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«En divorcios no soy ejemplo de nada»

Isabel Preysler, con dos matrimonios fallidos, escribe el prólogo de un libro sobre cómo divorciarse sin traumas

«En divorcios no soy ejemplo de nada» abc

ROSA BELMONTE

En los años 50 se publicó «Caza mayor», delicioso libro en el que su autora aconsejaba cómo alcanzar un buen matrimonio. Isabel Preysler podría aconsejar sobre lo mismo, pero también sobre cómo alcanzar un buen divorcio. Su trayectoria casándose bien y descasándose mejor la convierten en un referente en la delicada materia. «Todos los divorcios son difíciles y penosos», dijo el martes en la presentación de «Un divorcio elegante», del que ha escrito el prólogo. Isabel se quita importancia en el presuntamente perfecto manejo de sus rupturas: «No soy ejemplo de nada. Sólo he intentado hacerlo lo mejor posible» . En todo caso, en el citado prólogo escribe: «… la experiencia nos enseña que son escasas las separaciones sin desacuerdos, pues la disolución de un vínculo siempre lleva consigo la existencia de una pugna anterior, grande o pequeña… así como el lógico desgarro interior». Pero como dice Ana Rosa Quintana, que no tiene problema alguno en trabajar con su ex, Isabel es la sabia divorciada: «Es la maestra. Sus ex la adoran, la veneran. Para cualquier cosa emocional hay que ser inteligente y ella es muy inteligente».

También es verdad que es difícil desligar su imagen de un extraño ideal de perfección asentado en el imaginario popular. En diciembre de 2010, en una entrevista para «Vanity Fair», le decía a su amigo Boris Izaguirre: « No suelo hablar de mis matrimonios pasados porque ya llevo más de veinticinco años con Miguel…. Mi divorcio de Julio fue un acto muy doloroso, pero me hizo crecer como mujer, como madre y persona. No fue hasta después de nuestra separación cuando comencé a conocer mundo».

Sara, la más divorciada

En España, el divorcio tampoco es una tradición inveterada. Lo hubo de 1932 a 1939 y ya a partir de 1981. Por eso quizá una de las mujeres españolas más divorciadas sea una estrella internacional: Sara Montiel. La actriz y cantante es un catálogo de posibilidades. Se ha divorciado dos veces, anulado una, ha enviudado otra y ha tenido tentativas de matrimonio (estuvo a punto de casarse con Miguel Mihura). «Yo tuve un divorcio elegante y otro regular» . Se refiere Sara a la amistosa separación de Anthony Mann y a la más circense de Tony Hernández. También se separó amistosamente de José Vicente Martínez Olalla: «Nos anularon el matrimonio y somos muy amigos».

Pero reconoce que «siempre es un fracaso divorciarse». Por muy elegante que sea. Quizá la opción más razonable sea la de Catherine Deneuve: «No veo ninguna razón para casarse cuando existe el divorcio» . Pero el matrimonio es la norma. Y de tirarse los tejos se pasa a tirarse los trastos. La buena educación en las rupturas sigue llamando la atención. Por ejemplo, todos los hijos de la duquesa de Alba, de Carlos a Eugenia, han tenido unos divorcios de guante blanco. Incluso Cayetano, con más presión de la prensa. Ni que decir que la aparente elegancia tiene mucho que ver con que no se oigan los sartenazos.

Ni una mala palabra

De Isabel Preysler, sus ex no dicen una mala palabra. Claro, que Julio Iglesias habla bien hasta de Vaitiare, que lo acusó en un libro de haberle ofrecido cocaína. Carlos Falcó, marqués de Griñón, segundo marido de Isabel, es exquisito hasta para divorciarse. Para que una separación sea elegante las buenas maneras tienen que ser de dos. Visto lo visto, Carlos Falcó es el elegante dominante. Aunque sus ex mujeres lo hayan dejado por otro. Habría que expedirle un diploma de virtud. En la actualidad está casado con Fátima de la Cierva. Están separados temporalmente para ver qué pasa pero se llevan estupendamente. Su hermano Fernando Falcó, marqués de Cubas, es de la misma pasta. Seductores por un lado pero generosos y discretos cuando el amor se acaba. El marqués de Cubas se divorció de Marta Chávarri en 1989, tras descubrirse el romance de esta con Alberto Cortina. Pero no habla de mujeres. Tampoco de Esther Koplowitz, con quien se casó en 2003. El matrimonio fue secreto. Si hay separación, también lo es.

En 1989, «Diez minutos» publicó las fotos de Cortina y Chávarri saliendo de un hotel en Viena. El matrimonio de Alicia Koplowitz y Alberto Cortina se acabó . Además, llegaron las fotos de Chávarri sin ropa interior, que la sumieron en una depresión. Alberto Cortina se divorció y se casó con Marta. Alberto Alcocer también se separó de Esther Koplowitz para casarse con Margarita Hernández. Los divorcios de las hermanas y los primos fueron duros, con muchas negociaciones, pero también discretos. Los «albertos» renunciaron a Construcciones y Contratas y, a cambio, recibieron 2.000 millones de pesetas, además de acciones por valor de 11.000. Así, Cortina, cuando se divorció de Chávarri, le pudo pagar 1.500 millones de pesetas y una pensión mensual de millón y medio.

No todos son Isabel

Debía de ser una cantidad estándard porque fue también lo que Manuel de la Concha tuvo que dar a Paloma Altolaguirre. El ex síndico de la Bolsa pretendía pagar a su mujer 350.000 pesetas al mes pero esta consiguió los 1.500, la casa, los cuadros y 500.000 pesetas mensuales. Últimamente, y con menos dinero, hay separaciones y divorcios poco elegantes , por no decir chungos. Ahí están Lydia Bosch y Alberto Martín, con feas acusaciones, o Palomo Linares y Marina Danko, los Rose del Palomar. No todo el mundo puede ser Isabel Preysler (pese a los intentos de Adriana Abascal). Es normal que Preysler firme un prólogo y no diga nada. Ya escribió Maurice Joly en «Recherches sur l’art de parvenir» que «cuando se conoce la vida sería necio enseñársela a los demás».

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