Suscribete a
ABC Premium

El gatillo de Rajoy

EN el clásico cine del Oeste abundaba el personaje del manso cabreado. Un tipo tímido y apacible -el papel lo bordaban Alan Ladd y Jimmy Stewart-, un apocado granjero o un retraído petimetre del Este al que chuleaban los pistoleros con recochineo y petulancia hasta ... que le hervía el radiador, se le mudaba la expresión timorata y desenfundaba un Colt con cara de muy mala leche. En las sesiones dobles de los domingos, los niños de mi pueblo aplaudían cuando al «muchacho», como llamaban al protagonista, le entraba aquel arrebato entre iracundo y justiciero que dejaba el poblado limpio de forajidos antes de volverse a sus quehaceres lamentando haberse tenido que poner serio. La moraleja venía a ser que no hay peor cólera que la de los pacíficos y que toda paciencia tiene un límite.

Artículo solo para suscriptores

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comparte esta noticia por correo electrónico
Reporta un error en esta noticia