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POR CARRETERAS SECUNDARIAS

¿Qué piensan los poetas españoles de hoy?

El silencio y el frescor de la mañana en el patio del castillo de Segura de León compensan de la última noche extremeña, que ha sido toledana a pesar de pasarla en Badajoz

CORINA ARRANZ

ALFONSO ARMADA

El silencio y el frescor de la mañana en el patio del castillo de Segura de León compensan de la última noche extremeña, que ha sido toledana a pesar de pasarla en Badajoz . Una radio lejana resalta la calma provincial, de novia siria (como las que retrata en su Elogio del odio el novelista sirio Khaled Khalifa), que no ha conocido todavía la hiel del desengaño, el puñal del hombre. Salimos por una larga calle empinada, sitiada de casitas blancas con enagua gris a ambos lados. El sol madrugador refleja en las fachadas que dan a mediodía las siluetas de los tejados y de los balcones, irregulares como proyecciones de un artista enamorado de las geometrías, un Giorgio de Chirico extremeño , y en cada sombra imaginamos al pasar sin tiempo para llamar quedo en cada puerta una biografía de afectos y penas que nadie va a contar. Es como un pasamanos efímero en el que confiar ahora que estamos a punto de volver a la carretera. Por la BA-092 arribamos a Fuentes de León y su inevitable Centro de Interpretación. ¡Cuánta pedantería, cuántas pretensiones y dinero dilapidado por culpa de la cultura! Una epidemia. A los olivos, por una carretera jodía, sin apenas señales, despintada y sin límite de velocidad, saludamos. Cuando parece que se va diluir entre los árboles, entramos en Huelva , y con ella en la Sierra del Viento . La HU-9106 ofrece una finca llamada Chaparral antes de abrirse en una curva generosa por la que discurre el tendido del ferrocarril y se disipa un rebaño de vacas: para que las lectoras se acuerden de Clarín . Adiós, Cordera.

Cuando la vía se transforma en A-5300 entramos en Cumbres Mayores . Solo por el nombre ya apetece quedarse. ¿Qué mejor sitio para resarcirse del penoso desayuno del castillo? La suerte nos sale al encuentro en María Antonia , el primer café del pueblo. Churros de masa o de patata recién hechos por la propia María Antonia ante los ojos niños del cliente, mientras Fidel se encarga del café. El matrimonio se fue a Sevilla al calor de la Expo y allí se quedaron doce años. Él se dedicó a la construcción y apenas pudo ver crecer a sus tres retoños. Decidieron volver al pueblo natal y montar este café que por la tarde ofrece pescaíto frito. “Todos vuelven porque estos churros no repiten”. Damos fe. Mientras hablamos, en el televisor anuncian que el gobierno brasileño invertirá 56.000 millones de euros en nuevas líneas férreas y carreteras.

–Quien los pillara.

–Igual que aquí.

Aquí no hay ná de ná. Vamos a tener que volver al burro.

Fidel y su mujer se acogieron al plan de ayuda de la Junta a los pequeños empresarios para la compra de las máquinas que necesitaban equipar su nuevo negocio. “Pero después de completar todo el papeleo, nos dijeron que no había dinero”.

–Es lo que hay. No nos queda más remedio que aguantar.

Con el buen sabor de los churros en la boca seguimos viaje. Una bienvenida cordial a Andalucía . Como la Sierra del Viento. No nos desviamos a Encina Sola , a pesar de la tentación del nombre. Chopos, álamos, encinas. Desde la pista, La Nava parece un pueblo blanco que aprovecha el codo que hace la montaña, una cuña natural que la protege de los malos vientos. Del mismo modo que ya ha empezado Moguer a resonar con Juan Ramón Jiménez antes de llegar, el topónimo de La Nava nos trae recuerdos de Jaime Gil de Biedma: “No leer, no sufrir, no escribir, no pagar cuentas, y vivir como un noble arruinado entre las ruinas de mi inteligencia...” . ¿Cómo no pensar en nuestras propias ruinas, sobre todo en las de la inteligencia de un país que parece desahuciado? Las Chinas también son una tentación. Hay nombres de pueblos que son puro misterios. Dan ganas de entrar y preguntar si se llama así por las chinas del zapato o porque dos hermanas del país de Ai Weiwei decidieron instalarse en este rincón onubense. Mejor dejarlo en la incertidumbre, y ni siquiera recurrir a Google para salir de dudas. No conviene explicarlo todo.

No ofrecemos resistencia a la tentación de Jabugo . Demasiados años oyendo hablar de sus jamones como para no practicar el escepticismo radical de santo Tomás. Es una forma de reafirmar la devoción por el hermano cerdo y practicar una religión basada en el canibalismo. Un acto de amor supremo. La ración de jamón está a la altura de las expectativas, fe que sale reforzada . A la entrada, un agrimensor (¿o será un topógrafo?) provisto de un telémetro le toma la medida al paisaje. Cuando volvemos a la HU-8112 , el poeta disfrazado de matemático ha cambiado de posición y de esa forma su visión del mundo y nuestro recuerdo. Ciencia y pedagogía. Poesía y exactitud. Mientras orillamos Zalamea la Real , un pueblo grande que pastorea una torre que imita a la Giralda , nos alcanza el tuit que escribió Arely Díaz (@Arelitad) cuando más útil resulta: “Que el gusto es cristal del alma / pues su libertad pregona” (Lope de Vega, La dama boba, acto II, escena XVIII). Es lo que tiene la pasión radiodifusora de Ricardo Bada, siempre al quite como un socorrista de la gramática.

CORINA ARRANZ

El Odiel baja –y es una forma viciada de hablar- prácticamente seco. El recuerdo del wolframio y de Santa Cruz del Sil es demasiado reciente como para desviarnos a Río Tinto. Ya vamos bien de minas por esta verano. Después de tantas carreteras secundarias sinónimo de solitarias, la N-435 se va superpoblando de coches a medida que nos acercamos al mar. Uno de los grandes rituales del verano, del que hasta ahora nos hemos mantenido al margen. En Beas, los girasoles más que agostados parecen churrascados. Al sobrepasar Trigueros nos acordamos de que nos espera una dehesa de toros. Solo queda el desvío a Huelva , salvar río Tinto, que ya no hace honor a su mala fama y a su antiguo color, y que separa a Palos de la Frontera y a Moguer de la capital provincial.

Con lo primero que nos encontramos es con uno de los cementerios más acogedores de los muchos que llevamos admirados y donde Juan Ramón Jiménez y su paciencia, Zenobia Camprubí , encontraron el descanso eterno, y con la calle Antonio Machado. De los dos poetas no hemos dejado nunca de aprender, aunque fueran tan distintos sus talantes. Los dos hallaron la muerte fuera de España, consumidos por el exilio, aunque a Machado no le dio tiempo a que la amargura hiciera callo en el alma. El pueblo es una ciudad, pero hermosa como un pueblo que no ha perdido la conciencia de serlo, ni sus dimensiones, su limpieza, la blancura deslumbrante de las casas enjalbegadas, los remates de amarillo albero y sobre todo los patios interiores, hondos, para refrescar el cuerpo y el alma, y la altura armónica de los edificios: planta baja y primer piso, para que el cielo nocturno no se aleje, baje pronto, se acueste sobre la cama longitudinal de las calles con una colcha azul cobalto, fresca, que arropa como si fuera un segundo tejado de este Moguer deseado y deseante al que tanto hemos tardado en llegar sin saber muy bien por qué. Como no nacimos aquí, ni aquí pasamos amores y desamores, no pudimos ni soñar lo que Juan Ramón en Cuando yo era niñodiós, pero sí estamos en condiciones de compartir parte de lo que el poeta dice, siente y sueña:

Cuando yo era niñodiós,

era Moguer, este pueblo,

una blanca maravilla;

la luz con el tiempo dentro.

Cada casa era un palacio

y catedral cada templo;

estaba todo en su sitio,

lo de la tierra y el cielo;

y por estas viñas verdes

saltaba yo con mi perro,

alegres como las nubes,

como los viento lijeros,

creyendo que el horizonte

era la raya del término.

Recuerdo luego que un día

en que yo volví a mi pueblo

después del primer faltar,

me pareció un cementerio…

Como venimos con los ojos vírgenes no podemos saber cómo era lo que era cuando el poeta era niño, aunque nos creemos su desazón porque leemos el mundo a través de sus ojos que fueron niños y dejaron de serlo aunque todo el tiempo se empeñó en que nunca dejaran de serlo del todo. Antes de llegar pensamos, como hace años por tierras de Don Quijote , salir a preguntar a los vecinos qué habían leído del poeta y para qué servía la poesía. Antes de llegar recordamos cuando en tiempos de la España más dura Aguaviva grabó un hermoso disco que de vez en cuando, con algo de nostalgia de no sé muy bien qué, volvemos a escuchar: ¿Qué cantan los poetas andaluces de ahora? Por eso, al llegar a Moguer con los ojos abiertos como platos, añorando aquella luz con el tiempo dentro que todos los que fuimos niños pensamos que siempre había de ser así –la muerte nunca figura en los planes de los niños-, decidí hacerle una pregunta parecida a unos cuantos poetas españoles de ahora : qué cantan, qué piensan de esta hora que atraviesa España, y al mismo tiempo que compartieran con los ojos insospechados y desconocidos de los lectores un poema inédito. Mientras por la red, que puede ser una forma de luz, nos hacían llegar sus palabras desde rincones perdidos de España, íbamos leyendo por las paredes de Moguer, en azulejos iluminados con caligrafía azul, fragmentos de las obras de Juan Ramón (que no sé hasta qué punto a este gran vanidoso, poeta esencial donde los haya, le haría gracia la cosa) y hablando de él con sus vecinos.

En el número 22 de la calle de Cristóbal Colón, leemos: “Lo vi (…) desde la calle de la Cárcel, en la boca encharcada y nerviosa del Caño Grande, haciéndole señas sonrientes a los presos que se iban por los tejados del Ayuntamiento” (Entre sombras de mi infancia. El bizco Borges)

Eduardo Jordá: ¿Qué piensan los poetas españoles? Supongo que los poetas españoles no piensan nada distinto de lo que piensa el resto de la ciudadanía. Yo siento estupefacción y desconcierto, y tengo la dolorosa impresión de haber visto las letras fatídicas escritas en el muro, como ocurrió en el festín de Baltasar de la biblia: se ha acabado una forma específica de entender la civilización, se ha acabado la seguridad y se ha acabado la confianza en el futuro. Hay un “continuum” cultural y social que está en peligro de muerte. Y eso es malo . Pero también tengo la sensación de que la sociedad española estaba tan adormecida y anestesiada como el abúlico rey Baltasar de la Biblia. En cierta forma, se merecía lo que ha pasado, y lo digo con dolor y rabia, porque pienso en la gente que está pasándolo muy mal sin tener culpa de nada. Yo mismo me voy a trabajar a un college de Estados Unidos, o sea que no puedo estar muy contento. Pero cuando recuerdo que en España nos dedicamos durante años a reformar Estatutos de Autonomía y a discutir a gritos sobre una asignatura sin apenas importancia en el currículum (Educación para la Ciudadanía), o a pegarnos huesazos con los muertos de la guerra civil a cuenta de la Memoria Histórica , sin que protestara ninguno de esos intelectuales de izquierda que ahora están tan indignados y asqueados, es que habíamos llegado al grado cero de inteligencia crítica. Y así nos ha ido.

Terranova

Allá a lo lejos veo Terranova

desde este avión que está llegando a América.

Son las tres de la tarde, más o menos,

a este lado del mundo, aunque en Europa

es seguro que está ya oscureciendo.

Un contorno ondulante, tan borroso

como esa isla-pez de San Brandán

que idearon los monjes irlandeses

tras oír los relatos de un marino

sin duda enloquecido por la fiebre.

Estuve allí, hace tiempo, en otra vida.

Y ya todo el pasado es otra vida.

( Eduardo Jordá )

Había entrado a preguntar por la pensión Platero . Me había gustado la entrada, con celosía, como de un confesionario laico. Hay asociaciones absurdas, como que esa enrejado de madera que aisla dos veces de la calle, me recuerda al deambulatorio que el arquitecto Rafael Moneo construyó para la catedral de Los Ángeles. Es una desmesura. ¿Será por el alabastro, otra fuente de blanco, tan importante en ese templo? La cal es el alabastro de los pobres, y en Moguer abunda. Luis Felipe Alves Martins es el encargado de este bar, que resulta ser de propiedad municipal, hogar del pensionista. Cuando ni siquiera conocía su nombre, salió a la calle laminada por un sol poco piadoso, y me encaminó. Nació en Lisboa hace 57 años, aunque desde 1969 se siente un vecino más de Moguer: “Me gusta Juan Ramón Jiménez porque tenía talento. Todo lo que ha escrito era verdad. Aquí siempre se le ha criticado mucho. Aquí le tiraron piedras y le tenían por loco”. A la pregunta de si la poesía, en estos momentos, sirve para algo, este portugués de pelo completamente nevado, dice: “En estos momentos, para nada. Hoy en día nadie coge un libro. Ahí los tenemos puestos en la estantería, cogiendo polvo”.

Luna Miguel: Sobre la situación actual. No me siento capaz de definir la situación actual de nada si no es de otra manera que con palabras absolutamente feas, repetitivas y tremendas. Todo el mundo habla de penurias pero creo que mi generación sólo conoce esas penurias y por eso las asumimos de otra manera. Hay quienes sobrevivimos con menos quinientos euros al mes y eso ya es demasiada suerte. La suerte es poder independizarse, la suerte es poder hacer lo que uno quiere. Desde que acabamos las carreras salimos a este mundo con el listón muy bajo y cualquier logro para nosotros es aún mayor. Siento, sin embargo, que aún hay quien no se arriesga y la libertad sólo se alcanza arriesgándose, pues nada tenemos que perder: es de la nada de lo que venimos. Pero también está la esperanza, la literatura, o todo ese campo que se nos presenta en el horizonte con cosas por hacer. Trabajar y luchar por lo que a uno le gusta respetando siempre al otro. Hay que dejar de ser vagos. Me gusta el grito en la calle pero también me gusta el grito traducido en creación y trabajo. No sé cuál es mi lucha porque hay demasiadas luchas, pero procuro encontrarla. Hacer cuanto puedo.

Despertar en la Rambla del Raval

(del libro inédito Los estómagos )

No sé si sabes que por las mañanas el portal de nuestra casa huele a carne, que en la acera el pollo se amontona en cajas de plástico junto al contenedor de vidrio, y que las vacas y los corderos esperan tendidos en el suelo, mientras alguna gaviota picotea las cuencas de sus ojos aparentemente muertos.

–Te lo cuento porque ya no me da asco.

Ya no temo ese lugar en donde las moscas

Pequeñas

bailan en espiral

chocándose

las unas contra las otras

en celebración de la leche vertida

las moscas van hacia el deshecho

hacia el excremento

pero también danzan en la carne

anidan en ella

se quedan, para siempre,

en el hueco coagulado de su sangre.

No sé si sabes que los gatos eran bestias cazadoras, que los perros se creen iguales al hombre pero más desgraciados. No sé si sabes que los hombres desprecian lo viviente atreviéndose a adorar iconos invisibles. La cuestión…

la cuestión…

la cuestión no es Qué hago aquí

sino

Qué hago Ahora que me han traído a este lugar.

Hay hilos que se arrastran por la acera.

–Te lo cuento porque es irremediable.

( Luna Miguel)

No ha tenido suerte Moguer con las estatuas. La que le dedicaron a Juan Ramón, en la plaza del Cabildo , una plaza donde saborear los deliciosos helados de Jijona de la esquina. Es como un inmenso pisapapeles sin gracia, letal por su literalidad, un poema de plomo que jamás podrá levantar el vuelo. Acaso esté en sintonía con la relamida fachada municipal, sus verjas y sus lámparas, historiada de “amarillo plaza de toros”, como precisa el dueño del bar Alkimia , en la plaza mas animada de todas las noches, la del Marqués, donde está sola la estatua de Zenobia , con su libro de Tagore entre los brazos. No es tan pretenciosa como la de Juan Ramón, y acaso le haga algo de justicia. Pero su afán realista es una forma de matar su espíritu. Al cabo de un rato vuelve el dueño, que es extranjero y dice:

–Ya me acordé. Es albero. Amarillo albero.

Javier Villán : Los poetas de ahora. Lo cierto es que resulta pertinente traer a colación la pregunta de Alberti. No lo sé; la verdad es que leo muy poca poesía joven, casi nada. Sigo fiel a mis poetas de siempre: el 27, el 36, incluso a los socialrealistas tan vituperados y puede que no sin razón. Y a algunos de los 50, Claudio Rodríguez sobre todos de obligada y persistente relectura. Después creo que me paré en los novísimos, con la excepción áurea de Pere Gimferrer . La situación actual del mundo no parece que les preocupe, en sus versos, a los “poetas de ahora”. Pero insisto que no sé…A lo mejor hay por ahí escondido algún Maiakovski (“que callen los oradores/ camarada Mauser tiene usted la palabra”) o un Miguel Hernández de Viento del pueblo.

Poema; o lo que sea

Ni el cáliz ni el rubor ni los jazmines

nos darán la fragancia de estos días.

No existen los aromas ni las hojas.

El hedor es la huella

de esta impostura cafre

y de una democracia pervertida.

Ha estallado el estruendo y la barbarie

la guerra sin cañones ni pistolas.

Pero los muertos hieden de papel moneda,

crecen como flores de cactus

y no nos damos cuenta.

Alemania recuerda la humillación de Versalles

y la partición cuatripartita.

El check point y otras fronteras.

Nadie previó esta desolación de la venganza.

Nadie: ni el corporal, ni la patena ni el responso.

Nadie previó un espejo inmaculado

cuando la reunificación.

Cuando los cascotes del Muro de Berlín

volaban como alondras

y la gente creía que en su pico estaba la felicidad.

( Javier Villán )

Tomo por Instagram una fotografía de Moguer (un hombre que camina con dificultad entra en campo por la izquierda, una mujer vestida de rojo lo hace por la derecha. Me gusta el fondo, la pared blanca, el banco expedito, el arbolillo. Y el nombre de la calle, Pepe Rebollo, que se lee bien nítido a la izquierda. Podría ser un decorado para Esperando a Godot). Poco después de subirla a Twitter y a internet, me llega un mensaje de Pablo Noja Díaz : “Amigo Alfonso, ¡esta foto está a 50 pasos de la calle en la que me hice persona! Soy moguereño, aunque ahora viva en Trigueros, es decir, a 12 km de Moguer. Es una pena que hoy tenga que salir de viaje (podría mostrarte las tierras rojas que bañan el río Tinto). El lugar que has fotografiado es El Monturrio , un capitulo de Platero y yo. Es un guiño sorprendente de la realidad que el paseante de la izquierda sea sordomudo (le conozco) y el nombre de la calle honre a un cantaor de flamenco, también moguereño”. La fotógrafa hablaría de fractales. Yo no sabría qué decir, salvo constar el asombro, y seguir el paseo.

Almudena Guzmán: Me parece que España, en julio y agosto, está con la calma chicha que precede a la tempestad. La única solución que veo para que no naufrague es que los capitanes de todos los partidos políticos firmen un armisticio en la tormenta de septiembre para enderezar el timón, achicar el agua y salvar entre todos la nave. O que marineros y grumetes se rebelen y les obliguen a hacerlo para poder llegar por fin a esa tierra firme que cada día parece estar más lejos.

Tengo que sacarme las balas del pecho,

atreverme a subir al andamio,

limpiar el polvo y el futuro incierto

que cubre mis calles.

Estoy en reconstrucción como El Líbano.

( Almudena Guzmán )

corina arranz

“Me gusta Juan Ramón. Noto la añoranza de su pueblo. Porque se tuvo que ir. La vida aquí es buena, y tenerse que ir a un país extraño no es fácil. Lo sé por mi hijo que está en Irlanda. Para él tuvo que ser durísimo”, dice José Antonio Moreno , dueño de la tienda de lámparas y textiles Santa Ana, en la calle Andalucía. Nacido en Moguer hace 61 años. “En lo hondo de su corazón siempre estuvo Moguer. La suerte suya fue su señora. Le pongo un notable. Ella supo sacarle ese don que tenía, porque él tenía un don fuera de lo normal”. José Antonio va a la trastienda y trae unas fotos de su padre, romero del Rocío, y de él, niño, en sus brazos, en una carreta. Él cree que “la poesía sirve y servirá para siempre”, y lo dice sin la menor duda, junto a la lámpara marroquí de fantasía que está reparando con un martillito, mirando a los ojos de su interlocutor. A la puerta de su tienda, un platero de piedra, gran bibelot a la altura de los que fabrican de Tintín y Milú, compañero de viaje para fetichistas.

Anxo Pastor: Esta atmósfera que expresa la niebla, la incertidumbre de estos tiempos en que nos cercan la intemperie y el miedo

Lobo

Huye invisible lobo

envuélvete en el nido de la niebla

cruza esa gruta

de los oscuros días

Huye

Aléjate

mira el perfil lejano

de la nube y el abedul

y cómo el mar pule su blancura

Extraño de ti mismo

Huye

lame con tu lengua toda esta tierra

hazte mañana

primera nieve

( Anxo Pastor )

Camino de la playa de Moguer se llama Mazagón, antes de dejar el pueblo atrás podrás alimentar a tu burro mecánico en una estación de servicio que se llama –¿cómo podría llamarse de otra forma?- Platero, uno se cruza con los campos de fresas, ahora envueltos en plástico, como un presente de codicia, y por el camino donde los coches van y vienen de la mañana a la noche porque es verano y ese es el destino nos cruzamos con labradores negros que van y vienen a los campos en bicicleta, por el andén estreno, jugándose la vida. ¿Qué hubiera dicho Platero de ellos, qué poema hubiera escrito? Vamos al mar cuando el sol ya empieza a bajar, hacia la vertical de Huelva y más allá, hacia Nueva York, adonde fue el poeta con Zenobia y de aquel viaje vino con otro libro bajo el brazo, Diario de un poeta reciéncasado . En la playa, un niño hace un castillo e imagina. Escribe Juan Ramón:

A veces, me ahoga el mar el corazón,

hasta los cielos mismos.

Mi corazón ahoga el mar; a veces,

hasta los mismos cielos.

Antonio M. Figueras: Por primera vez aquel mantra de Sex Pistols, No future, comienza a tomar cuerpo en las vidas que nos quedan. El hombre lleva asomándose al abismo desde antes incluso del Big Bang. Pero siempre ha tendido hacia el mañana. Parece que ahora vivimos en tiempos de demolición. No hay referentes morales. En España los intelectuales son de Sálvame. La poesía es lo que nos queda para intentar dar forma al caos. Esta crisis podría ser una gran ocasión para purificar la política y las relaciones económicas. Pero lo previsible es que seamos un poco más miserables.

La puta metódica

Paseando por callejones inmundos

descubrí a la puta metódica

de la que hablaba Descartes.

Pospuse la locura conveniente

para otra vida.

Proseguí el paseo,

paralelo al río y perpendicular

a los ojos del viento.

Al otro lado del puente,

las mujeres llevan

penachos azules

y los hombres se levantan

sobre su miseria.

Horas muertas,

sin futuro,

sin historia,

sin tiempo.

Hay quien arrastra el hambre

desde antes de que mataran a JFK.

Hay quien lleva perdiendo

desde que Gil de Biedma

escribió Pandémica y Celeste.

Lo dicen los libros.

( Antonio M. Figueras )

La barrendera se llama Francisca Quintero y barre muy bien. ¡Ay que ver lo bien barrido que está Moguer, que hay que buscar un papel en las calles relimpias y estrechas, donde no pintan nada los coches, que no se pensó este pueblo para los coches sino para los burros y para los peatones, que vamos siendo, ojalá, la misma cosa! Nacida en Moguer hace 52 años se para un momento ante la misma estatua del bardo, pero ni caso le hacemos. Dice que leyó Platero y yo en la escuela, como casi todos, como nosotros, que ya nos vamos haciendo viejos. ¿Lo siguen leyendo los niños de hoy? Ella no sabe si la poesía sirve para algo, pero sí que “lo que hace falta es que los políticos hagan su trabajo”. A ella le cuesta leer: “Me quedo dormida. Es coger un libro y caerme rendida. Pero me pasa lo mismo con la tele. ¡Salvo trabajar, qué es lo que va a hacer una!”.

David Castillo: La situación parece un desbarajuste absoluto, pero no lo será tanto. Si salimos de esta –¿podríamos quedarnos así?-, los trabajadores y la clase media habrán perdido lo que costó un siglo conseguir.

Los esqueletos de las obras no te dejan ver el bosque

A cámara lenta pasa el dolor,

tanto si tienes grandes ambiciones

o una mentalidad de gato de terrado.

No me subscribí nunca a la obediencia,

menos a la protesta gratuita.

Recomendar era un vicio narcisista,

la proyección de los egomaníacos

depositarios de la razón exhibida impúdicamente.

Banderas siempre con armas,

no este mar tranquilo de la playa de Badalona

en día laborable.

Te buscaba antes de saber quien eras.

De hecho, te compré el vestido negro en Broadway

con el presentimiento que picarías a mi puerta,

un vestido sexy para mi cenicienta rusa,

herencia del Nueva York visionario.

El interruptor te encendió como un fluorescente.

Estás tan buena que no me canso de decírtelo.

El taxista habló de horadar la realidad,

y apareciste tú.

( David Castillo )

Ella pide acedías para comer. Yo, huevas aliñadas. Las huevas me recuerdan a mi madre, al mar de Vigo, a la lluvia, a los barcos de banderas maravillosas en los que quería embarcarme sin saber por qué. “La plaza del Pescador. Donde los vendedores que acaban de llegar de la ribera exalta sus asedías, sus salmones, sus brecas, sus mojarras, sus bocas…”. A las acedías le llama asedías. Y las mojarras, sin esperarlo, y menos aquí, aunque al exilio americano se fue por culpa de la noche que cayó sobre España al final de la guerra civil, nos acordamos de las mojarritas que pescaban los mexicanos en la playa de Tijuana, junto a la frontera sarnosa, de hierro viejo, que se internaba en el mar, como para separarlo. El pescadero no lo parece, o no encaja en los cánones de los viejos pescaderos. Pendiente en el lóbulo, que le va horadando con un botón negro, como la tapa de un pozo raro. Y tatuado, que es otra forma de escribir poemas… en el cuerpo. Se llama Santiago Pacheco , nació en Moguer, como todos a los que preguntamos sin saberlo antes, y aquí no hacemos trampas, y tiene 31 años. Leyó Platero y yo en la escuela: “Hay que leerlo”. Dice de él: “Es el gusanillo de nuestra tierra”. El mercado está apagao. Languidece. Tal vez por eso, o no solo por eso, respecto a si la poesía sirve para algo, no tiene el pescadero pelos en la lengua: “Yo creo que no. Eso es un consuelo de tontos”. Todo lo contrario que Teresa González , que viene caminando por la cuesta con su nieta de la mano: “Claro que sirve. ¿Cómo no va a servir?”. Nacida en Moguer hace 73 años, leyó a Juan Ramón Jiménez, a pesar de que es “de poco leer. Yo vivía donde Tontito y Pelota”. Dice que le gusta, cómo no iba a gustarle si: “Es el poeta de mi pueblo. Le tengo que defender. Habla muy bien de Moguer. Moguer es muy bonito, tiene iglesias bonitas: San Francisco, Santa Clara, Nuestra Señora de la Granada …”.

CORINA ARRANZ

Ernesto Pérez Zúñiga: Al poeta corresponde la atención, previa al lenguaje, que descubre las máscaras de la realidad. El baile de disfraces que hemos inventado ha dejado de funcionar y eso nos asusta. La sociedad reacciona cuando la prosperidad del baile se acaba. Entonces, como recién llegados, somos conscientes del engaño. Lo que llamamos sistema social y económico es una ficción elegida, consensuada –llena de beneficiarios y perjudicados-, que se puede sustituir por otra. Las grandes ciudades son un ejemplo fascinante: pueden llegar a parecer la única realidad que nos rodea, su entidad parece previa a la naturaleza, y no son más que construcciones donde vivimos, aunque con una larga historia. Podían ser otras, y podríamos vivir de otra manera. La sociedad de consumo va desprendiendo un inmenso basurero, material y ético. La España del ladrillo es otro ejemplo de esa gran mascarada, que ha llenado los espacios vacíos en apariencia (naturales) de construcciones destinadas finalmente a un vacío real, a no ser habitadas, y a un precio desorbitado, especulativo (ficticio). Al poeta corresponde desenmascarar entonces, señalar, desmitificar esos conceptos que parecen sagrados, inamovibles, nuevos dioses: el Mercado, la Globalización. Encontrar nombres válidos para contenidos válidos. Creo que seguimos a tiempo de mejorar nuestro modelo de convivencia a través del pensamiento, la lectura y la acción consecuente y ética: renovar la democracia, el equilibrio entre libertad y trabajo, los derechos que nos igualan, y realizar una urgente modificación de nuestra manera de vivir de y en la naturaleza (nosotros mismos somos naturaleza, bajo nuestras máscaras). Aparte del trabajo individual, hay nuevas opciones políticas, como Equo , que están haciendo propuestas muy interesantes en esta dirección.

Dante hace turismo

A mis pies los tejados de Dite. Las ventanas

con diablos melancólicos. No saben

qué son y fuman

hacia el viento helado.

Hay brujas que cabalgan en banderas

y ondean símbolos vacíos.

Las torres de los templos

trepan por una ciénaga de círculos

cantando pensamientos y razones,

deseos sistemáticos, conceptos

de cada mundo y fe en el pasado.

“Quiero vivir otro año”, reclama un replicante.

Un sonido eléctrico chirría por la lluvia.

Yo debería haber sido

brazos, cabellos, labios, ojos

cerrados, como aquel búho que duerme

sin sangre. Yo seré

la tela que se va desdibujando,

ese fantasma que pasea

abajo en la ciudad,

su piel de luz ninguna.

Aquellos superhéroes tropiezan con sus máscaras.

( Ernesto Pérez Zúñiga )

Junto al guarnicionero, que parece guardar las esencias, y los olores, de los oficios que se pierden como se pierde el aliento, un salón de belleza intenta otra forma de poesía. Solo transcribo lo que leo:

Stylo Unico Salón de Belleza

Depilación – Acné – Fotorejuvenecimiento

Vascular – Depilación

definitiva – Láser IPA

Tarifa plana

Fotodepilación por zona y sesión 30 euros

Línea Treyball

El Gym Insahalla promete mejoras instantáneas. No está muy lejos de nuestra pensión, en la calle de la Aceña : “Desde la calle de la Aceña, Moguer es otro pueblo. Allí empieza el barrio de los marineros. La gente habla de otro modo, con términos marinos, con imágenes libres y vistosas” (Platero y yo). Esperábamos mucho de nuestra pensión. ¡Con ese nombre! Pero el recepcionista maltrata al niño que no deja de hacernos preguntas. ¿Cómo no iba a hacerlo si es un niño y tiene en los ojos toda la curiosidad del mundo? Es el anti-Platero este recepcionista que tal vez ha sufrido y por eso tiene aires de protagonista de una película de Hitchcock que nadie que la haya visto ha podido jamás olvidar. Sobre todo cuando se ducha. ¿Por eso cerramos la puerta a cal y canto? Dejémoslo aquí, que estando de parte de Juan Ramón y de Moguer no queremos hacer daño. Pero que no le siga hablando al niño así…

En la casa en la que pasó su infancia y adolescencia encontramos rastros del poeta y de Zenobia por todas partes, no en vano está amueblada y llena de sombras y libros y objetos y palabras porque fue la casa que el poeta y su musa y su secretaria y su paciencia dejaron en Madrid cuando se fueron al exilio para siempre. “Hemos reducido los sentidos a cinco”. Pide más: “Todos los sentidos en todas las artes, o, si se quiere: ningún sentido”. Copio de oídas. De la película que le ponen a los visitantes antes de dejarles que se adentren en la casa, busquen sombras tras las cortinas, se maravillen de los zapatitos blancos de Zenobia, las traducciones de Platero y yo a tantos idiomas, y de las baldosas, que son un ajedrez muy cándido sobre el que bailar o pensar una rayuela o jugar a buscarle las comas y las jotas al poeta. Vamos a la librería/imprenta de enfrente y allí nos encontramos con María Ángeles Borrero , de 45 años, “cuarta generación desde que la imprenta se fundara en 1894. Claro que Juan Ramón venía aquí”. A ella el poeta, Platero y yo, su poesía le parecen “indispensables. Cuando estoy aburrida cojo Platero y yo y se me saltan las lágrimas. A mí me relaja mucho leerlo. No sé si a los demás les pasará lo mismo. Pero para alegrarte un poquito tienes que leer sus poemas para niños y adolescentes. Porque Juan Ramón es un poeta muy triste. Los poemas de eternidad tienen mandanga”. Todavía conservan en la casa, que sigue siendo imprenta, que sigue siendo librería (allí volvemos a comprar el libro), el cristal amarillo del que hablaba el poeta en una cristalera. “Nos tendíamos en la terraza y veíamos todo lo que ocurría en la calle. Y Juan Ramón veía lo que pasaba en la casa de enfrente, donde vivía la tísica. Esta calle siempre ha sido un imán para los niños”. La tísica era la sirvienta que vivía con dos antepasados de María Ángeles. Ella estuvo con los dos, y los dos enfermaron, y los dos murieron. “Mi bisabuelo era hermano de los muertos”.

Juan Ignacio García Garzón (aunque es poeta, no manda poema, pero dice): Un inveterado pesimista como yo es en el fondo un optimista emboscado que cree que la situación que atravesamos no es tan oscura como algunos augures proclaman. La experiencia nos ha demostrado que todo es susceptible de empeorar , así que no debemos de estar tan mal; o, dicho de otro modo, podríamos estar aún peor. Llueven chuzos de punta y no parece que vaya a escampar en breve. No sé si en algún otro momento de nuestra historia la clase política ha estado tan desprestigiada como en este, y tampoco sé si la cosa tiene otro remedio que el descabezamiento, siquiera simbólico, de esa casta engreída y desdeñosa, más preocupada –me consta por amigos que trabajan cerca de cargos oficiales y en ambientes parlamentarios- de que no le huela el propio culo a pólvora que de los asuntos nacionales e, incluso, de partido. Hay tanta propensión al simulacro y a los actos pintoresco únicamente concebidos con el propósito de chupar cámara, que asombra que el barco permanezca aún a flote, aunque sea con vías de agua. La Prensa, ¡ay!, se mueve, salvo honrosas excepciones, que las hay, en un seguidismo lacayuno que oscila, según la veleta ideológica de cada cual, entre el elogio acrítico y la oposición orquestada que trata siempre de arrimar cualquier ascua a su sardina, venga a cuento o no. Tal vez los artistas pudieran estructurar alguna respuesta, concitar alguna luz, un desafío, un ¡hasta aquí!, un diagnóstico llameante, un rataplán orientador. Puede que alguno lo esté haciendo. Pero uno, kantoriano confeso y conocedor del paño, solo puede repetir con el polaco ceñudo: ¡Que revienten los artistas! (Lo que también sería una forma de responder)”.

Se va el día en Moguer, se encienden las calles. Pero con luces que no espantan del todo a las estrellas. En un poema que se titula Andando, escribió Juan Ramón Jiménez

Andando, andando.

Que quiero oír cada grano

de la arena que voy pisando.

Sé que no es lo mismo. Que por muchas carreteras secundarias y pueblos perdidos por los que pasemos y en los que preguntemos, no es lo mismo ir andando, ni a caballo, que en coche. Aunque vayamos despacio. Pero yo quiera que este ir así por carreteras de segunda, tercera y cuarta categoría fuera como ir andando, andando, para oír casi cada grano de la arena que vamos pisando. En la casa en la que el poeta pasó años dichosos, delante de su máquina de escribir, con el papel metido, esperando sus dedos afilados, su intelijencia, se me ocurre, dedicarle un poema, atrevimiento, como el de convocar a mis amigos, un poema:

poesía agua clara

pozo

sin sentido

palabra

sed y más

CORINA ARRANZ

Cada vez que he ido a Sudán me he acordado de Platero como si lo hubiera conocido e intentado acariciar a todo cuanto burrito se me ponía al alcance de la mano. La gente (niños, mujeres, hombres) me miraban perplejos, con un punto de ironía. Como si estuviera loco. Como si fuera un disparate mostrarle cariño a un animal que no lo mereciera. ¿Cuándo pondrán a Platero y yo en los planes de estudios de Sudán y de toda África? A cuenta de la asnografía, escribió Juan Ramón: “¿Ni una descripción seria mereces, tú, cuya descripción cierta sería un cuento de primavera? ¡Si al hombre que

es bueno deberían decirle asno! ¡Si al asno que es malo deberían decirle hombre! Irónicamente… De ti, tan intelectual, amigo del viejo y del niño, del arroyo y de la mariposa, del sol y del perro, de la flor y de la luna, paciente y reflexivo, melancólico y amable, Marco Aurelio de los prados… Platero, que sin duda comprende, me mira fijamente con sus ojazos lucientes, de una blanda dureza, en los que el sol brilla, pequeñito y chispeante en un breve y convexo firmamento verdinegro. ¡Ay! ¡Si su peluda cabezota idílica supiera que yo le hago justicia, que yo soy mejor que esos hombres que escriben Diccionarios, casi tan bueno como él!

Menchu Gutiérrez: Creo que vivimos en una huida hacia adelante desde hace mucho tiempo, que todo es política a corto plazo, y que esta crisis debería servir para entender que el problema es global y mucho más profundo. La única salida posible se encuentra en la cooperación, en todos los órdenes.

No puedo acostumbrarme al tren,

al fin y al cabo

el tren arrastra el paisaje por el cabello

y el cristal de la ventanilla amortigua

el grito de los árboles.

Hay violencia en la campana de vacío,

la serenidad de aquí hace daño en la distancia,

el ojo de la máquina taladra el paisaje,

y el túnel formado se llama ninguna parte.

Puede decirse que esto no es respirar,

el oxígeno se piensa,

el mismo vértigo en la cabecera del tren

que en el último vagón,

la escalera horizontal se sube y se baja,

travesaños que son huellas,

hacia adelante y hacia atrás: estela.

Esto no es respirar

tampoco es ver,

el túnel se hace y se deshace,

está aquí y está allí,

la imagen se hace con el ojo y el ojo claudica,

roe y es roído por el tiempo.

Perforados por nosotros mismos,

tan pronto vivos como muertos,

el tren no es una forma de vida,

en realidad no hay formas de vida,

no es posible acostumbrarse

y sin embargo la calma es real.

Mastico mis palabras,

digiero la oración

que es esta realidad,

palabras entre los dientes,

felices palabras envueltas en saliva,

manjar de mil lenguas

que sabe a sangre dulce y a nieve,

felices palabras que significan otras palabras.

Cuando despierto,

quizá cuando bajo del tren,

encuentro en la estación el bullicio de los geranios,

banderas rojas hacen señales a otro tiempo,

raíles calientes por los que se desplazan

los sueños de millones de viajeros,

andenes afanados en hacer brotar la primavera.

En el extremo del cuadro –¿despierta?-

te agachas a beber del manantial de monóxido de carbono,

llevas una corona de estrellas sobre la cabeza,

oyes caer las piedras en tu interior,

rebotan en costillas y vértebras,

acaban llegando a los pies

y allí se almacenan,

te preparas para dormir eternamente.

( Menchu Gutiérrez )

De la última página del libro, copio: “Platero, tú nos ves, ¿verdad? Platero, ¿verdad que tú nos ves? Sí, tú me ves. Y yo oigo en el poniente despejado, endulzando todo el valle de las viñas, tu tierno rebuzno lastimero…”. Ojalá.

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