Al menos en los casos de la encina y el alcornoque, según un estudio del Jardín Botánico de Madrid (CSIC).
La encina, el alcornoque y el acebuche son las especies arbóreas dominantes en la mayor parte de los Parques Nacionales de la España continental. Los tres árboles presentan una diversidad genética muy elevada en comparación con la de otros países.
Los Parques Nacionales ocupan menos superficie que los espacios no protegidos. Además, no han sido creados sobre la base de la diversidad genética de la encina, el alcornoque y el acebuche. «Hasta ahora no se había valorado en su conjunto la gran importancia económica y ecológica de los niveles de diversidad genética de estos árboles», explica el Dr. Pablo Vargas, del Jardín Botánico de Madrid (CSIC). «Un porcentaje muy alto de la diversidad genética, un 95 por ciento, se mantendría dentro de la red de Parques Nacionales aunque desaparecieran todos los encinares y alcornocales de los espacios no protegidos de España», comenta Vargas. La Fundación Biodiversidad, dependiente del Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, ha respaldado durante cinco años el trabajo del investigador y su equipo.
Material de los viveros
«Es frecuente observar que dos poblaciones de la misma zona albergan genotipos muy diferentes», comenta Vargas. Ordesa, Cabañeros o Sierra Nevada son sólo algunos ejemplos.
Uno de los intereses del estudio reside en entender qué encinares, alcornocales y acebuchales son genéticamente más diversos y, por tanto, más apropiados para la reforestación. En la actualidad, se queja Vargas, se recurre en exceso al material de los viveros de origen desconocido para plantar, por su precio y disponibilidad. «La enorme variedad de estirpes que se han detectado en regiones como Andalucía no se adecúa siempre a todos los medios ecológicos donde se quiere repoblar», subraya el investigador del CSIC.
Por eso, una buena gestión forestal que incluya la consideración del acerbo genético es fundamental. «Sobre la encina, el alcornoque y el acebuche pivotan los ecosistemas más valiosos de España», señala el informe. Vargas considera necesario establecer una denominación de origen genético para los plantones: «Se ahorraría dinero y se proporcionaría a la larga una mejor calidad a los montes».
La seca
Tala, deforestación, cambio en los usos del suelo, aumento de la temperatura…. Son muchas las amenazas a las que se enfrentan los bosques. Pero la seca, un hongo procedente del eucalipto australiano, es la que está arrasando las masas forestales de encina y alcornoque.
No hay un remedio efectivo para erradicar el agente patógeno, que se ha extendido desde el norte al sur de Europa, pues el grado de afectación es variable. O bien el árbol muere de forma súbita en cuestión de semanas. O su decaimiento es lento, ya que empiezan secándose las ramas periféricas.
En las primeras fases de la enfermedad los productos fosforados pueden resultar efectivos. Sin embargo, los propietarios de los ejemplares afectados consideran este tipo de tratamientos demasiado costosos. El «amarronamiento» o la aparición de grietas alargadas y circulares en la corteza indican que la lluvia o los insectos han depositado las esporas del hongo en la encina o alcornoque. «La solución está, nuevamente, en la naturaleza, donde estirpes genéticamente más competitivas pueden sobrevivir a los ataques más agresivos de la seca», apunta Vargas.
Diversidad oculta
El nuevo reto en conservación consiste en detectar la biodiversidad oculta, aquella que es crucial para la supervivencia de los organismos ante múltiples escenarios de cambio, como el calentamiento global.
La aproximación genética realizada por Vargas y su equipo —técnicos de laboratorio y de campo tanto en Madrid como en Sevilla, división liderada por C. Herrera— les llevó a analizar más de mil árboles.
