Los jóvenes Picasso, Miró y Dalí miden sus talentos en Florencia

Bajo el título «Picasso, Miró y Dalí. Jóvenes airados: el nacimiento de la Modernidad», la muestra indaga en las raíces comunes de su estilo: los tres tienen la idea de hacer un arte moderno sin abandonar lo vernáculo, no se afilian a ningún «ismo» o corriente concreta en su juventud, lo que era arriesgado en los inicios de un pintor. Al haber una diferente cronología por sus diferentes edades, la exposición hace un recorrido en un arco de 30 años por cinco capítulos, en otras tantas salas, en los que existe alguna relación entre ellos.

El primer capítulo se sitúa en el año 1926, época en la que hay mayor coincidencia en los tres artistas, que están en la corriente del surrealismo; en la sala, una serie de obras evocan la visita de Dalí con 22 años a Picasso en 1926: «Instrumentos musicales sobre una mesa» (Picasso), «Pintura-Poema» (Miró) y Arlequín» y «Academia neocubista (Composición de tres figuras)» de Dalí. En realidad, parece que tal encuentro nunca existió, pero el fantasioso Dalí lo cuenta así en «La vida secreta»: «Maestro, he venido a verlo antes de visitar el Louvre». Picasso le habría replicado: «Muy bien». Aquí, en este episodio, como recuerda el comisario de la exposición, Eugenio Carmona, profesor de Historia del Arte en la Universidad de Málaga, viene bien el famoso dicho italiano «si non è vero, è ben trovato» (si no es verdad, está bien inventado), porque ese encuentro completa una historia que conecta la obra de los tres artistas.

En las cuatro salas siguientes se traza el nacimiento de la modernidad a través de las relaciones de Dalí y Miró: «Retrato de mi hermana» (Dalí, 1925), o «Paisaje de Cadaqués» (Dalí, 1920); se evidencia el encuentro entre Miró y Picaso (1917), con estas obras de Miró: «Autorretrato», «Las Playas de Cambrils» «Flores». La quinta sala evoca la llegada del joven Picasso a París en 1900, con fama ya de artista innovador a sus 19 años: «Madre y niño» (1901), «Arlequín y su compañera» (1901), «Planchadora» (1901) o «Cabeza de mujer» (1903). Como epílogo de la exposición, se presentan tres obras siempre bajo la influencia de las «Señoritas de Aviñón»: la obra maestra cubista «Mujer que llora» (Picasso, 1937), «Composición (pequeño universo)» de Miró (1933) y «Las rosas ensangrentadas» (Dalí, 1930).

Por primera vez se muestra en su totalidad fuera de España el «Cuaderno 7» (año 1907) de Picasso, con la serie de bocetos del cuadro revolucionario «Las Señoritas de Aviñón», obra maestra del cubismo que representa el nacimiento del arte moderno, una pintura en la que hay primitivismo, clasicismo, cubismo y el patrimonio vernáculo. En ello se reconocen los tres artistas. Es un punto de partida, «con Picasso que influye en Dalí y Miró y éstos así lo reconocen. Pero, al mismo tiempo, Picasso se interesó y estimó también la obra de Dalí y Miró», según explica el profesor Carmona. No hubo en estos años de juventud rivalidad entre ellos, sino solidaridad.

Es seguramente la exposición más ambiciosa que se ha organizado sólo con obras de juventud de los tres grandes genios de la pintura española del siglo XX, para mostrar su papel decisivo en el nacimiento del arte moderno. La empresa se considera extraordinaria, porque, como nos dice el comisario, cada día es más difícil lograr obras en préstamo para exposiciones.