San Isidro de chulapos y campaña
Los candidatos de los tres grandes partidos, a una semana de las elecciones, aprovechan su visita a la pradera para conquistar apoyos. El alcalde y la presidenta regional hacen su particular petición al Santo: «Prosperidad, empleo y bienestar»
MIGUEL OLIVER
Alberto Ruiz-Gallardón fue el más madrugador. Jaime Lissavetzky, el más goloso. Tomás Gómez, el chulapo por excelencia. Ángel Pérez y Gregorio Gordo, los más pasotas. Y Esperanza Aguirre, la más tardona... pero la más integrada. Todos, absolutamente todos los candidatos electorales, se pasaron ayer ... por la pradera de San Isidro. Nadie se lo quiso perder... ¿Quién iba a dejar escapar la oportunidad a una semana del 22-M?
Puntual como un reloj, a las 8.30 horas, el alcalde de Madrid hizo acto de presencia en la pradera. Con la esperanza de que se cumpla el refrán de «A quien madruga...», Gallardón se plantó en la ermita cuando muchos tenderetes todavía se estaban montando. Nada más llegar se dirigió a beber el agua del santo, junto con el vicealcalde, Manuel Cobo. «A ver si vuelve el año que viene», le gritó una señora que pasó por su lado. «Seguro que vuelvo... No sé en calidad de qué, pero seguro que el año que viene vuelvo a estar aquí», le respondió el regidor.
Tras unos sorbos de agua y un par de rosquillas, Gallardón tuvo tiempo para dialogar con los periodistas y hacer su particular petición a San Isidro: «Sé que otros años pedimos prosperidad, salud, felicidad... pero esta vez tenemos que concentrarnos en pedir lo que más necesita la gente: el empleo para Madrid». El alcalde quiso olvidarse de deseos personales y no quiso mezclar la política con la devoción. «Está bien pedirle al Santo cosas para todos, no sólo para uno. ¿Ganar las elecciones? Eso es algo que tenemos que hacer nosotros solos».
Dos horas después aterrizaron en la pradera los candidatos socialistas. Tomás Gómez y Jaime Lissavetzky llegaron juntos y no se despegaron hasta el final. El primero, perfectamente vestido con chaqueta y corbata, aguantó como un campeón el calor que empezaba a martillear a los paseantes. El segundo, por su parte, no dudó en dirigirse a los tenderetes de rosquillas. «Es que me encantan. Mis favoritas son las “tontas”», comentó. «No te olvides de las listas», le recordó entre risas Gómez.
El lío de los carteles
El líder del PSM, ya más serio, tuvo tiempo para recordar la afrenta del día anterior con los nuevos carteles del PP, firmados con su logo, en el que recuerdan los cinco millones de parados. «Se han empecinado en seguir bordeando la ley», recordaba Gómez, que avanzó que su partido los llevará otra vez a la Junta Electoral. «A mí me hubiese dado vergüenza que a mi partido le hubiesen echado para atrás una campaña. Se trata de una grave utilización de la gente, de los que lo pasan mal».
El tiempo pasaba y por ahí no asomaba Esperanza Aguirre. Una familia de Griñón se había acercado hasta a la ermita sólo para verla de cerca. Emilio y Rosa habían acudido con sus dos hijos y llevaban dos horas esperándola. Sus caras se iluminaron cuando, a las 13.45 horas, una caravana de cinco autobuses del PP se asomaba por la pradera. Enfundada en un vestido de chulapa, Esperanza Aguirre descendió de su autobús en mitad de una atronadora ovación. Desde ese momento y hasta que se marchó —dos horas después—, una nube de madrileños anónimos la rodeó en su caminata por la zona. Junta a ella también aguantó su madre, doña Piedad.
A la presidenta regional le acompañó durante todo el tiempo un coro de «chulaponas» que no dejaron de cantar una versión «pepera» del conocido pasodoble de la Puerta de Alcalá. Antes de beber agua del Santo y, protegida siempre por su inseparable paraguas, hizo su particular petición a San Isidro: «Prosperidad, empleo y bienestar».
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