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Barenboim: «Recortar la cultura demuestra la falta de honestidad de los políticos»

El músico dirigió este jueves a la Staatskapelle de Berlín en el Auditorio Nacional de Madrid y realizó un repaso por su «Biografía intelectual» en la Fundación Juan March

Barenboim: «Recortar la cultura demuestra la falta de honestidad de los políticos» EFE

SUSANA GAVIÑA

Daniel Barenboim (Buenos Aires, 1942) no es economista «ni entiendo de economía», vaya esa confesión por delante. Quizá por eso no comprende «cómo se ha llegado a la situación actual, que no es un problema local sino algo global que afecta a todos. Me lo han tratado de explicar varias personas —reconoce— pero no lo llego a entender». Tampoco comprende, «ni quiero hacerlo», los recortes que está sufriendo la cultura , la primera víctima a la que se apunta por considerarla prescindible.

«En la ciudad de Berlín el presupuesto de cultura es el 2% del total de la ciudad, pero se habla y se discute de la cultura como si fuera el 98%. Los señores políticos de todo el mundo se lucen cuando van a la ópera y a otros espectáculos . Eso es una falta de honestidad. No hay ninguna razón ni los políticos tienen el derecho de decir que no hay dinero y que por eso van a recortarlo de la cultura». Así de vehemente se mostró ayer el músico argentino en un breve encuentro con la prensa, tras una charla ofrecida en la Fundación Juan March en la que desgranó algunos de sus datos biográficos y de sus pensamientos musicales.

«Los políticos están convirtiendo la música en algo elitista con los recortes»

«La cultura —continuó— no cuesta tanto como para que se haga un gesto tan dramático y grande, y eso es por falta de honestidad y de sinceridad de los políticos». La causa que ha provocado esta situación es, en opinión de Barenboim,la ausencia de la música en la educación general. «En las escuelas se aprenden otras materias pero no la música. Luego, cuando salen, los jóvenes ya no la necesitan. Se recortan los presupuestos en cultura -explica- porque cuesta demasiado mantenerla ya que no hay suficiente público. Y hay que decir las cosas como son: los recortes se deben a la falta de honestidad de los políticos. Aquellos que luego dicen que la música es elitista, y no lo es. La están convirtiendo en elitista ellos, porque la están recortando». Y zanjó el debate económico subrayando la necesidad de convertir la música «en algo imprescindible. Para eso hay que luchar mucho, y yo hago lo que puedo, aunque no todo lo que quisiera».

El maestro Celibidache

Barenboim también habló sobre Sergiu Celibidache, director al que están dedicados los dos conciertos que ofrece estos días en el Auditorio Nacional junto a la Staatskapelle de Berlín, de la que es titular desde 1992. Dos veladas que quieren conmemorar —con la Cuarta y la Tercera de Bruckner— el centenario del nacimiento del director rumano, que se cumplirá el próximo mes de junio, que influyó de manera importante en la trayectoria del músico argentino.

« Celibidache fue uno de los músicos más grandes e importantes del siglo XX porque era una mezcla muy rara: un poco científico, con sus preocupaciones sobre la fenomenología del sonido; un poco latino de temperamento, que se combinaba con su formación en Berlín, aunque la parte latina le empujó a dirigir mucha música francesa y contemporánea de esa época. También tenía una tercera parte de gurú gitano. Fue genial en el sentido de que se ocupaba de cualquier detalle por pequeño que este fuera. Pasaba muchos minutos en los ensayos trabajando en cosas que apenas se podían oír. Era algo extraordinario. Aprendí mucho de él. Toqué todos los años que pude en Munich, en una época que además yo era director de la Orquesta de Chicago; director artístico de la Staatsoper de Berlín, y tocaba el piano. Tenía realmente poco tiempo, pero fui siempre que pude a Munich, ciudad que nunca dejé sin haber aprendido algo».

Un niño de 69 años

En una jornada maratoniana, la segunda etapa tras el concierto fue el auditorio de la Fundación Juan March, donde asistido por el periodista y escritor Jesús Ruiz Mantilla, fue rememorando algunos episodios de su vida bajo la excusa de «Autobiografía intelectual». Durante una hora viajó a sus primeros años en Buenos Aires, donde tuvo una infancia «normal y muy feliz» en la que pensaba que, como él, «todo el mundo tocaba el piano», hasta que descubrió que «no era así».

De la etiqueta de niño prodigio, empezó a dar conciertos a los siete años, se queda con la primera parte, y así lo demostró cuando una y otra vez su interlocutor quiso colocarle en la barrera de los setenta años. «¿Quedan todavía once meses!», protestó sonoramente Barenboim. Sin embargo, a lo que no puede renunciar es a la experiencia de más de sesenta años dedicados a la música. Seis décadas en las que no ha perdido la pasión y el entusiasmo por aprender y crecer, pues cada día continúa abordando las partituras «desde cero», y descubriendo algo nuevo en ellas. Ayer tampoco fue una excepción con Bruckner, «y es una obra que conozco desde hace más de cuarenta años».

El mito de Wagner en Israel

Habló del aspecto espiritual y físico de la música, ambos inseparables para él. También de la temporalidad o la ausencia de ella. «La música tiene la capacidad de exprimir la eternidad ». Y como no de su pureza, que algunos han querido corromper. «La música no tolera que se la utilice para otros fines». Y así llegó a uno de los capítulos más aireados de su biografía: su osadía de dirigir Wagner en Israel, al que Barenboim quitó heroicidad y lo convirtió más en una serie de despropósitos, teñidos de cobardía.

También salió a relucir el conflicto palestino-israelí , del que afirma una y otra vez que nadie ha entendido la realidad del problema: «Son dos pueblos que quieren vivir en el mismo pedacito de tierra, y la solución es vivir uno junto al otro o convivir. Pero para convivir es preciso antes la independencia de Palestina. Sin ella no es posible la convivencia». Y, en cuanto a la polémica sobre la continuidad de West-Eastern Divan en Sevilla , amenazado por los recortes de la Junta de Andalucía si el PP gana las elecciones, aseguró que este no desaparecerá, y que espera que el tema no se convierta «en un problema político».

«El Divan no desaparecerá.Espero que este tema no se convierta en un problema político en Sevilla»

No faltaron las anécdotas personales para desengrasar un poco el discurso a veces filosófico de este hombre, descendiente de rusos, nacido en Argentina y que tiene nacionalidad israelí, palestina («soy el único en el mundo con estas dos nacionalidades») y española, y que, sin embargo, asegura no tener problemas de identidad: «Para el fútbol, soy argentino, por supuesto; en la música, europeo y a veces americano , por eso de Eliot Carter; y en cuanto a la gastronomía, soy italo-hindú. Ah!, y en cuanto a las mujeres, me gustan de todos los países y de todas las edades», bromeó.

Barenboim volverá a dirigir a Bruckner este viernes, dentro del ciclo Ibermúsica, y mañana lo hará en Barcelon, en el Palau de la Música Catalana.

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