El médico del Papa Francisco narra sus últimos minutos: «Tenía los ojos abiertos, pero no respondió»
Sergio Alfieri tiene la «clara sensación de que él sentía que tenía que hacer una serie de cosas antes de morir»
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«El Santo Padre está muy enfermo, tenemos que volver al Gemelli». La llamada del enfermero Massimiliano Strappetti alertó a Sergio Alfieri alrededor de las 5,30 horas del lunes. El médico del hospital Gemelli que ha coordinado la atención del Papa Francisco avisó a su equipo y corrió hasta la residencia de Santa Marta. Veinte minutos después, el que ha sido el cirujano personal del Pontífice desde que lo operó por primera vez en 2021 entró en su habitación.
«Tenía los ojos abiertos. Me di cuenta que no tenía problemas respiratorios y luego intenté llamarlo, pero no respondió. No respondía a los estímulos, ni siquiera a los dolorosos. En ese momento me di cuenta que no había nada más que hacer. Estaba en coma», cuenta por primera vez al 'Corriere della Sera'.
Llevarlo al hospital «habría sido inútil», sostiene Alfieri, y «corríamos el riesgo de dejarlo morir durante el transporte». Strappetti, enfermero personal del Papa desde agosto de 2022, sabía que Francisco quería morir en casa. «Cuando estábamos en Gemelli siempre lo decía», recuerda Alfieri.
«Falleció poco después. Me quedé allí con Massimiliano, Andrea, las otras enfermeras y las secretarias; Entonces todos llegamos y el cardenal Parolin nos pidió que rezáramos y rezamos el rosario con él. Me sentí privilegiado y ahora puedo decir que lo fui», confiesa el cirujano, que esa mañana se despidió de él con una caricia.
Lo había visto el sábado, después del almuerzo, «y puedo decir que estaba muy bien». Incluso el Papa se lo dijo: «Estoy muy bien, he vuelto a trabajar y me va bien». Como sabía que al día siguiente daría la bendición del Urbi et Orbi, el cirujano cuenta que quedaron en encontrarse el lunes.
Le había prescrito 60 días de convalecencia, pero no le aconsejó que dejara de trabajar. «Él es el Papa -dice hablando del Pontífice como si aún estuviera vivo-. Regresar al trabajo fue parte de la terapia y nunca se expuso al peligro». En la entrevista, Alfieri se muestra convencido de que Francisco «sentía que tenía que hacer una serie de cosas antes de morir». Como cuando aceptó pasear por la plaza entre la multitud. O como hace diez días le pidió que organizara una reunión con todas las personas que lo habían tratado en Gemelli. «Le dije que éramos 70 personas, quizá sería mejor hacerlo después de Pascua, al final de la convalecencia. Su respuesta fue clara: «Me reuniré con ellos el miércoles»», dice.
El cirujano, que mantenía una relación «de estima y cariño» con el Santo Padre, rememora el día que lo conoció en 2018. «Fue una gran emoción. Yo era cirujano consultor de la Santa Sede y nos invitó a asistir a una misa en Santa Marta. Era como un párroco, daba el sermón y luego al terminar la celebración salía de la iglesia y saludaba a todos uno por uno. Dos años después empezó a sentirse mal del estómago, tenía dolores abdominales muy fuertes y su calidad de vida, con todos los compromisos laborales que tenía, no era la óptima. Se hizo pruebas y escuchó a varios médicos. Tenía una enfermedad diverticular grave. Un día Strappetti me trajo la tomografía computarizada. Tal vez el Papa sabía que yo tenía la mayor experiencia en Italia en cirugía colorrectal y eligió que lo operara».
Alfieri relata cómo el Papa le dijo: «Decidí operarme y te elegí a ti». «Sentí toda la responsabilidad», admite el cirujano, que propuso con firmeza que se operara en el Gemelli. Francisco aceptó, «pero con sus propias condiciones: «Llegaré el domingo después del Ángelus. Que nadie se entere. Si se sabe, no me operaré de nuevo«», revela.
«Y entonces ocurrió algo que solo puedo revelar ahora», señala a la periodista Fiorenza Sarzanini. «Unos minutos antes de la operación Strappetti me dijo que el Papa quería verme. Entré en su habitación y él bendijo mis manos. Fue una emoción increíble, sólo entendí el significado después. Quería decirme que usara mis manos para mi trabajo, pero que en los próximos años usara mis manos con el corazón. Como dicen, eres católico pero ahora tienes algo más. Era un secreto entre nosotros tres, él quería que se supiera y ahora puedo decirlo».
Alfieri considera que les unía «un profundo respeto». En aquella ocasión «estuvimos en reclusión durante una semana. Hubo complicaciones, pero al tercer día decidió ofrecer pizza. «Él se sentó a la cabecera de la mesa y comer a la mesa con él es otro privilegio que me ha dado la vida«».
El cirujano relata cómo el Papa ayudó a que el hospital Fatebenefratelli de la Isla Tiberina, en Roma, no se vendiera y se convirtiera en un hospital no católico y su defensa de la salud pública y de la importancia de mantener los hospitales católicos con una determinada misión.
«En enero, el Papa Francisco me dijo que había que hacerse cargo de los embriones abandonados. Fue claro: «Son vida, no podemos permitir que se utilicen para experimentación ni que se pierdan. Sería un asesinato». Estábamos evaluando, también con el Ministerio de Salud, entre las varias opciones, la forma de liberarlos en adopción pero no hubo tiempo para que el Papa hiciera ejecutiva su decisión. Mi compromiso ahora será, si las condiciones son las adecuadas, hacer realidad este deseo», señala antes de añadir: «Lo haré con el ministro de Salud Schillaci, como quería el Papa y espero que también con el Vaticano. Veremos».
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