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El Greco recobrado y difundido en el siglo XX (IV)

La fama de El Greco, en definitiva, no hizo más que acrecentarse en este siglo

El Greco recobrado y difundido en el siglo XX (IV)

antonio illán illán/óscar gonzález Palencia

El Greco es desde inicios del siglo XX una realidad cuyos perfiles parecen exceder todos los límites de las clasificaciones cerradas. Su envergadura supera, incluso, el campo de las artes plásticas para entrar en otras manifestaciones expresivas, y el enigma que parece inherente a ... su vida y a su personalidad alimenta, incluso, los estudios médicos. Esta fue la perspectiva adoptada por Gregorio Marañón y Posadillo, que, en consonancia con las características generacionales del Novecentismo, y de todo congruente con su propia personalidad, se acercó a El Greco con la curiosidad erudita del humanista y con la metodología hipotético-deductiva de las ciencias bio-médicas. El personal, enciclopédico y singularísimo enfoque de Marañón se fundaba en la hipótesis, ya esbozada por Cossío, de que El Greco habría tomado como modelos para sus apostolados a los locos del manicomio, conocido popularmente como «Hospital del Nuncio». Este asunto fue abordado con cautela y basamento intelectual indudable por Marañón en su discurso de entrada en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, bajo el título El Toledo de El Greco, en 1956. Volvería sobre el tema en su ensayo El Greco y Toledo (1958). El trabajo de Marañón dejó un legado fotográfico, llevado a cabo por Pardo Bea, Pablo Rodríguez y José María Lara, de un extraordinario interés. Sin embargo, debemos apreciar en el trabajo de Marañón no sólo una muestra de su eclecticismo intelectual, sino también una reacción en busca de la mesura de juicio que refutara otras visiones, menos autorizadas, que querían atribuir a causas médicas las razones de la peculiaridad estilística de El Greco. Estas hipótesis, de comienzos del siglo XX, formuladas al amparo de una sugerencia de Carl Justi, que enunció la posibilidad de que El Greco padeciera una afección ocular y hasta una desviación mental. August Godsmidt, en 1911, propuso el astigmatismo como la enfermedad padecida, hipótesis a la que se adhirió Germán Beritens, en España, en 1912, y que defendería durante décadas. También alcanzó inusitada resonancia la opción de la psicopatía de El Greco, no tanto porque se le estimara un loco, como un «degenerado», una persona poco estable a quien su desequilibrio, paradójicamente, le habría aportado idoneidad para reflejar los tipos humanos, también desequilibrados, de la España de su tiempo. A esa conclusión llega el doctor César Juarros en un artículo de 1912 con el muy ilustrativo título de «Enfermos inmortales. El Greco», y cuyo valor pretendidamente científico mereció su publicación en el número 69 de la revista España Médica. Podría pensarse que estas perspectivas pseudocientíficas hubieran podido aminorar la alta consideración sobre el pintor, pero lo cierto es que, pese a todo, siguió inamovible la posición de El Greco como artista de genio innovador que imprimió a su estilo una energía que alcanzaría hasta el siglo XX.

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