raquel díaz denunció a su exmarido, exedil berciano

Raquel viva

Raquel Díaz, a su llegada el pasado lunes 11 de diciembre al juicio que se celebra en León contra su expareja EFE

Susana Martín*

Había una mujer que tenía un futuro prometedor -inteligente, deportista, abogada, política, preciosa- y ahora quedan los restos de una mujer de 47 años, que vagan en silla de ruedas de geriátrico en geriátrico. «Vivo entre ancianos y enfermos psiquiátricos, qué vida me espera, así ... no puedo más». Lo contó ella en una entrevista en estas páginas hace ocho meses. Ni idea de cómo logró sobrevivir a esa especie de lobotomía a hostias que le practicaron, porque le molió la cabeza, el cuerpo y el resto de su existencia.

La de Raquel Díaz (Villablino, León, 1976) es otra historia de terror y silencios en el Bierzo que se juzga esta semana en la Audiencia de León, 1.263 días después de que sucedieran los hechos. Un hombre que pasó por seis formaciones políticas está acusado de intentar matar a su mujer en 2020 y de haberla sometido a las más inimaginables perrerías durante cuatro años.

«Este señor a mí me rompió la vida», ha dicho ella a los magistrados sobre el exconcejal, exalcalde, exprocurador y exdiputado Pedro Muñoz, y ha descrito muy bien el panorama que le ha dejado (presuntamente) el tipo. «Me cogió por el cuello, me lanzó por la terraza y bajó para arrearme con un palo. Me dio puñetazos, patadas y golpes. Me disparó en la barriga. Me berreaba que si seguía viva. Zorra, puta, hija de puta, aún no te has enterado que si sales de aquí será muerta». Recuperada de las 17 lesiones salvajes que acreditaron los forenses, con una informada muerte cerebral, cuatro operaciones y varios hospitales después, Raquel vive. De aquella manera, pero milagrosamente vive. Parapléjica y con graves daños neurológicos, ella solita está cargando con secuelas irreversibles como legado de un breve matrimonio con el hombre al que aún cree haber amado, imputado por su defensa -dirigida por el ferrolano Felipe Patiño- por tentativa de asesinato y otros siete delitos.

Cuesta creer que haya suficiente condena para el presunto autor de tremenda condena perpetua para ella, sentenciada a una vida que ya no lo es, aunque Raquel sigue confiando en que habrá justicia y que su desastre servirá para ayudar a otras mujeres a ser capaces de dejar a sus maltratadores, y eso que ella no fue capaz.

Hoy en León declaran los agentes de Ponferrada que debieron auxiliar a Raquel en 2018 y no lo hicieron, los responsables de que alguien manipulara el sistema telemático de la Policía Local para que la ayuda no llegara nunca. Y aún quedan sesiones que pondrán luz en un crimen en el que no hay muertos pero hay demasiados escondidos en la trinchera, como si la violencia de género no fuera un asunto de todos (hoy ella, mañana tu hija, tu hermana, tú).

Y aún hay tiempo para que alguien se acuerde de asignar a Raquel un centro medianamente digno para ella. Y hasta el día 21, puestos a soñar, sobran días para que el Ministerio Fiscal se sume a las acusaciones particulares y pida que Pedro Muñoz sea condenado por asesinato en grado de tentativa, y no por lesiones agravadas. El relato no es el mismo.

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