sucesos
Sexo, drogas... y lágrimas
Cada vez se oyen más casos de personas a las que han narcotizado para después robarles, agredirles sexualmente o incluso que han acabado en muerte. Son las drogas de los delincuentes
carlos hidalgo
El caso del falso chamán (si es que existe alguno que sea verdadero) que drogó a una mujer para después abusar sexualmente de ellas es sólo un caso más de (presuntos) delincuentes que utilizan cualquier tipo de sustancia narcotizante para aprovecharse de sus víctimas. Estos ... son algunos ejemplos.
La banda del Lexatin. A principios de esta primavera, el prostíbulo Sensaciones, en los bajos de Azca, fue objeto de una investigación policial. Su encargado, Pedro Fraile, presuntamente compinchado con buena parte de los empleados del local, se las apañaba para drogar a sus clientes hasta dormirlos. Luego, les arrebataban sus tarjetas de crédito y facturaban cantidades altísimas (hasta 3.000 euros en uno de los cinco casos denunciados) con el datáfono del local y a beneficio de la empresa titular del negocio.
El beso del sueño eterno. Verónica Elisabeth Prado Mera, colombiana de 34 años, y la paraguaya María Sary Caballero Bogado, de 26, vivían juntas en un piso del número 1 de la travesía de Santoña (Usera). Disolvían una sustancia estupefaciente en las bebidas de los hombres con los que previamente ligaban para desvalijarles la casa. Lo hicieron, al menos, en siete ocasiones. Dos de ellos murieron por los efectos narcotizantes.
Viajes astrales y orgías en Las Rozas. Un matrimonio cayó en manos de la Policía Nacional después de que se descubriera que, en unas reuniones que organizaban en sus casas, suministraban yahé o ayahuasca a sus clientes. Les daban el bebedizo en busca de efectos mágicos, pero que en realidad causaba estos: diarreas, alucinaciones, náuseas, fuertes vómitos, salivación, midriasis (dilatación de las pupilas), sudoración profusa, convulsiones, temor o agresividad e, incluso, algo mucho más serio, podría provocar la muerte.
El asalta-casas de la ketamina. Abdelillah T. frecuentaba la zona de Chueca en busca de sus víctimas. Se las ligaba en bares y discotecas y luego se iba con ellas a su casa. Luego, entre copa y copa, echaba una sustancia utilizada en veterinaria, la ketamina, para adormecerlos. Cuando despertaban, había arramplado con todo lo de valor de sus ligues. Si la ocasión lo requería, les golpeaba hasta conseguir que les diera los números secretos de sus cuentas corrientes.
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