Y la VI Flota atracó en La Rambla

El periodista Xavier Theros evoca en «La Sisena Flota a Barcelona» los años de la US Navy

SERGI DORIA

17/12/2010
Actualizado a las 09:38h.

Eran los primeros cincuenta y Barcelona preparaba el Congreso Eucarístico. Se ponía fin a la cartilla de racionamiento, aunque los coches seguían acarreando el pesado gasógeno. Y en eso llegaron los americanos de la U.S. Navy: en 1951 se instaló en la ciudad la ... primera fábrica de Coca-Cola y fue el año de la huelga de tranvías… El puerto, la Rambla y los bares del Barrio Chino se llenaron de jóvenes altos de blanco uniforme, pecosos, de piel clara y ojos azules… Y también de negros, cuando el único negro del país era el cantante Antonio Machín y el rey Baltasar.

«Las mujeres los querían, los hombres los envidiaban y las criaturas los perseguían pidiéndoles chiclés y chocolatinas. Con aquellas visitas la parte baja de la ciudad vivió una época dorada. Prostitutas, comerciantes, hoteleros, sastres o taxistas, todos se aprovecharon de aquella lluvia de dólares. Nacía así una industria turística que conserva todavía muchas prácticas y costumbre de aquellos años». Así resume Xavier Theros la historia de «La Sisena Flota a Barcelona», obra ganadora del premio Josep Maria Huertas Clavería que convoca La Campana y La Lamentable Penya.

Marsé y los americanos

Nos encontramos en el Kentucky de la calle Arco del Teatro, la del Cementerio de los Libros Olvidados: fue el primer bar que se abrió en Barcelona —año 1947— con un nombre americano, seguramente inspirado en los westerns y que devino en la sede oficiosa de la U.S. Navy. Luces de neón y barra americana. Juan Marsé evoca sus periplos quinceañeros por la calle Robador, con parada en La Maña, El Jardín o La Gaucha:«Se percibía una relación solidaria entre la prostitución y los vecinos que hoy ya no existe». De los americanos «buscábamos los Zippo, aquellos encendedores que no se apagaban». Los marineros de la VI Flota olían bien, en una época en que la población autóctona batallaba con el piojo verde.

El Kentucky, advierte Xavier Theros, es junto al Tequila y Los Caracoles uno de los bastiones que conservan la imaginería de una época que muchos mencionan pero que nadie analizó en profundidad. Nacido hace 47 años, el autor tuvo su primer contacto con la VI Flota a los 2 años: su padre le llevaba a caballo por la Rambla y un marine negro le hizo carantoñas. A los 11 quiso iniciarse como fumador y acabó mareado bajo la escultura de Pitarra, siendo objeto de burla de unos marineros bien acompañados le observaban desde un balcón del edificio del Cosmos.

En «La Sisena Flota a Barcelona», Theros recupera una época que no se había estudiado por «una especie de vergüenza colectiva». Capital estratégica en el ajedrez de la guerra fría en el Mediterráneo, Barcelona era una ciudad muy barata y mucho más segura que Marsella o Nápoles: «Desembarcaban en el puerto y tenían el Barrio Chino a cinco minutos, sólo controlados por su propia Policía Militar. Los marineros pagaban por adelantado y no esperaban cambio: un camarero del Jamboree de la plaza Real se jubiló en dos años con aquellas propinas», explica Theros.

«La Sisena Flota a Barcelona» revive el ambiente de bares como el Tabú de Escudellers, o el Cádiz de la calle Montserrat, ambos «pioneros de la salsa, que fue la música que llegó con los americanos». Aunque pudieran parecer los Reyes Magos, tener diez mil hombres en Barcelona provocaba continuas peleas... «Muchos locales se rehabilitaron gracias a esos altercados, porque las autoridades militares americanas pagaban en metálico los desperfectos», puntualiza Theros. Con ellos llegó el escándalo, los chicles, los cigarrillos Lucky, el Zippo, los tejanos, la Coca Cola y los tebeos de Hazañas Bélicas, cuyos héroes pasaron de ser alemanes a soldados de Corea como el teniente Gorila. La relación de Barcelona con la VI Flota acabó bruscamente en 1987 con un atentado todavía no aclarado: desde entonces no volvió a atracar en nuestro puerto, aunque un monumento todavía lo recuerde.