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artes&LETRAS

El Greco en el siglo XVIII

Los neoclásicos repudiaron el estilo personalísimo de El Greco, pero también el siglo XVIII, crítico, ilustrado, supo ver en El Greco la altura de un gran artista

El Greco en el siglo XVIII

Por Óscar González Illán / Antonio Illán Illán

El signo de la recepción de El Greco como artista y como hombre en el siglo XVIII es de todo punto inequívoco. La visión oscilante, paradójica a veces, contradictoria por pasajes y según autores que hemos visto que se tuvo del Cretense en el XVII ... pasa a ser, en la centuria posterior a su muerte, un largo catálogo de dicterios y tópicos cuando no un olvido a propio intento que deja bien a las claras la actitud desdeñosa con que la Ilustración y el Neoclasicismo trató a El Greco. Parece, en cualquier caso, lógico que quien se mostró, en vida, con una envanecida diferencia con respecto a lo ordinario, entendida por casi todos como extravagancia, quien legara una obra en que la desproporción y la confrontación de luces próximas al claroscuro que diferían tanto de la armonía luminosa del Renacimiento, no fuera tenido por artista modélico por parte de quienes preconizaban la reinstauración de los principios del equilibrio clásico. La accesibilidad franca al mensaje didáctico que debía mostrar toda obra de arte para ser considerada como tal, su funcionalidad pedagógica, pragmática, sujeta al rígido precepto horaciano de docere et delectare hacía de El Greco el anti-tipo del nuevo clasicismo. Por otra parte, la doctrina que instaba al retorno del naturalismo mimético clásico, al regreso anacreóntico a una Arcadia feliz que debía ser el escenario –o la realidad única– de cuanto se plasmara en el lienzo estaba muy alejado del universo de El Greco , que había abandonado esa naturaleza contemplativa tan renacentista no sólo por el dictado de la Contrarreforma que, a su vez, había tachado esa actitud como herética, sino también porque los paisajes del Cretense, sombríos, nocturnos, desvaídos en sus perfiles y violentamente confrontados en sus colores, eran el marco perfecto para reproducir el mundo de las ideas, de las creencias, de los sentimientos más entrañados, en definitiva, el reino interior.

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