Barcelona mira a Atenas
¿Quién provoca que la Ciudad Condal se convierta en una guerrilla urbana cada vez que hay un acontecimiento?
À. GUBERN
¿Quién está detrás de los disturbios que, periódicamente, convierten Barcelona en un escenario de guerrilla urbana? Aunque hay quien apela a cierta genética revolucionaria de la ciudad, apelando a las «bullangas» del siglo XIX o a la «rosa de fuego» y ... vanguardia anarquista de la primera década del XX, los últimos episodios parecen responder a algo más complejo.
De manera recurrente se ha atribuido a la nebulosa «antisistema» los estallidos de violencia, una tesis que tomó cuerpo oficial tras lo que se conoció como «macrobotellón» del barrio del Raval, en marzo de 2006. Lo que parecía una quedada de jóvenes para beber —en la línea de las protestas en favor de los botellones que se sucedieron en España en esa época— degeneró en una noche de vandalismo de intensidad inusitada, donde se lanzó incluso algún coctel molotov.
El alcalde de Barcelona en ese momento, Joan Clos , atribuyó los incidentes a un grupo de entre 200 y 300 jóvenes, organizados y muy violentos, que aprovechaban cualquier circunstancia —sea la fiesta mayor de Gràcia, sea alguna victoria del Barça, sea una manifestación «okupa»...— para desatar la violencia . La tesis, por demasiado general, no convence a muchos conocedores de este fenómeno, que intentan discernir entre lo que es violencia política más o menos organizada —antisistemas propiamente dichos, grupos anarquistas, movimiento «squatter»...— de lo que otros han definido como «kale borracha», esto es vandalismo en estado puro.
Para entendernos, en un extremo, los encapuchados de negro del «black bloc» que cogieron tanta relevancia en los compases iniciales del movimiento antiglobalización, y en el otro extremo, jóvenes apolitizados, con mínima formación, más cercanos al «hooligan» que al activista.
«Cierta permisividad»
Entre unos y otros, un arco diverso que, al menos en Barcelona, ha vivido cobijado, según no se ha cansado de denunciar el PP, tras cierta permisividad del Ayuntamiento, en manos del PSC hasta el pasado mes de mayo, y de la anterior etapa del tripartito en la Generalitat, con el consejero Joan Saura (ICV) al mando de los Mossos d'Esquadra. Puede que sea así, pero lo cierto es que el cambio de gobierno en ambas instituciones, y lo que se apreció como un viraje hacia la mano dura, no ha logrado parar este fenómeno. Es más, la radicalización es palpable : ayer con la huelga general, hace unas semanas con las protestas estudiantiles.
La radicalización de las protestas, ejemplificadas con el recurso a la quema generalizada de contenedores —más de 200 ayer—, es un fenómeno que preocupa a las autoridades, más cuando en adelante se adivina más bien un panorama de recortes sociales. Barcelona mira a Atenas.
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