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Félix Grande: «El apellido se le quedó pequeño»

«Félix no trabajó para la fama, trabajó para la gloria»

por jesús martín

El mes de enero de este año ha sido fatídico para el mundo porque el Parnaso tiene más gloria y los hombres somos más pobres. Primero se nos fue el argentino, luego se nos fue el mexicano y ahora se nos ha ido el manchego. ... Hemos perdido a hombres que hicieron de la palabra una bandera, que es la mejor manera de conquistar las fronteras.

Conocí a Félix hace 35 años. Yo formaba parte del grupo artístico-literario «El Trascacho», una asociación de poetas, y yo entonces escribía poesía; y la sigo escribiendo. Entonces le di mis primeros versos y la grandeza que tuvo Félix es que daba igual que entonces un conspicuo niño le acercaba un verso: el veía en el verso las caricias que solamente los hombres sensibles ven. Y a partir de ahí se tejió una amistad, que fue muy de semáforo porque yo cogí mi ruta, él seguía en su mundo, pero lo cierto y verdad es que no había año que no coincidiérmos una, dos o tres veces, o que no nos llamáramos.

Félix, además de ser un gran poeta, tenía el aserto grandioso que ya dijo Borges. Borges dijo: «Que otros presuman de los libros que les han sido dados a escribir, yo presumo de los que me han sido dados a leer». Y Félix no presumía de lo que escribía sino de lo que leía porque eso es lo que le conformó la materia prima de la cual nació una obra literaria que no es ingente en volumen, pero es ingente en calidad.

Un día hablando, él me dijo que era un poeta de infantería, que no había llegado al grado de generalato. Pero que ser un poeta de infantería reconocía a los buenos, que eran los generales, y reconocía a los que no habían hecho la mili. Lo más grande que yo creo que ha tenido Félix, además de su calidad humana, es que el apellido se le quedó pequeño para la talla moral e intelectual que tenía.

Era hijo de una tragedia. Su madre había sufrido el zarpazo tremendo de la guerra civil, era una mujer suicida en potencia; de hecho, él recordaba su infancia y adolescencia con el grito de una madre que decía todos los días que se iba a ahorcar o tirar al pozo. Y él lo explicaba diciendo que su madre soportaba el peso del mundo como una hormiga soporta el peso de una piedra, y esa piedra, ese dolor, era lo mal que lo pasó en la guerra civil. Eso a él le generó una existencia dramática, no trágica, y vivió ese drama. Félix tenía un concepto ideológico muy proletario, muy de izquierdas, pero nunca odiaba. No buscaba la revancha, buscaba el encuentro, y de eso hizo una forma de ser durante toda su vida.

Y yo creo que lo más grande de Félix es que ha sido grande a fuerza de no parecerlo. Prueba de ello es que todos nosotros sabemos que se nos ha muerto uno de los grandes, pero no ha tenido la resonancia del poeta argentino, o el mexicano, porque tampoco aspiró a la gloria. Paco Nieva, otro gran valdepeñero, dejó escrito que «hasta la fama se mendiga, solo la gloria se alcanza».

Félix no trabajó para la fama, trabajó para la gloria.

Félix Grande: «El apellido se le quedó pequeño»

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