Alfredo Sáenz, el fin de una época

Es una de esas personas que pone orden donde no lo había y que devuelve oportunidades a los desastres. Riguroso por carácter y formación, Alfredo Sáenz genera confianza en los equipos que dirige. Cuantos le conocen bien aprecian su fiabilidad y buen criterio; por eso es el ejecutivo mejor retribuido, no por buscarlo.

Fue el alumno más brillante de la Comercial de Deusto de los sesenta, allí le retuvieron como profesor a tiempo parcial mientras en Tubacex, empresa puntera en aquel tiempo, innovadora y exportadora, ejercía como directivo para vender, financiar y abrir mercados.

A finales de los setenta le tentó la banca. Pedro Toledo, colega de la Comercial, tan brillante como él, le invitó a ser banquero. Justo cuando otro de sus profesores, Agustín Rodríguez Sahagún, le convocaba en Madrid al Ministerio de Defensa. Eligió la banca, el Vizcaya, que pasaba por problemas resueltos con profesionales muy competitivos, de los que Sáenz fue líder.

Estuvo en la recuperación de bancos en crisis durante los años ochenta, con papel estelar en Banca Catalana. Los del Vizcaya se acreditaron como gestores de bancos averiados: Berroeta, Luzón, Portela, Gómez Roldán... Y con esas credenciales el Banco de España reclamó a Alfredo Sáenz para presidir y gestionar Banesto tras su intervención el 28 de diciembre de 1993. Luego, Botín compró Banesto con su presidente dentro, para ocuparse de todo el grupo Santander y construir uno de los principales bancos del mundo.