Arranca el juicio a la heredera de L'Oréal

Françoise Bettencourt-Meyers, casada con el nieto de un rabino deportado en Auschwitz, millonaria ella misma, incluso antes de heredar, acusa al “amigo íntimo” de su madre de haber “abusado” de la fragilidad mental de una anciana para hacerse “regalos” evaluados en más de mil millones de euros, entre 1990 y 2000.

Banier no niega haber recibido “regalos” y “donaciones”, pero estima que no “abusó” de su “amiga íntima”: afirma haber aceptado regalos que Liliane Bettencourt le ofreció “generosa y libremente”.

Liliane Bettencourt también contesta las denuncias de su hija, contra quien ha decidido querellarse. Ese segundo proceso sigue su propia instrucción, prólogo a otros terceros y cuartos procesos, que irán sucediéndose jurídicamente, con un calendario políticamente inflamable.

El primer proceso pudiera aplazarse, por razones “técnicas”: la publicación de conversaciones confidenciales, grabadas por un mayordomo (despedido sobre la marcha, con una indemnización superior a los 250.000 euros), introduce elementos de juicio que alguna de las partes (el fotógrafo) pudiera desear estudiar con detenimiento, para mejor defenderse.

El proceso Bettencourt-Meyers-Banier solo es el prólogo judicial del laberinto jurídico del escándalo Liliane Bettencourt, cuya fortuna se evalúa a unos 17.000 millones de euros.

El abogado de la ultra millonaria ha comenzado por denunciar un “proceso nauseabundo”, pidiendo informalmente un “aplazamiento”. Los abogados de la hija y el fotógrafo no descartan, tampoco, el posible aplazamiento del proceso. El Tribunal de Nanterre ha tomado medidas policiales y judiciales de excepción.