Sin noticias de Mohamed VI el pueblo da un paso al frente y lidera la ayuda humanitaria
Ante la lentitud del Gobierno marroquí y el bloqueo a organizaciones internacionales, la sociedad civil toma la iniciativa
Hasán, el Príncipe heredero atrapado entre su padre y el terremoto
Toda la actualidad sobre el terremoto en Marruecos, en directo
Se esperaba que ayer el Rey de Marruecos visitara la zona más afectada del terremoto que ha causado ya la muerte de 2.650 personas. Pero no pasó nada. El seísmo le sorprendió en París, donde suele pasar largas temporadas. Tras conocer la noticia, ... el pasado sábado regresó a Rabat y se reunió con toda la nomenclatura política y militar del país para trazar la estrategia con la que afrontar esta catástrofe. Es la última fotografía que hay del monarca: presidiendo la mesa, junto a su hijo y heredero el Príncipe Hasán. Lejos quedan esas imágenes de Mohamed VI, recién coronado Rey, saludando a las víctimas del peor atentado terrorista que sufrió Marruecos, el de Casablanca en 2003.
Tres días después del devastador terremoto, aún no se ha dirigido a su pueblo en los tradicionales mensajes reales televisados. Pero no solo él. La misma actitud han mostrado el jefe de Gobierno, Aiz Januchi, y los ministros, que mantienen un perfil bajo. Januchi tardó 48 horas en lanzar un mensaje al pueblo marroquí, 24 horas más que la vecina y enemiga Argelia, quien tardó unas horas en mostrar su ayuda. Mohamed VI no estuvo, pero tampoco se le esperaba. «Ni está ni se les espera», asegura Abdelhadi, padre de familia y víctima del terremoto en Asni, un pueblo a unos 48 kilómetros de Marrakech. Abdelhadi perdió su casa por culpa del seísmo.
Ahora, gracias a Protección Civil, está con sus tres hijos, su mujer y su suegra en un tienda de campaña en un campamento improvisado en Asni. «No confío en el Gobierno. Tendremos que buscarnos nosotros la vida». La situación de Abdelhadi, como la de cerca de cien familias que están en este campamento, es preocupante. «No tenemos pañales, la comida la conseguimos de gente que viene a ayudar», relata.
Pero sobre todo, lo que le inquieta es que este estado se prolongue y que llegue el invierno. Asni se sitúa en las montañas del Alto Atlas, a 20 kilómetro del pico más alto de Marruecos, el monte Tubkal. Allí desde los meses de noviembre a marzo las temperaturas, durante la noche, llegan a varios grados bajo cero. Lo mismo pasa en Tasaf. Allí los que han sobrevivido al terremoto se organizan como pueden: «Esto lo trae la gente. Tenemos muy poco por parte del Rey», explica Ahmed, mientras se aparta del camino para poder dar paso a los burros que vienen cargados con agua y víveres. Son las donaciones particulares las que han hecho posible la llegada de alimentos a estos lugares.
Y la situación se repite en Tizian en la región de Azaden, donde hasta ayer nadie había llegado. El lunes por la mañana, dos días después del terremoto, las autoridades marroquíes quitaron los escombros para hacer accesible las carreteras. Tres días después del seísmo, la ayuda aún era inexistente. Son los olvidados de un Marruecos que antes de la tragedia, ya los tenía en un segundo plano. «Nunca se acuerdan de nosotros», dice Mohi, uno de los habitantes.
Lugares casi inaccesibles
Para llegar hasta allí, hay que recorrer unas carreteras sinuosas donde los restos de desprendimientos aún se agolpan en los laterales. Por el camino, el silencio es total y solo es perturbado por algunas motos que transportan víveres y mantas. Este lugar solo cuenta con una pequeña escuela de primaria, el médico pasa una vez a la semana, «con suerte», y las comunicaciones aún son muy precarias.
De las 65 casas que había no queda ninguna habitable y los vecinos, con lo que tenían a mano, han montado un campamento a pocos metros de donde solían vivir. «Esta mañana limpiaron la carretera», cuenta uno de los habitantes de la aldea. «Pero todavía no había llegado nadie, hasta que habéis venido vosotros».
A pesar de haberse quedado sin casas, las sonrisas de los niños disminuyen el drama que viven y que les queda por vivir. «El invierno aquí es muy largo, pero somos gente dura, aguantaremos». No tienen nada, se visten con lo que llevaban puesto el día del terremoto y alguna ropa que han conseguido sacar de los escombros. Sin embargo, no falta el té para los recién llegados y varios kilos de manzanas cogidos en el momento.
Esta misma amabilidad se está viendo en cada esquina de Marruecos. «El pueblo se está ocupando en cubrir las labores del Gobierno», se puede leer en las redes sociales. Y es que, son los marroquíes los que se han echado el peso de la ayuda a sus compatriotas. Las colas de los supermercados están llenas de gente anónima que llena los carros con agua, leche, pan y productos básicos para llevarlos como puedan a las zonas más afectadas.
Pequeñas asociaciones como Maroc Jeunese o Amal se han organizado para contribuir a esta ola de ayuda humanitaria. Los jóvenes han tomado la voz cantante y son ellos los que organizan y distribuyen. «Compramos lo necesario para estos primeros días, sobre todo para los más pequeños, que no tienen pañales o papillas», dice Yasmin, una joven estudiante que colabora con Maroc Jeunese, mientras espera en el supermercado.
El pueblo marroquí se ha movilizado a la espera de que el Ejecutivo deje a las organizaciones internacionales de ayuda humanitaria viajar al país activando la llamada internacional. Mientras llueven ofertas de todo el mundo, Rabat, aceptó el pasado domingo la ayuda ofrecida por cuatro países «para enviar equipos de búsqueda y salvamento»: España, Gran Bretaña, Qatar y Emiratos Árabes.
Organizaciones como Cruz Roja, está a la espera de poder trabajar en el terreno, aunque al colaborar con Media Luna no necesitan ese visto bueno del Gobierno marroquí. «Todavía estamos a expensas de informes de Media Luna para que nos digan qué es lo que hace falta, pero estamos preparados para el rescate, dar albergue a los que no lo tienen y cualquier otro servicio que podamos ofrecer», señala Iñigo Vila, responsable de emergencia de la organización.
Otras organizaciones, sobre todo francesas, esperan que Rabat deje atrás el enfrentamiento existente entre ambos gobiernos para poder desplegar su ayuda por cualquiera de las zonas afectadas.