El torturador de los Jemeres Rojos pide perdón por el genocidio de Camboya
Treinta años después del despiadado régimen de Pol Pot, arranca el juicio internacional por el exterminio de dos millones de personas en los «campos de la muerte»
Con treinta años de retraso, el brutal régimen de los Jemeres Rojos de Camboya ha empezado hoy a rendir cuentas ante la justicia por uno de los peores genocidios de la historia: el exterminio de dos millones de personas entre abril de 1975 y enero ... de 1979.
En la apertura de este juicio ante un tribunal internacional auspiciado por la ONU, el primero en sentarse en el banquillo de los acusados fue Kaing Guek Eav, alias “Duch”, quien dirigió la tristemente famosa prisión de Tuol Sleng. Por esta antigua escuela de Phnom Penh, también conocida como Oficina de Seguridad 21 (S-21), pasaron entre 15.000 y 20.000 detenidos, de los cuales sólo unos ocho lograron salir con vida de sus crueles interrogatorios y salvajes ejecuciones en el “campo de la muerte” de Choeung Ek.
Ahora, las Cámaras Extraordinarias en los Tribunales de Camboya están ofreciendo a “Duch” lo que él negó sistemáticamente a los pobres infelices que pasaron por S-21: un juicio justo y con todas las garantías de la ley.
Una paradoja del destino especialmente hiriente para los familiares de las víctimas del holocausto perpetrado por los Jemeres y sus supervivientes, que se acercaron esta mañana al tribunal, junto a monjes budistas y estudiantes, para ver de cerca a su antiguo carcelero. Uno de ellos era Francois Bizot, un francés que estuvo detenido en 1973 en un campo de trabajo dirigido por “Duch” y que se convirtió en el único occidental que se libró del exterminio. Una traumática pero reveladora experiencia que luego relató en su libro “El Portal”.
En un receso de la vista oral, Bizot se acercó a la mampara blindada que separa al tribunal del público y clavó sus ojos en “Duch”, quien reparó en su presencia. Ambos hombres, antiguos enemigos, se mantuvieron la mirada durante unos instantes interminables en los que el tiempo parecía haberse detenido para ellos, sumergidos quizás en sus amargos recuerdos del pasado.
Finalmente, el acusado juntó las palmas de sus manos como si fuera a rezar e inclinó la cabeza con una gran sonrisa en el rostro al modo del respetuoso saludo camboyano. Este gesto, que repitió al final de la sesión, era su particular forma de pedir disculpas.
“Ha perdido perdón a las víctimas”, explicó a la agencia Reuters su abogado, Francois Roux, quien intentó impedir la citación de un nuevo testigo recién identificado que, siendo un niño de ocho años, consiguió salir con vida de la siniestra cárcel de Tuol Sleng.
Norng Chan Phal, cuya identidad fue revelada el lunes tras la aparición de una película rodada por los soldados vietnamitas que liberaron la prisión de Tuol Sleng el 7 de enero de 1979, pretende personarse en la causa, pero los jueces aún deben tomar una decisión al respecto por hallarse ya fuera de plazo.
Y es que estos primeros compases del juicio estarán marcados por cuestiones técnicas del procedimiento hasta que se produzca, probablemente el próximo mes, la declaración de “Duch”, quien ha reconocido su responsabilidad en las torturas y palizas con que se arrancaban las confesiones en la prisión S-21.
Dicha actitud es totalmente diferente a la que han mantenido los otros cuatro altos cargos de los Jemeres Rojos acusados de crímenes contra la Humanidad, que han negado conocer las atrocidades que se cometieron bajo las órdenes de Pol Pot, fallecido en 1998. En concreto, los otros imputados son Nuon Chea, número dos del régimen y antiguo presidente de la Asamblea Nacional; Khieu Samphan, que fue presidente de la República Democrática de Kampuchea; Ieng Sary, ex titular de Asuntos Exteriores y cuñado de Pol Pot; y su esposa Ieng Thirith.
Todos ellos declararán en próximas sesiones en un juicio con más de 300 testigos y miles de documentos y pruebas que se prolongará durante todo el año, y para el que se han acreditado medio millar de periodistas, la mayoría extranjeros. Al frente del tribunal se sitúan tres magistrados camboyanos, uno francés y otra jueza neozelandesa, mientras que la acusación está representada por la fiscal local Chea Leang y el canadiense Robert Petit, quien ya ha investigado los crímenes en Ruanda, Kosovo, Timor Oriental y Sierra Leona. Además, varios grupos de abogados ejercen la parte civil al representar a los familiares de las víctimas, que exigen una reparación moral.
“Este momento tiene una significado histórico porque los crímenes cometidos hace 30 años han sido ahora reconocidos por un tribunal internacional”, se congratuló Youk Chhang, director del Centro de Documentación de Camboya que se ha encargado de recopilar pruebas del genocidio de los Jemeres Rojos.
“Aunque cinco acusados no son suficientes, estamos ilusionados porque hemos esperado mucho tiempo a que se celebre este juicio”, concluye Lyda, una estudiante de Periodismo de 20 años que no conoció el horror jemer, pero que confía en que el tribunal haga justicia a la dramática historia de su país.
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