africano: más de 167 millones de personas repartidos casi a partes iguales entre cristianos, sur, y musulmanes, norte.
Solo en los primeros diez meses del año, y teniendo en cuenta las cifras oficiales, al menos 720 personas han fallecido en ataques protagonizados por Boko Haram. Un evidente salto cuantitativo si ponemos estas cifras en relación a 2011, donde la cruzada por la extensión de la sharia (ley islámica) de la guerrilla dejó cerca de 550 víctimas.
Y ahora, los recientes ataques de la milicia radical tan solo han servido para avivar un conflicto religioso latente de sangrientas consecuencias para ambas comunidades. Aunque, eso sí, de extraños intereses.
Como reconocía recientemente a ABC el imán Hussein Zakaria, uno de los principales líderes religiosos locales, «sin el apoyo de buena parte del Gobierno nigeriano , el desarrollo de Boko Haram habría sido imposible».
Para Zakaria, el séquito político alrededor de Kashim Shettima, gobernador de la región de Borno, resulta clave para entender este sostén: «Ya en enero, uno de los principales sospechosos de la masacre de Madalla (al menos 44 personas perdieron la vida en un ataque contra una iglesia cristiana el día de Navidad) fue detenido en la propia residencia del gobernador. Solo unos días después, el reo escapaba del control policial. El apoyo de Borno es evidente», denuncia el líder religioso.
Sin embargo, no es la primera acusación que recae sobre las autoridades políticas de esta región. El pasado año, el general Jeremiah Useni, presidente del Arewa Consultative Forum (una organización formada por líderes del norte del país), acusaba a Ali Modu Sheriff, exgobernador local, de ser la mano negra detrás del explosivo crecimiento de la milicia.
«En 2002, Boko Haram tan solo era una sociedad estudiantil. Sin embargo, durante su campaña electoral, Ali Modu Sheriff subvencionó y proporcionó armas al grupo para que se convirtieran en camorristas de su candidatura. Simplemente, se le fue de las manos», reconoce el general.
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