Guillermo y Catalina se mudan a Kensington Palace
La que fuera residencia de Lady Di reabre sus puertas al público tras una reforma de casi dos años que ha costado 14 millones de euros
BORJA BERGARECHE
Cada vez que la Duquesa Catalina pasea su perro por el rincón occidental de Hyde Park , donde se ubica Kensington Palace, susurran hasta las ramas. Y niños, mayores y perros se lanzan a la carrera cada vez que un helicóptero de ... la Casa Real deposita en el jardín a su inquilino de mayor rango, el Príncipe Guillermo. Solo una discreta verja separa el Palacio Real del parque público. Y la seguridad es incluso escasa, en apariencia. Una apertura del universo cortesano hacia los súbditos que se ha reafirmado con la renovación total del Palacio de Kensington , que ha reabierto sus puertas esta semana después de una amplia obra que comenzó en junio de 2010 y que ha costado 14 millones de euros.
Con la vista puesta en las celebraciones de los 60 años en el trono de la Reina y de los Juegos Olímpicos, la parte visitable del conjunto —gestionada por un organismo llamado Palacios Reales Históricos— ofrece a los visitantes hasta cuatro recorridos por el palacio que adquirió en 1689 Guillermo III de Inglaterra (y II de Escocia), que necesitaba una residencia fuera del Londres de la época para cuidar su asma.
Magníficos jardines
«Las obras no han afectado a ninguno de los actuales residentes», nos explica una portavoz de los Palacios Reales, en referencia a los Duques de Cambridge, los Duques de Gloucester y el Príncipe Michael de Kent. Casi siete de los catorce millones que ha costado la reforma provienen de donaciones de particulares, subrayan. Lo mejor de la remodelación es sin duda la apertura de sus magníficos jardines al público, lograda gracias al derribo de varios de los muros y verjas que los separaban de esta prolongación de Hyde Park llamada Kensington Gardens. En el interior, sin embargo, la apuesta por concepciones expositivas modernas llega a desnaturalizar la experiencia.
Las salas dedicadas a la Reina María, que co-reinó con su marido, Guillermo III de la casa de Orange, después de la Revolución Gloriosa de 1688, recrean unos inquietantes murmullos cortesanos y ruidos de aves que generan la angustiosa sensación de que va a aparecer Tippi Hedren por una puerta huyendo de «Los pájaros». En el recorrido dedicado a Jorge I de Hannover, quien introdujo notables mejoras en el palacio a partir de 1718, lo normal es pasar sin detenerse en un Tintoretto que cuelga de una esquina tan mal iluminada que obliga a moverse en semicírculo hasta encontrar el punto no nublado por los reflejos.
«Son cuatro enfoques diferentes para cuatro exposiciones diferentes», se afana en explicarnos Clair, una de las guías del museo. «La dedicada a la Reina Victoria es muy personal y emocional, la de Diana es moderna y contemporánea», asegura. En efecto, el itinerario por los aposentos donde nació, creció y reinó la Reina Victoria es la parte más cálida del recorrido. Aquí se enteró en 1837, con solo 18 años, de su ascenso al trono, que ocuparía durante 63 años. La parte dedicada a Diana, sin embargo, es tan «contemporánea» que resulta gélida. «Sus primeras apariciones públicas revelaron una joven mujer torpe, que pronto desarrolló su propio estilo personal», dice uno de los rótulos. Al fondo de otro de los incontables pasillos de este laberíntico complejo real, una sala oscura alberga cuatro vestidos de la entonces Princesa de Gales, incluidos su conocido traje negro corto de cóctel de Versace y el vestido negro de noche de Emanuel que llevó en su primer acto público, en 1981.
Lady Di vivió aquí desde 1983 hasta su muerte, en 1997. Aquí crecieron sus hijos , Guillermo y Enrique. Y es imposible no surcar estos espacios sin la sensación de que su fantasma se va a aparecer. Aquí vivirán sus dos hijos, de nuevo, a partir de este verano. Guillermo y su mujer, Catalina, pasarán a ocupar el llamado apartamento 1A, una residencia de cuatro pisos y 20 habitaciones en la que vivió la princesa Margarita, la hermana menor de Isabel II. Y Enrique aprovechará el movimiento para mudarse a unas instalaciones contiguas. De vuelta los dos jóvenes a las paredes contra las que cientos de miles de británicos depositaron flores y recuerdos para su madre.
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