El Papa clausura el sínodo y pide a la Iglesia «no quedarse sentada ante las preguntas de los hombres y mujeres de hoy»

En busca del modo más acorde para encarnar el mensaje del cristianismo y responsabilizar a los creyentes en el día a día de la Iglesia, han solicitado una mayor presencia de mujeres en cargos decisionales, que los laicos opinen en el proceso de selección de obispos o que las conferencias episcopales tengan cierto grado de autonomía.

«No podemos quedarnos sentados frente a las preguntas de las mujeres y los hombres de hoy, a los retos de nuestro tiempo, a las urgencias de la evangelización y a tantas heridas que afligen a la humanidad, hermanas y hermanos. Una Iglesia sentada que, casi sin darse cuenta, se retira de la vida y se pone a sí misma a los márgenes de la realidad, es una Iglesia que corre el riesgo de permanecer en la ceguera y acomodarse en el propio malestar», ha reconocido el Papa durante la homilía de la misa de clausura del sínodo, en la basílica de San Pedro.

Francisco ha alertado del peligro de distraerse o de que «muchas cosas nos vuelvan ciegos, incapaces de reconocer la presencia del Señor, incapaces de afrontar los desafíos de la realidad y, a veces, inadecuados para saber responder a los muchos interrogantes que nos interpelan». Entre esos peligros que llevan a la Iglesia a quedarse «sentada» ha identificado la «mundanidad, la comodidad y el corazón cerrado». «Si nos mantenemos inmóviles en nuestra ceguera, seguiremos sin ver nuestras urgencias pastorales y tantos problemas del mundo en el que vivimos», ha añadido.

Contento de que el sínodo se haya concluido con un documento consensuado, con prácticamente todas las propuestas aprobadas por el 90% de los participantes, ha insistido en que «no necesitamos una Iglesia paralizada e indiferente, sino una Iglesia que recoge el grito del mundo y —quiero decirlo, quizá alguno se escandalice— una Iglesia que se ensucia las manos para servir al Señor».

Desde una perspectiva de fe, ha propuesto cultivar una vida personal de oración para permitir que Jesús «se haga cargo de nuestra ceguera». «Al Señor se le sigue por el camino, no se le sigue desde la cerrazón de nuestras comodidades, no se le sigue desde el laberinto de nuestras ideas, se le sigue por el camino. Y recordémoslo siempre: no caminar por nuestra propia cuenta o según los criterios del mundo, sino caminar por el camino, juntos, detrás de Él y caminar con Él».

La idea del Papa es que el modo de ser católicos evite cuatro errores y encarne cuatro actitudes: «No una Iglesia sentada, sino una Iglesia en pie. No una Iglesia muda, sino una Iglesia que recoge el grito de la humanidad. No una Iglesia ciega, sino una Iglesia iluminada por Cristo, que lleva la luz del Evangelio a los demás. No una Iglesia estática, sino una Iglesia misionera, que camina con el Señor por las vías del mundo».

Para la ceremonia han sido retirados los andamios que desde febrero cubrían el baldaquino de Bernini que ahora, completamente restaurado, ha recuperado el color cuero original y los adornos dorados oscurecidos por el paso del tiempo. También se ha expuesto la antigua reliquia de la «sede de Pedro», muy venerada en el pasado, y símbolo de la autoridad de los Papas, no mostrada en público probablemente desde el siglo XVII. «Recordemos que esta es la cátedra del amor, es la cátedra de la unidad, es la cátedra de la misericordia, según aquella orden que Jesús le dio al apóstol Pedro, no de dominar a los demás, sino de servirlos en la caridad», ha subrayado Francisco.

Por otro lado, durante el ángelus el Papa Francisco ha denunciado el asesinato de un sacerdote en Chiapas (México) por parte de sicarios ligados al tráfico de droga. «Me uno a la amada Iglesia de San Cristóbal de las Casas, en el estado mexicano de Chiapas, que llora al sacerdote Marcelo Pérez Pérez, asesinado el domingo pasado», ha explicado el Papa.

El sacerdote, de etnia tzotzil, estaba amenazado de muerte por dar voz a las denuncias de los abusos del crimen organizado contra los llamados pueblos originarios. Francisco lo ha definido como «un entregado servidor del Evangelio y del pueblo fiel de Dios» y ha pedido que «su sacrificio, como el de otros sacerdotes asesinados por fidelidad al ministerio, sea semilla de paz y de vida cristiana».

También el Papa ha recordado que esta semana la Cruz Roja y la Medialuna Roja conmemorarán en Suiza los 75 años de los Convenios de Ginebra que reconocen los derechos de los prisioneros de guerra y de las víctimas civiles en los conflictos. «Que este evento pueda despertar las conciencias para que, durante los conflictos armados, se respeten la vida y la dignidad de las personas y de los pueblos, como también la integridad de las estructuras civiles y de los lugares de culto, cumpliendo el derecho internacional humanitario», ha dicho. Y saliendo del discurso que tenía preparado ha añadido sin precisar que «es triste ver cómo en la guerra, en algunos lugares, se destruyen los hospitales y las escuelas».

«Por favor sigamos rezando por la paz, especialmente en Ucrania, Palestina, Israel, Líbano, para que se ponga fin a la escalada y se ponga en primer lugar el respeto de la vida humana que ¡es sagrada!», ha pedido antes de retirarse. «Allí las primeras víctimas están entre la población civil: lo vemos todos los días. ¡Muchas víctimas inocentes! Vemos todos los días imágenes de niños masacrados. ¡Muchos niños!», ha lamentado.