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Antipática confusión

LA política española, en su conjunto y en sus porciones, se ha vuelto tan hostil y desagradable como un aeropuerto. Quizás sea que, al vaciar de contenidos los dieciocho parlamentos que debieran ser el centro de las confrontaciones y las divergencias, el sucedáneo de debate ... público que ha instalado la partitocracia se desparrama por todas partes y lo mismo llega a un campo de fútbol que a la capillita de una parroquia periférica. Se ha impuesto la confusión, imperan las malas maneras, el desprecio al adversario y al vecino y se impone la ignorancia de los asuntos y problemas que, verdaderamente, interesan a los ciudadanos. Aquí -como en los aeropuertos, ya digo- cualquiera puede explorarte los bajos por si llevas matute escondido, o requisarte la colonia y el desodorante. Le hemos perdido el respeto a la autoridad y la autoridad nos lo ha perdido a nosotros.

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