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navarra

Vera de Bidasoa, remando al Bidasoa

La llamada del río invita a perderse por los alrededores en insospechadas aventuras, un lugar que hace un siglo acogió a los Baroja

Vera de Bidasoa, remando al Bidasoa

manuel erice

De la villa navarra asomada a las mugas de Francia y Guipúzcoa parten senderos de ensueño: rutas para patear o pedalear la frondosa montaña, el sinuoso río cantábrico que alimenta preciadas truchas y salmones y el camino de losas que conduce al portón de « ... Itzea», caserío entre caseríos blasonados y engalanados con flores que acogió hace un siglo a los Baroja y que sirve hoy de primer reclamo para quien se acerca a Vera de Bidasoa. La personalidad que Pío imprimió a la noble casona y el alcance imaginario de los más de treinta mil volúmenes que hoy colman su colosal biblioteca contrarrestan la carencia de un museo y de visitas guiadas a sus dependencias, en las que el autor de "Zalacaín el aventurero" emulaba a su protagonista con intensas peripecias a lo largo y ancho de su ilimitado mundo interior. Al otro lado del arroyo de Xantelerreka, mecida por un sonido casi silencioso, surge la estela funeraria que el escultor Jorge Oteiza dedicara a Julio Caro, el brillante y desmitificador antropólogo forjado desde niño en la vasta cultura de su tío.

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