Diez años de la muerte de «Kalato»
Un 7 de abril de 2004, hace diez años, fallecía el escultor toledano tras una vida dedicada a la escultura y la enseñanza
VALLE SÁNCHEZ
Este 7 de abril, cuando todo el mundo festeja los cuatrocientos años de la muerte del Greco, también se conmemora en Toledo otro aniversario, un aniversario más íntimo y muy diferente. Un 7 de abril de 2004, hace diez años, fallecía el escultor toledano Francisco ... García López, «Kalato», tras una vida dedicada a la escultura y la enseñanza. Hoy recordamos también cómo Kalato, gran admirador del Greco, fue el académico encargado de realizar la placa homenaje que cuelga desde hace más de 30 años en la puerta del convento de Santo Domingo el Antiguo, uno de los «Espacios Greco» de este año. Fue un 26 de junio de 1983, con un acto en el que participaron, entre otros, Fina de Calderón, José García Nieto, Gonzalo Payo, Clemente Palencia, Félix del Valle y Antonio Celada. «Kalato» diseñó la escultura por encargo de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencia Históricas de Toledo para rendir homenaje al pintor que un día llegó de Candía para quedarse para siempre entre los toledanos. Descubrir que «Kalato» murió el mismo día que el Greco y también un año «cuatro» nos llenó de emoción a su familia. Hoy viviremos su recuerdo, como siempre, con una misa en San Juan de los Reyes. Nos queda su inmensa obra; su casa, inundada de esculturas, y el legado a cientos de alumnos que disfrutaron de su magia en sus clases de la Escuela de Arte y que forman parte de toda una generación de creadores plásticos toledanos. Esa escuela que en 2008 le devolvió todo y nos regaló una exposición en el Museo de Santa Cruz, —donde también ahora está instalado «El griego de Toledo»—, homenaje a toda su trayectoria como artista y docente, las dos constantes que marcaron su vida.
La profesora Sagrario Martín-Caro, que fue la comisaria de la exposición, definía muy bien lo que fue «Kalato» , lo que sigue siendo, lo que nos sigue transmitiendo: un hombre coherente, honesto, trabajador, con un afán investigador y experimental incansable. Un gran artista que tocó todos los palos, desde el retrato de encargo que acabó convirtiendo en objeto de estudio, perfeccionándolo hasta lograr una iconografía «kalatiana» inconfundible; pasando por las innumerables esculturas dedicadas a la mujer, al desnudo femenino interpretado hasta la abstracción formal, la escultura animalista y los nuevos lenguajes plásticos, de espacios, masas y volúmenes innovadores. Todo eso nos queda.
Y también nos quedan muchas sorpresas, como cuando el reportero gráfico Pepe Añón se encontró un día en el Museo de Santa Cruz a una mujer acariciando con amor una escultura. Era su viuda y él se enamoró de «Kalato» realizando un precioso vídeo de la exposición del Santa Cruz que inmortalizó para nosotros.
De esas alegrías seguimos viviendo. Y un día, hace dos años, nos encontramos en internet el vídeo que rodó Pepe Añón pidiendo un Museo para «Kalato». «Creo que Toledo se merece poder contemplar su obra», decía ¡Qué iluso! ¡Qué se lo digan a la familia de Guerrero Malagón! Han pasado casi 18 años de su muerte y «nadie mueve un dedo». Interesan otros oropeles, como encontrar un buen sitio, si es posible en primera fila, para salir en la foto el día del concierto de Riccardo Muti en la catedral. Así somos; bueno, así son. No importa, después de todo, «todo ha sido nada», como dice el poeta José Hierro.
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