NATURAL
Luis Gil, de la Real Academia de Ingeniería: «Nunca ha habido un momento mejor para los bosques»
El abandono de las prácticas ganaderas ha permitido que nuestros bosques se recuperen, aunque la sobreexplotación de los acuíferos los sigue poniendo en jaque
PILAR QUIJADA
Biólogo e ingeniero de Montes, Luis Gil, catedrático de la Universidad Politécnica de Madrid, trabaja desde 1983 en genética forestal. Ha sido pionero en la mejora y conservación de los recursos genéticos forestales en España y en el estudio de la dinámica de los bosques ... mediterráneos y macaronésicos frente a perturbaciones. Ha publicado diversas monografías sobre la historia de nuestros bosques en el Inventario Forestal Nacional y ahora por encargo de la Comunidad de Madrid acaba de publicar un estudio sobre el hayedo de Montejo, un espacio natural que alberga hayas centenarias en uno de los enclaves más al sur para la especie.
—¿Por qué es tan singular el hayedo de Montejo?
—El hayedo, situado en la sierra norte, en la ladera del valle del alto Jarama, es singular por el número de grandes árboles, y tendríamos que alejarnos muchos kilómetros que aquí para encontrar una formación parecida. Es muy difícil encontrar en otro punto de la Península y en una superficie tan pequeña como ésta, casi un millar de árboles que sobrepasan los 75 centímetros de diámetro. Eso sólo ha sido posible porque han pasado muchos años sin ver el hacha. Eso es lo que hace singular al hayedo, el ser un bosque milenario con una gran diversidad de árboles, que tras el cese de la actividad agraria tradicional, particularmente la extracción de leñas y el ganado, ha sido capaz de recuperarse. Es un bosque que en palabras científicas tiene una enorme capacidad de resiliencia, o de recuperar situaciones previas.
—¿El cambio climático le afectará?
—Ese tipo de fenómenos los miramos a escala humana, cuando estos árboles llevan allí milenios. Y si tuviésemos el registro climático de los últimos miles de años veríamos que ha habido sequías mucho más intensas que ahora y fríos más fuertes, pero también épocas de gran calor y muy secas. De manera que un árbol que tiene que vivir mil años está preparado para superar todo tipo de grandes contrastes. Pero para eso es necesario que el número de árboles que se reproduzcan sea muy grande, para que se genere una gran diversidad, que proporcione las combinaciones de genes que garanticen la supervivencia en un territorio amplio y muy heterogéneo, en las zonas más secas, más cálidas, más altas... La variación ambiental es lo que hace de Montejo un lugar privilegiado, como muestra la existencia de robles, hayas, acebos, serbales, olmos, fresnos..., una enorme variedad de los árboles que por tamaño y edad controlan verdaderamente la vegetación en ausencia del hombre.
—Después de tres décadas sin intervención, ¿cuál va a ser la gestión en los próximos años en el hayedo?
—Ahora mismo no hay gestión, en el sentido de que hasta ahora se ha limitado a la no intervención. Pero conseguir que las hayas centenarias, o las que superan el medio siglo, no se nos mueran, sólo se logra con intervención. Si no, acabarán en el suelo en un periodo de tiempo relativamente corto, como ha ocurrido en los últimos 20 años, cuando murieron más de 300 hayas. La gestión debe ir encaminada a lograr retener, si es posible cien años más, los viejos árboles.
—¿En qué estado se encuentran ahora nuestros bosques en general?
—Nunca ha habido un momento mejor para los bosques que en la actualidad. Un país desarrollado presiona mucho menos sobre sus productos básicos, como la leña. Hoy día calentar la comida o la calefacción con leña es una práctica casi inexistente porque tenemos otras fuentes alternativas. Por otro lado, los bosques se han ido densificando en general al haberse reducido sensiblemente en muchas zonas la utilización del ganado, responsable de la enorme reducción de nuestra masa forestal por una cuestión muy importante: el ganado necesita comer las hojas a la altura de su boca y un árbol no era rentable en ese sentido.
—No fue una gestión muy sostenible...
—Bueno hubiera sido sostenible si hubiéramos seguido teniendo los bosques. La realidad era que las poblaciones aumentaban y cada vez había un mayor desequilibrio que nos llevó a los paisajes totalmente deforestados a comienzos del siglo XX. Eso se ha cambiado. La gestión sostenible consiste en compatibilizar todos los usos que podemos darle al territorio. Y hoy día la sociedad es fundamentalmente urbana y busca unos valores que ya no son los demandados en una época en la que el 60 por ciento de la población española vivía del monte. Hoy día el bosque ya no genera puestos de trabajo directos y sin embargo sí es el motor de otros indirectos que valoran otro tipo de aspectos. Las estructuras son las mismas, pero han cambiado los usos.
—En política forestal, ¿cómo estamos?
—Hoy día, está abandonada. Los campos y en general el medio rural están totalmente despoblados, son desiertos humanos cinco días a la semana y diez meses al año. Y eso genera problemas muy importantes. Hay que tratar de valorar nuestros montes.
—¿Los gobiernos están por la labor de plantearse estas cuestiones?
—Se lo plantean, pero el coste necesario para acometer actuaciones es muy importante, aunque contribuyen a fijar población. Tienen que valorar pros y contras de unas y otras y medidas.
—En muchos puntos de nuestra geografía, la encina, nuestro árbol mediterráneo emblemático, se está secando, ¿a qué se debe?
—Al uso que ha hecho el hombre del territorio, sobre todo la intensificación. El más llamativo ha sido la utilización de todos los acuíferos, que se han agotado. Y eso ha generado que las capas superiores del suelo, que antes estaban muy interconectadas formando una red, se sequen. Y donde había encinares se ha producido una seca generalizada porque ya la situación hídrica no es la misma de antes. Esa práctica problemática favorecida por parte de los Gobiernos, de potenciar el regadío para dar productos que no son competitivos, utilizando un bien que es común a toda la sociedad como el agua del subsuelo, no ha sido una buena política.
—¿Pondrá en peligro los encinares?
—No, porque en los últimos siglos, como la encina era muy importante para el campesino porque proporciona la mejor leña, rebrota muy bien, y produce ramón y bellota, había tenido una expansión que la ha llevado a ocupar terrenos que no eran los suyos, aquéllos donde el freático estaba más reducido. Pero es un problema para los que tienen un encinar y se le está muriendo. La seca es generalizada, pero no en todo el territorio. Aquellos que siguen manteniendo unos niveles de freático importantes no tienen problemas, pero son los menos.
—Se culpaba de la seca a un escarabajo protegido, el capricornio de la encina…
—Los escarabajos son en general parásitos de la debilidad, no son los causantes. Al contrario, son necesarios para degradar esa madera. Si la muerte de encinas es muy grande, hay un recurso trófico que permite que aumente la población de estos insectos. Sólo están denunciando que las encinas no estaban en buen estado, pero no son la causa.
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