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¿Era éste el auténtico aspecto de los dinosaurios?

Cuánto hay de realidad y cuánto de especulación en la representación científica de algo que ningún ser humano ha visto vivo jamás

¿Era éste el auténtico aspecto de los dinosaurios? FOTO: CARMELO LÓPEZ/vídeo: M.Antón

judith de jorge

En la película «Parque Jurásico» (1993), de Steven Spielberg, un fiero Velociraptor ocupa buena parte del metraje. Su aspecto atemorizante, de grandes dimensiones y con la piel dura y escamosa, ha pasado al imaginario colectivo. Pero no es real, al menos no del todo. El famoso depredador del Cretácico era bastante más pequeño y descubrimientos posteriores han demostrado que tenía el cuerpo cubierto de plumas . Se parecía más a un ave actual que al enorme «dragón» cinematográfico. El filme no deja de ser una obra de ficción, así que quizás se le puedan perdonar ciertas licencias, algunas de las cuales simplemente responden a los conocimientos de la época, pero ¿qué ocurre con las representaciones que los científicos nos muestran de los dinosaurios? ¿Cuánto hay de realidad y cuánto de imaginación en la ilustración de algo que ningún ser humano ha visto jamás? Los paleontólogos conocen muy bien el aspecto de algunas especies cuyos restos han aparecido en abundancia y en excelente estado de conservación, pero los fósiles de otras son muy escasos y su recreación responde, obligatoriamente, a especulaciones. La «fotografía» imposible de un dinosaurio, por lo tanto, es algo que cambia con el tiempo.

«La reconstrucción de los dinosaurios, e incluso de los homínidos, es una disección al revés», apunta Mauricio Antón, uno de los paleoartistas más prestigiosos del mundo y colaborador del Museo Nacional de Ciencias Naturales en Madrid (CSIC). «Empezamos por los huesos fosilizados y vamos añadiendo capas de tejido utilizando la información que los huesos contienen hasta llegar a lo más superficial», explica. Según la calidad y cantidad de los restos fósiles, la recreación tendrá mayor o menor grado de especulación.

Rafael Royo, uno de los paleontólogos que descubrieron los restos del Turiasaurus riodevensis , el dinosaurio gigante europeo hallado en tierras de Teruel y cuyo cráneo fue presentado hace unas semanas , afirma que, en el caso de que la información sea abundante, la forma con la que los científicos dan volumen al cuerpo de los dinosaurios suele ser bastante fiel. «Podemos realizar una reconstrucción muscular al detalle y para la forma de la cabeza se tienen en cuenta las cavidades de las fosas nasales, oculares y del oído», resume. Claro que quizás queden en el tintero algunos detalles fundamentales. Royo pone un ejemplo que da que pensar: «Si jamás hubiéramos visto un elefante y encontráramos el cráneo de un ejemplar, sería muy difícil reconocer la existencia de la trompa , que es de material blando. Posiblemente, nunca llegaríamos a concluir que la tenían», dice.

¿De qué color eran?

Otros detalles de los dinosaurios se completan por anatomía comparada con otros animales de la época o actuales, de forma que a los gigantescos saurópodos se les atribuyen la locomoción terrestre y erguida de los grandes mamíferos modernos lentos y pesados, como los hipopótamos, los rinocerontes o los elefantes. También se comparan con las aves , ya que son las descendientes directas de los dinosaurios, para reproducir las plumas y el recubrimiento externo de las patas de tres dedos, entre otras peculiaridades. Las formas poligonales y escamosas de la piel se conocen por quedar impresas en algunas huellas, marcas que también indican cómo se movía. Y en algunos casos extraordinarios, como el del Edmontosaurus , el hadrosaurio «momificado» hallado en EE.UU., se han encontrado tejidos blandos mineralizados (piel, tendones...), conservados milagrosamente durante unos 70 millones de años. Esto supone una valiosísima información del aspecto real del dinosaurio.

Michael A. Digiorgio

Además de la piel, el color es una de las características más difíciles a la hora de recrear a estos animales extintos. Generalmente, si no hay más pistas, los paleontólogos atribuyen al dinosaurio un color coherente con el entorno en el que se supone que vivía, de tal forma que, igual que ocurre ahora con otros animales en la naturaleza, pasara desapercibido o, por el contrario, si era peligroso, llamara la atención como advertencia. En el caso del Turiasaurus, se le atribuyen tonos verdosos, ya que seguramente necesitaría camuflarse de los carnívoros en un paisaje selvático de mucha vegetación como entonces era Teruel. «Quizás sea aquí donde los artistas se toman las mayores licencias. Algunos pintan dinosaurios muy coloridos», apunta Royo.

En 2010, científicos de la Universidad de Yale se fijaron en los melanosomas, un orgánulo celular que contiene melanina, para describir por primera vez, de la cabeza a la cola, los colores que adornaban las plumas de un dinosaurio del Jurásico, el Anchiornis huxleyi, que vivió hace 150 millones de años en China. Resulta que tenía una cresta como la de los indios norteamericanos Mohawk, marrón rojiza, y recuerda fuertemente a una moderna especie de pollos de Hamburgo. Además, el reciente hallazgo en Canadá de unas plumas de dinosaurio conservadas en ámbar pueden suponer una oportunidad única para conocer su color real.

M. Antón

A la hora de reconstruir el aspecto del animal, «el paleoartista debe tener conocimientos amplios y profundos en paleontología y biología y todo lo que decida debe tener una base científica, que nada sea gratuito. Es una disciplina muy exigente», asegura Antón, cuyo trabajo ha aparecido publicado en revistas tan prestigiosas como «National Geographic» o «Scientific American». El ilustrador reconoce que la reconstrucción científica del pasado evoluciona con el tiempo, debido a los nuevos descubrimientos y al desarrollo de la técnica. «Algunas de mis ilustraciones de los años 90 me parecen conmovedoras, no solo son testimonio del conocimiento científico de la época, sino también de los prejuicios de los investigadores que favorecían algunas hipótesis por ser más conservadoras, no por tener una evidencia científica más sólida». Como Spielberg, «recuerdo haber dibujado el velociraptor sin una sola pluma» (en la imagen, a la izquierda).

Del lápiz al 3D

C. López

Hace veinte años, las herramientas de trabajo eran el lápiz de grafito y el óleo, cuando en la actualidad se utilizan elaboradas técnicas 3D. «Ahora se pueden recrear determinados materiales, como las plumas y el pelo, con mucha más calidad que antes por las nuevas técnicas de visualización», asegura Carmelo Gómez, ingeniero experto en la ilustración paleontológica que colabora en Dinópolis. El 3D, además, significa «esculpir» al animal, lo que conlleva muchas tareas diferentes: implica modelar al dinosaurio en diferentes posiciones, tener en cuenta el relieve de la piel, la constitución... Para el esbozo básico del dinosaurio se utilizan programas de modelado poligonal, cuyos algoritmos permiten representar formas orgánicas. «Una vez se tiene la malla básica, se emplean las herramientas de escultura digital que se utilizan para reconstruir las criaturas de «El Señor de los anillos» o «Avatar» (programa ZBrush), que permite representar con un gran detalle hasta los poros de la piel», describe Gómez. También entran en juego otras herramientas para animar el dinosaurio, recrear paisajes (Vue Infinity) o simular el movimiento de las olas. El objetivo final es viajar millones de años atrás para mirar a la cara a estos fascinantes seres extintos como si estuvieran vivos.

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