Mujeres, madres, policías y en primera línea contra el crimen organizado
ABC descubre cómo trabaja el Grupo de Fraude Empresarial, el único de la Policía formado solo por agentes femeninas y que ha hecho varias operaciones con relevancia internacional
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La inspectora Beatriz Gómez, jefa del grupo, con dos de las policías
Ocho mujeres, de entre 29 y 39 años, cuatro de ellas madres y todas con una alta especialización y compromiso. El Grupo de Fraude Empresarial de la Unidad Central de Ciberdelincuencia es único en la Policía: está formado solo por agentes femeninas y, además, ... tiene grandes resultados. No fue algo buscado; su jefa, la inspectora Beatriz Gómez, de acuerdo con sus mandos, las eligió por su perfil profesional entre todos los que han optado a un puesto.
El inspector jefe Alberto Pico, al mando de la sección operativa de la Brigada de Fraudes Informáticos, en la que se encuadra este grupo tan especial, explica a ABC que «trabajan en toda España y también en otros países; y por supuesto, hacen intervenciones telefónicas, utilizan agentes encubiertos, hacen entradas y registros, seguimientos y vigilancias a cualquier hora del día o de la noche y utilizan medios técnicos avanzados... No se limitan a estar detrás de un ordenador; hacen también el trabajo de campo y se exponen tanto o más que cualquier compañero».
El grupo hace investigaciones contra el crimen organizado dedicado, entre otros, a delitos informáticos para financiar sus infraestructuras. Por ello, además se encuentran con otros relacionados, como detenciones ilegales y secuestros, trata de seres humanos y utilización de menores para cometer actos delictivos, asesinatos, atracos, tráfico de drogas, blanqueo, tenencia ilícita de armas… En ese caso, como es lógico, hacen equipos conjuntos con compañeros de unidades especializadas en cada actividad criminal.
El despacho del Grupo de Fraude Empresarial, en la primera planta del edificio principal del complejo policial de Canillas, es una habitación rectangular solo relativamente amplia. En el centro, unas frente a otras, están las mesas y ordenadores de cuatro policías y dos oficiales; un poco más allá está la subinspectora, y al fondo la inspectora, que gobierna la sala.
Lo primero que llama la atención es el ambiente de trabajo, en el que la broma surge rápido y la confianza entre todas es máxima. «Pasamos muchas horas juntas, y cuando no lo estamos seguimos conectadas por móvil u ordenador –explica una policía–. Aquí no hay horario, ni se pueden cerrar planes personales de forma definitiva porque las investigaciones dan sorpresas y hay que reaccionar de inmediato. Eso, claro, también lleva a tener una relación personal muy estrecha. Cuando compartes tanto tiempo con una persona la llegas a conocer muy bien. Veo entrar a mis compañeras y sin que digan nada ya sé si tienen un problema o va todo bien. A ellas les pasa lo mismo conmigo».
Baja maternal pendiente
En un grupo de investigación de este nivel la palabra conciliación no se puede entender como en la mayor parte de los trabajos. Un ejemplo: la inspectora tiene dos hijos, de 15 y 4 meses. Con el segundo solo ha podido coger hasta ahora las seis semanas obligatorias y sus jefes aseguran que «incluso entonces dirigía las investigaciones». Su marido, también policía, sí ha cogido la baja paternal para ocuparse de los pequeños. Alguien tenía que hacerlo. En mes y medio Beatriz hará lo propio, pero advierte, con una sonrisa, que «antes hay que dejar alguna cosa importante resuelta».
El inspector jefe Picó; el responsable de la Brigada, comisario José Serrano, y la jefa de Unidad, la comisaria principal Piedad Álvarez, son muy conscientes de las dificultades de estas mujeres para conciliar su vida laboral y personal, de modo que mientras se cubran los objetivos –y se hace de largo–, no se inmiscuyen en la organización interna del grupo. «Si una tiene un problema con un hijo, o de cualquier otro tipo, la cubrimos. Todas nos ayudamos y todas estamos al tanto de cada caso», cuenta una oficial. «Nadie se escaquea», añade.
«A mí me da igual si están a las dos de la tarde aquí, en la oficina, o un día no vienen, porque sé y me han demostrado que las cosas funcionan. En lo demás no entro; no por generosidad o benevolencia, sino porque es lo mínimo que puedo hacer; sé muy bien que combinar este trabajo con las obligaciones familiares es muy duro», asegura Alberto Picó, al que se le nota el orgullo por la labor que hacen las compañeras que están a sus órdenes. «Las veo en la calle, de madrugada, en el seguimiento de cualquier objetivo que puede se peligroso y veo lo buenas que son». Pueden hacerlo a pie, en coche y hasta en patinete en alguna ocasión.
Éxitos encadenados
Febrero de 2021
Operación Secreto
Junto con el servicio secreto de EE.UU. acaba con una red de fraude con tarjetas de crédito que aprovechaba las debilidades del sistema de preautorización de esas operaciones. Defraudó más de 15 millones de euros y hubo 109 detenidos. La jefa de grupo recibió la máxima condecoración de la CIA.
Septiembre de 2021
Operación Fontana
Desmantela una red que blanqueó dos millones para la mafia italiana con phising telefónico. Cuando accedían a la cuenta de las víctimas tranferían el dinero a España, a cuentas de la organización. Hubo 107 detenidos y hay gestiones para crear un Equipo Conjunto de Investigación con la Policía de Bari (Italia).
Julio de 2022
Operación Jake
Golpea el aparato de financiación de los DDP, que compraba armas y pagaba abogados con estafas bancarias. Hay 83 detenidos. El fraude fue de 450.000 euros. Se comprobó que la organización criminal utilizaba cuentas bancarias de terceros para recibir grandes cantidades de dinero de procedencia ilícita.
Febrero de 2023
Operación Libélula
Cae la red de un menor que perpetraba estafas con técnicas de smshing y vishing. Hay 24 detenidos y un fraude de 350.000 euros. El líder de la organización, autodidacta y sin estudios, cambiaba de apartamento cada poco tiempo junto con su 'núcleo duro', vestía ropa de marca y derrochaba en discotecas.
Desde la pandemia, la Policía en general, y el Grupo de Fraude Empresarial en particular, cuenta con una herramienta fantástica para ayudar en la conciliación: un programa seguro, diseñado por sus compañeros de Logística, para poder trabajar en casa o en cualquier lugar como si estuvieran en la oficina. Eso permite que entre papilla y potito, entre lavadora y plancha o entre barrer y fregar –tareas domésticas que por supuesto comparten con sus parejas aquellas que la tienen– sigan trabajando, en una escucha, un escrito o lo que sea necesario.
«Cada una se organiza como puede; por ejemplo, no es raro que la jefa mande un correo electrónico a altas horas de la madrugada... Se ve que aprovecha cuando la familia está dormida...», se ríe otra de las agentes, que como el resto valora mucho el apoyo familiar que recibe. De hecho, es decisivo que se haya avanzado tanto en igualdad para que ellas puedan seguir adelante.
Hay un componente vocacional muy potente. Solo así se explica que continúen en el grupo a pesar de que a veces tengan que adelantar dinero, en especial cuando tienen que viajar a algunas zonas de España de más alto nivel económico. Para desayunar, comer y cenar las policías tienen unos exigüos 28 euros de dieta, y 38 para un hotel. En el caso de la inspectora algo (poco) más: 38 y 60, respectivamente. Con ese dinero, las hamburguesas, los bocadillos y el menú del día está a la orden del día, y los hoteles hay que escogerlos con mucho cuidado.
Kit de supervivencia
En las taquillas tienen siempre lo necesario, una especie de kit de supervivencia –alguna muda y productos de higiene personal–, para salir de viaje sin siquiera pasar por casa. Eso sí; «cuando hacemos una 'tirada' importante y vemos a los detenidos nos compensa de todo», aseguran.
El ritmo de trabajo es muy alto. En este momento el grupo tiene siete operaciones abiertas, cuatro de ellas con teléfonos intervenidos, lo que supone un plus de esfuerzo. «Siempre parece que no vamos a llegar, pero al final llegamos», se ríen. «Las nuevas son unas máquinas –añade una de las veteranas sobre las dos últimas incorporaciones–; en menos de un año ya estaban a pleno rendimiento».
La investigación les apasiona. Solo así se puede entender que alguna de ellas tarde una hora en llegar al trabajo –lo mismo, claro, para volver a casa–, o que otra dejara el más cómodo trabajo por turnos para pasar a otro en que el único turno es el de 24 horas al día los 7 días de la semana, siempre que sea necesario. Con el problema añadido de que si quieren ascender, preparar las oposiciones es más complicado.
Las policías del Grupo de Fraude Empresarial, en el complejo policial de Canillas
También son competitivas: «Detenemos más que los compañeros del grupo de enfrente; allí ahora solo hay hombres, porque la única mujer está de baja», se jactan en broma, porque lo cierto es que los valoran mucho y todos colaboran cuando es necesario. «Somos iguales, todos policías, y de los buenos», insisten, ya en serio.
Este Grupo de Fraude Empresarial, como cualquier otro, tiene fecha de caducidad. De momento, permanecerá un par de años, que es lo que aproximadamente le costará a su jefa, Beatriz, ascender a inspectora jefe. A partir de entonces dependerá de quién se haga cargo de él. Y es que como sostiene la jefa de la Unidad Central de Ciberdelincuencia, Piedad Álvarez, «el jefe de grupo es una pieza clave de la Policía; si es bueno, la gente más profesional y con más dedicación quiere trabajar con él y los resultados son excepcionales; si es malo, el proceso es el contrario».