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La codicia como mal menor

Leszek Kolakoswski falleció a mediados de julio, sigilosamente y sin que la prensa, máxime la española, se diera apenas por enterada. Los fastos con que hace semanas se celebró la caída del muro de Berlín no han servido para remediar la omisión. «El tiempo aprieta ... a los muertos en el olvido», escribió Tasso en el canto último de la Gerusalemme liberata. Pero no, no es tolerable que dejemos pasar este año del gracia del 2009 -un año desparramado, avieso y tristísimo- sin rendir un homenaje último a Kolakowski. Kolakowski hizo aportaciones decisivas a la comprensión del primer Marx y publicó estudios memorables sobre las ramificaciones sectarias del cristianismo heterodoxo. Mucho más importante: por encima de la erudición y de las hazañas librescas, fue un hombre íntegro y un testigo.

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