ENTREVISTA
«Me hubiera gustado conocer la época del Greco; no vivirla»
Juan José Montero, director musical actos Año Greco, es el alma mater de las batallas de órganos que en 2014 se celebran en la catedral primada
JUAN ANTONIO PÉREZ
Director musical de los actos de conmemoración del IV centenario de la muerte de El Greco, es uno de los mejores intérpretes del mundo de órgano y hoy sábado participará en la primera batalla. Dicen de Montero que es capaz de arreglar un tubo ... desafinado con solo oír el órgano. Y hay algunos, como el de Berdolanga, que tienen 6.000 tubos. También director del Conservatorio de Toledo, habla pausado, se expresa con detalle y, con frecuencia, utiliza la primera persona del plural para referirse a sí mismo. Signo de humildad. En un tiempo del «yo, yo y yo», y de discursos de vanas palabras, este organista y organero (los toca y los hace) desprende sabiduría, arte. Ahora desconocido, quizás se le honre dentro de 100 años. A los seis años era seise en la catedral (niños cantores).
—¿Qué tiene un órgano que no posee un balón de fútbol?
—No lo sé. Quizás mis padres se hicieran la misma pregunta. A mí no me gusta el fútbol y yo empecé con la música desde muy pequeño. No he notado carencias porque la música me ha aportado y me sigue aportando mucho.
El centro artístico
—¿Qué significa para usted la catedral de Toledo?
—Significa un centro. Primero, porque es el centro geográfico de la ciudad y, segundo, porque es un centro de toda la acumulación espiritual, para las personas creyentes, y artística. Toledo tiene un centro artístico totalmente indiscutible, y es la catedral. De una importancia tan grande que redunda en el beneficio y en el enriquecimiento de todos. Por eso entiendo que el término Patrimonio de la Humanidad es perfecto.
—¿Ante quién le gustaría tocar, quizás ante el Papa?
—Sé que siempre es una gran responsabilidad. A mí tocar, sinceramente, me gusta tocar para mí solo. Lo reconozco. Por ejemplo, esta tarde tengo que dar un concierto para un grupo de chicos que van al Colegio Infantes a hacer una semana de la música. Pues si estuviera el Papá, allí sería fantástico, pero igual de fantástico, con todo el respeto a lo institucional y religioso, que con cualquier niño que vaya. Es que la música es un Patrimonio de la Humanidad y para mí conlleva mucho. No de pertenencia, sino de enriquecimiento. Es una manera de tener ese escalón en el que poder subirse. Y hay muchos pueblos que, desgraciadamente, no lo tienen. Estos patrimonios siempre hay que cuidarlos.
—¿Ante quién le gustaría tocar, quizás ante el Papa?
—Sé que siempre es una gran responsabilidad. Son vivos, son madera, estaño, que con la humedad, la temperatura o el viento que entra al abrir la puerta cambian. Ajustarlos lo más posible y luego comenzar un mantenimiento, muchos de ellos los hemos recuperado ahora después de un casi silencio. De hecho, el órgano de Echevarría lleva sin sonar... no sabemos la fecha. Y tendrá su presentación oficial este sábado. No obstante, los órganos van en aumento. Cualquier tipo de intervención es para mejorar día a día los instrumentos. Es decir, no es un punto y final para que ahora empiece un deterioro. Es un punto de rehabilitación para ir ascendiendo y colocando los instrumentos en un nivel más alto.
—¿Le gustaría haber vivido en otro siglo, coincidir con Bach o con El Greco?
—Me hubiera gustado conocerlo, no vivirlo. Había una serie de artistas que eran unos auténticos héroes con los medios que había. Hoy en día no somos capaces de hacer obras tan magníficas con muchos menos medios. Sí que me hubiera gustado conocer esa genialidad. Ese sacar adelante proyectos titánicos con unos recursos que ahora nos parecerían de época prehistórica.
—Hoy en día se utiliza la palabra artista con mucha ligereza. ¿Usted de siente artista?
—Hombre, pues sí. He estado trabajando durante 15 años en el taller del maestro De Graaf (holandés, recientemente fallecido). Desempeñamos una labor donde han salido muchos órganos, aprendí el arte de la organería. Por ejemplo, construimos uno nuevo en Santo Tomé, que tiene un festival muy importante, donde han venido los organistas más importantes del mundo. Y aparte hemos empezado este proyecto en la catedral, que esperamos que se prolongue.
Herencia histórica
—¿Cree que se van a prolongar las batallas?
—Creo que el IV centenario es una buena ocasión para que una ciudad tan pequeña como Toledo empiece a adquirir la ventaja que le ha concedido la herencia histórica que tiene. No podemos olvidar que estos instrumentos están en la catedral porque la ciudad era una de las principales potencias en España. Entonces, esto sí que creo que debe ayudar a poder progresar.
—¿Por qué la música clásica no está de moda?
—Bueno, depende. Es como decir que la literatura no está de moda. Creo que todo lo que la cultura requiere puede suponer un esfuerzo y creo que hay una sociedad de jóvenes en España que es muy competitiva. Dos chicas de Toledo acaban de ganar un concurso internacional de violonchelo. No quiero pensar eso, y desde luego menos en el Conservatorio, donde hay un conjunto de 400 chicos que están estudiando muchísimo y trabajando muy intensamente por la cultura.
—¿Tienen los organistas futuro en España?
—Nosotros tenemos que mirar nuestra riqueza patrimonial y en órganos es inmensa. Lógicamente, Francia, Alemania e Inglaterra tienen mucha tradición de organistas y de construcción de órganos. En España no tenemos tanta, pero no tenemos que olvidar que forma parte de nuestra tradición. En el siglo XVI había siete talleres de organería en la ciudad. A mí no me hace pensar que entonces no hubiera interés por ello. Siete talleres requieren mucha demanda y, obviamente, la había.
—¿Cree que hoy en día la música está minusvalorada?
—Tengo muy poca costumbre de valorar una situación, sino de valorar el proceso de mejora. Por supuesto que si hay que dar constancia de los beneficios que supone la música, podríamos hacer una lista tan larga: primero, es una disciplina que ayuda al desarrollo intelectual; segundo, al desarrollo de la capacidad de esfuerzo, porque la música solo se hace con esfuerzo, y ayuda a tener una identidad dentro de una nación, pues no olvidemos que todas las culturas llevan asociada una música y ese desarrollo musical contiene un progreso educativo, artístico, cultural de una civilización. En ese sentido, todo lo que no sea esforzarnos en que haya más música en la educación puede ser perjudicial.
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