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HOJAS DE ANTAÑO

Historia de un arquitecto

En 1919, el joven José Enrique regresa a Madrid con una idea en su cabeza: ingresar en la Escuela de Arquitectura

ROBERTO MERINO MARTÍN

JOSÉ Enrique, el niño, nació en Granadilla de Abona, Tenerife, un año antes de que España consumara el conocido como «desastre del 98». Había nacido el benjamín de los Marrero Regalado del matrimonio de un comerciante y una maestra.

Siendo todavía un niño, partió a estudiar a la península. La decisión no fue fácil: «Yo ya conozco lo que es esta vida y prefiero renunciar a la ayuda de mi hijo en mi vejez a verle midiendo trigo o despachando sardinas de barril», comentó su padre. Su madre no quería separarse de él. El niño tenía diez años. Tres años después, volverá a su isla. Se matricula en el Instituto de Canarias, en La Laguna, en el que se distinguirá como un alumno brillante.

Una vez terminada la educación secundaria, quiere estudiar ingeniería de caminos. En el barco que le conduce de nuevo a la península, conoce al pintor José Aguiar, del que se hace muy amigo. Un joven en Madrid, en aquella ciudad en la que todo estaba por escribir, era muy fácil que sucumbiera a los encantos de sus noches. Marrero lo hizo. Pero también supo granjearse amistades: conoció a Wenceslao Fernández Flórez, por aquel entonces redactor jefe de una publicación en la que comenzó a colaborar con algunos dibujos.

1916, sin embargo, marcó un punto de inflexión en su vida. Su padre muere y él comienza, por fin, a tomarse en serio sus estudios. Un año después, tiene que volver a la isla: su familia está arruinada. En esos días le llega el aviso de incorporación a la milicia.

En 1919, el joven José Enrique regresa a Madrid con una idea en su cabeza: ingresar en la Escuela de Arquitectura. Seis años después, vuelve a Tenerife con el título bajo el brazo. Pero quiere quedarse en Madrid para buscar trabajo y conseguir prestigio. Su madre llega a un acuerdo con él: si lo consigue, se quedará, si no lo consigue, regresará a Santa Cruz o a donde pudiera. Y así comienza la andadura profesional de Marrero Regalado. Tras varios trabajillos poco remunerados, ingresa en la compañía de Ferrocarriles del Norte de España, recomendado por su pariente Félix Boix. Recibe encargos interesantes como el proyecto de la Estación de tren de Bilbao y el proyecto de las estaciones de Orduña a Bilbao. Pero será en 1931 cuando «Me hicieron uno de los encargos más importantes de mi vida profesional …, se trataba de un grupo de cuatro casas con cincuenta y siete viviendas en Santander …; estas casas terminadas reencuentran en el Paseo de Castelar siendo de las construcciones más importantes de aquella ciudad», dijo el propio Marrero. Blanco y Negro, el cultural de ABC, se hizo eco de dicha obra. Con el titular «Las modernas viviendas santanderinas», el artículo profundizaba en la figura del joven arquitecto canario: «Dos hombres nuevos, de fecunda inteligencia en plena formación y espíritu ávido de geniales audacias, el arquitecto canario D. José Enrique Marrero y el ingeniero bilbaíno D. Francisco Montero, han ejecutado en Santander una notabilísima obra arquitectónica».

El éxito del joven arquitecto llega hasta el Archipiélago. Un enviado de García Sanabria, entonces alcalde de Santa Cruz de Tenerife, le comunica su interés por el anteproyecto para el Círculo Mercantil de la ciudad. «Desde aquel día sentí un raro deseo de dejarlo todo por marchar a mi querida isla», escribió Marrero. Así se acaba su andadura por la península. El resto: edificio del Cabildo Insular en Santa Cruz de Tenerife, Mercado de Nuestra Señora de África, Santuario-Basílica de Nuestra Señora de la Candelaria, Cines Rex y Víctor, Auditorio Teobaldo Power en La Orotava o varios edificios en Las Palmas de Gran Canaria. Obras todas de Marrero Regalado.

En Canarias, a Marrero se le achacó su cercanía política al régimen franquista. Asegura Álvaro Ruiz Rodríguez que «Su figura no ha recibido en Canarias la valoración que le corresponde a un arquitecto de su valía e importancia. Olvidado, e incluso despreciado, porque sólo se le veía en el papel de colaborador y beneficiario de un régimen ya pasado».

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