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viviendo en san borondón

Zona perruna en el Parque Romano

Es cuestión de tolerancia y de respeto mutuo o dicho de otro modo, se trata de más convivencia y de menos prejuicios

José Fco. Fernández Belda

HACE unos días casi toda la prensa local se hizo eco de la puesta en marcha de un generoso espacio, ubicado dentro del Parque Romano de Las Palmas de Gran Canaria, donde grandes y niños pueden pasar un buen rato viendo cómo sus mascotas corren libremente, juegan unos con otros y hacen encantadoras «perrerías», expresión tal vez nunca mejor empleada. Dejo para los psicólogos la explicación del porqué puede ser tan formativo el poder compartir un tiempo de juego entre perros y personas.

Los poseedores de mascotas, que con tanta frecuencia hemos sentido la incomprensión de las autoridades locales, cuando no una evidente persecución, tenemos que felicitar efusivamente al alcalde Juan José Cardona y al concejal Ángel Sabroso por haber llevado adelante este primer paso para que nuestra ciudad sea homologable, en lo que a tenencia de animales se refiere, con el resto de las grandes capitales europeas. Los muchísimos que no odiamos a los animales ya podemos sentir en el alma aquello que decían Els Joglars por el año 1989: «¡Por fin, ya “semos” europeos!».

Las expresiones de tranquilidad y de ganas de jugar de los perritos, de todas las razas y tamaños, pueden verse en este espacio y comprobar cómo la convivencia entre ellos se realiza sin mayores problemas, tal vez con algún gruñido ocasional que nunca llega a mayores. Pero eso también ocurre en los parques infantiles entre los niños. Muchos recordaremos la primera mordida que trajo nuestro hijo del parque o del jardín de infancia, jugando con otros críos. La solución no fue prohibir las guarderías o sacar a los niños amarrados y con bozal a la calle.

Los animalitos se divierten unos con otros y no faltan también compañeros de dos patas, aunque se pongan a veces a cuatro en el suelo, que comparten risas y guau-guaus. Estando el amplio recinto vallado, los perros no abandonan el área y no pueden molestar a otros usuarios que vienen al Parque Romano para realizar ejercicio físico o, simplemente, a pasear por ese bello lugar de esparcimiento multiuso. Imagino al alcalde Juan José Cardona o a Nardy Barrios, entre otros concejales amantes de los animales, salir de vez en cuando a los balcones y relajarse un poco, entre decreto y decreto, viendo las carreras de los animalitos y las risas de los niños. Imagino también a Ángel Sabroso, gran impulsor de esta feliz iniciativa, saliéndole su vena deportiva y queriendo bajar al parque con su silbato para arbitrar el partido perruno y poner algo de orden en el corretear tras las pelotas.

Aunque los que vamos encantados a este lugar de esparcimiento, primero de una serie de ellos anunciada, somos conscientes de que hay gravísimos problemas sociales y económicos en los difíciles tiempos que corren, no es menos cierto que por eso no hay que despreciar otras cosas y otras necesidades, máxime cuando no es necesario hacer inversiones con dinero público, como es este caso y el de las otras áreas caninas anunciadas. Animamos a todos los alcaldes de Gran Canaria a que revisen sus ordenanzas sobre Protección y Tenencia de Animales para adaptarlas a los tiempos que corren y a los turistas que nos visitan. Es el momento de reformar normas, tal vez necesarias en otros tiempos, pero que ya han quedado obsoletas, cuando no directamente incompresibles y faltas de sentido. Es cuestión de tolerancia y de respeto mutuo o dicho de otro modo, se trata de más convivencia y de menos prejuicios.

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