Lola, la niña de hace 5.700 años que desata la polémica en Twitter por su color de piel
Un pequeño trozo de corteza masticado ha bastado para provocar una cadena de odio en la red social por la tez morena de la joven
El arma más antigua de la humanidad, más sofisticada de lo que se creía: mataba un conejo de un golpe a 30 metros

Cuando hace cinco años comenzó la excavación para un túnel que conectará la isla danesa de Lolland con la alemana de Fehmarn, en el mar Báltico, los arqueólogos se toparon con varios restos arqueológicos que obligaron a paralizar las obras. Fue el más insignificante de ellos, al menos en apariencia, el que reportaría el más valioso vestigio hallado durante décadas en el norte de Europa. Se trataba de un pequeño trozo de corteza de abedul que una niña de la Edad de Piedra había estado masticando, a modo de chicle, hace 5.700 años.
Su huella de ADN, impresa en el material gomoso antes de escupirlo, quedó allí encapsulada durante miles de años. Y por primera vez en la historia los investigadores han logrado extraer el genoma completo de un ser humano que vivió cuando la agricultura apenas estaba comenzaba a llegar al territorio que hoy llamamos Dinamarca. El Museo Lolland Falster, entusiasmado con el hallazgo, publicó los resultados en Nature en 2019 y realizó a partir de los datos de ADN una reconstrucción del rostro de aquella niña, bautizada ya como Lola, destinada a presidir la exposición sobre el descubrimiento. Nadie sospechaba todavía que la imagen de Lola, una preciosa jovencita de ojos azules y tez morena, podía despertar una cadena de odio en las redes sociales.
Apenas se difundió la imagen en Twitter en Estados Unidos, se desataron dos corrientes de usuarios indignados, unos protestando porque supuestamentese haya hecho creer hasta ahora a la humanidadque los primeros habitantes del norte de Europa eran blancos y rubios y otros acusando al Museo de manipular los resultados científicos para dotarse de una exposición políticamente correcta.
A nearly 6,000 year old piece of chewing gum, found in Scandinavia, perfectly preserved the DNA of its chewer. She was a young, hunter-gatherer girl, with dark skin, brown hair & blue eyes, who had recently eaten a meal of hazelnuts & duck. Archaeology is amazing. pic.twitter.com/kfav9PkonE
— Dorsa Amir (@DorsaAmir) July 13, 2023
«Numerosos comentarios expresan convicción de que los escandinavos siempre han tenido la piel clara, aunque el análisis del ADN de la niña muestre lo contrario y otros tantos nos acusan de haber estado mintiendo», explica la inspectora del museo, Marie Brinch, a la que la polémica ha tomado por sorpresa, «es impresionante que a tantas personas les despierte sentimientos tan fuertes el hecho de que hacemiles de años las cosas fueran diferentes a como se creía hasta ahora».
La directora del museo defiende la ilustración con los hechos y análisis en los que se basa y prefiere no entrar en más discusiones extracientíficas con los internautas. «Rara vez hay algo que sea completamente absoluto, lo que podemos decir es que tenemos una probabilidad muy alta de que tuviera cabello oscuro, piel oscura y ojos azules, aunque también hay una pequeña probabilidad de que no fuera así», explica.
Cazadora y recolectora
Lola, al menos la reconstrucción de su rostro a partir del genoma, nos mira desde la Edad de Piedra impasible. En sus ojos se adivina un gesto de perplejidad sobre nuestro actual comportamiento. No sabemos qué habría opinado ella en Twitter, pero sí sabemos muchasotras cosas sobre su vida cotidiana, gracias al estudio realizado por los expertos en Genómica Evolutiva del Departamento de Biología de la Universidad de Copenhague, Hannes Schroeder y Theis Jensen.
Pertenecía a puna población de cazadores-recolectores y vivía en un paisaje de bosque plano cerca de la laguna que hoy se llama Syltholm Fjord. Había estado comiendo carne de ánade real, anguilas y un puñado de avellanas antes de masticar la corteza de abedul, que seguramente utilizó para limpiarse los dientes hasta que la escupió en el agua. Fue Theis Jensen la primera que sospechó que ese resto vegetal de poco más de un centímetro de grosor podía contener un tesoro arqueológico.
Había participado en una excavación en Suecia en la que se hallaron restos parecidos, en forma de brea azulada. Sabía que la corteza de abedul de color gris-negro se vuelve líquida cuando se calienta y se solidifica después con rapidez, por lo que se utilizaba como pegamento y para masticar como antiséptico porque tiene la propiedad de matar bacterias, la misma que ha permitido preservar el ADN de la saliva en el bulto.
El pequeño bulto no mostraba a primera vista marcas de dientes, pero aparecía tan retorcido que la científica solicitó en primer lugar su datación por carbono 14, que resultó 3.850 a 3.650 a.C., y después las pruebas de ADN.
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Sin duda ayudó el hecho de que el resto de corteza de abedul quedase sellada durante milenios en un suelo húmedo y deficiente en oxígeno, las mismas condiciones que han permitido la conservación de objetos hechos de madera, huesos y fibras vegetales del mismo yacimiento, que componen ahora una exposición única. «Aquí están los hechos científicos, animamos a todos a visitarlos, en lugar de quedarse con la polémica de las redes sociales», invita la directora del museo.
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