Quince testimonios que te ayudarán a identificar si estás siendo controlada por tu novio
Las geolocalizan y desprecian, limitan sus movimientos y cambian su indumentaria, pero casi la mitad de las víctimas jóvenes de violencia de género no saben que lo son
Cuatro de cada diez víctimas de violencia machista adolescentes no son conscientes de que lo son; el 70% no denuncia
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Iniciar sesión371 páginas del último estudio de la Fundación ANAR (Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo) no recogen ningún testimonio que no cuenten los jóvenes de 15 y 16 años a las puertas de un instituto. Aunque en ese marco siempre denuncian lo ... que hacen y les sucede a «otros». Sin embargo, este voluminoso análisis –que se presentó ayer– está trufado de, uno tras otro, los relatos reales que los chavales dieron al coger un teléfono y pedir ayuda. En primera persona. La crudeza de lo que transmiten es tal que es mejor que hablen ellos.
Lo hace Lucía (nombre ficticio, porque los testimonios están anonimizados y protegidos). Su madre se asustó al escucharla: «Mi pareja me pide que le envíe fotos de la ropa que me quiero comprar, y no le gusta que me compre camisetas de tirantes...». Lucía tiene 13 años y ya vive presionada desde el vestuario donde se prueba las prendas.
Peor es lo de Marta, de 16: «Me chantajeaba con que se iba a quitar la vida si no hacía lo que me pedía. Si salía con mis amigas me insultaba, me llamaba 'puta'. Solo quería que saliese con él». Porque alejarlas de su círculo de amistades es un patrón común entre las 20.515 víctimas que ha atendido ANAR, de una selección de 382.219 llamadas.
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A una tercera chica de 16 años (Fina) su romance le «quita el teléfono» y le «prohíbe tener redes sociales», y a Laura se le «enfada continuamente» si sube una foto o si hace «cosas que no son con él»... Las geolocalizan, las humillan, les cambian su forma de vestir o les vetan el maquillaje: el resultado es que casi la mitad de las víctimas (47,1%) ignoran que todo esto es violencia de control, las están maltratando, en resumen, y no son conscientes de serlo. El 70% de las víctimas no se plantean denunciarlo ni ponerlo en conocimiento de nadie.
Según explicaron ayer en rueda de prensa tres responsables de la Fundación ANAR, Benjamín Ballesteros, el director técnico, Diana Díaz, psicóloga y directora al frente del teléfono de ayuda 900 20 20 10, y Sonsoles Bartolomé, jefa del departamento jurídico, a partir de los datos de «la parte biológica, política, económica, social y cultural» de quienes realizaron las llamadas se han extraído dos perfiles distintos de víctimas de violencia de género. Las que sufren relaciones tóxicas tienen 16 años de media y salen con chicos mayores de edad (en tres de cada diez ocasiones). Traban una relación de dependencia afectiva y sienten que «ese amor les impide separarse de ellos» (página 195 del estudio). Lo manifestó Margarita.
Entonces, la relación de violencia de control se desenvuelve con un patrón muy semejante: comienza con comentarios sutiles sobre la apariencia física o el comportamiento personal de ella, van trocando a más soeces con el tiempo, pasan a las solicitudes de cambio de conducta y personalidad de la adolescente que denotan un inicio de la «toma de control» sobre ella, que en edades tempranas y sin un modelo claro sobre «las relaciones de pareja, sanas, se asumen con normalidad», lamentan los autores del informe. A continuación, describen cómo el agresor adopta una posición de poder respecto a su pareja. Y le pide cosas que van más allá, expresadas por ellas mismas, Leonor, Cristina y Carla: «No te juntes con chicos», «no te dejo hablar con tus amigos», «sal de tal grupo de chicas...».
El agresor adopta una posición de poder respecto a su pareja. Y le pide alejarse de los demás: «No te juntes con chicos», «no te dejo hablar con tus amigos», «sal de tal grupo de chicas...».
Los responsables de ANAR contrastan cómo, llegados a este punto, «la violencia psicológica se va extendiendo a todos los aspectos de la vida de la joven y se vuelve más intensa y restrictiva. Saltan a la coerción de la libertad, la desprecian y la hacen sentir culpable de las posibles consecuencias de su conducta por no acceder a lo que él le pide».
Algunas, con suerte, 'escapan' aquí y piden ayuda. Lo hacen casi cuando suena la bocina del maltrato más evidente: el físico. Aunque, según dicen desde ANAR, «en muchos casos, las amenazas y los 'castigos' son físicos cuando la adolescente no cumple las restricciones impuestas por él». En una llamada, uno de estos maltratadores menores de edad –la última Memoria de la Fiscalía General del Estado certificó que son cada vez más numerosos– reconoce: «La he pegado porque es una 'puta' y se lo merece». Ella, Martina, a sus 17 años, descolgó el teléfono para contarle al psicólogo que había al otro lado: «Una vez me golpeó al verme hablando con un amigo. Después, los golpes cada vez se volvieron más frecuentes».
Disculpas por amor
Tras el relato de los tormentos que padecen las jóvenes llegan las disculpas hacia ellos porque piensan que eso es el amor, así que no se cierra este círculo del terror: «En el fondo él es buena persona», «va a cambiar», «lo hace porque me quiere» (lo contaron Paloma y Jara). Quienes atendieron sus llamadas aseguran: «En las ocasiones más extremas, las chicas verbalizan que 'prefieren el maltrato a romper la relación y quedarse solas'» (dijo Nekane).
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Diana Díaz destacó ayer el estado de ansiedad casi crónica en el que se desenvuelven estas jóvenes víctimas. Su rendimiento académico suele desplomarse e, incluso, el agresor les impide que acudan con regularidad al instituto, porque es fuente de conflicto. Su estado de salud también se resiente. Miedo, autolesiones y en los casos más graves, como el de Mara, intento de suicidio. Mara afirma: «Esta situación me supera». No sabe ponerle punto y final. Fedra se queja de que mantuvo relaciones sexuales son su novio, que las «grabó» sin su permiso y luego le «chantajeaba con publicarlo en redes sociales». En el caso de Mia hubo violación: «Le pedí a mi chico que parase porque me estaba doliendo y no quería mantener relaciones sexuales, pero no me hizo caso. Continuó...».
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