Un Congreso que ha mirado al futuro
«La Iglesia en España será seguramente más pequeña en el futuro, ha dicho Argüello, pero busca ser más significativa»
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Iniciar sesiónDurante una entrevista sobre el reciente Congreso sobre las vocaciones, organizado por la Conferencia Episcopal Española, el arzobispo Luis Argüello no podía evitar una carcajada cuando Carlos Herrera le comentó que lleva escuchando hablar de «crisis de las vocaciones» tanto tiempo como de la « ... crisis del teatro». Quizás este Congreso haya sido un intento de romper un esquema falso. La curva de las diversas vocaciones evoluciona en proporción a la relación entre Iglesia y sociedad y, en la medida en que la realidad social del pueblo cristiano ha disminuido de tamaño, también han disminuido las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada.
La verdadera crisis de fondo es la de la comprensión de la vida como vocación, es decir, como don y misión, y esto vale tanto para la Iglesia como para el conjunto de la sociedad. «Ninguno nacemos por haber suscrito una póliza o haber aprobado unas oposiciones, ha dicho Argüello, sino como fruto de un don gratuito». Y esta conciencia es la que sitúa adecuadamente las diversas «crisis vocacionales» en la Iglesia, como también el vacío existencial y la falta de sentido de tantas personas en una cultura que ha suprimido los vínculos y que silencia las grandes preguntas. La propuesta que ha lanzado este evento eclesial, sorprendentemente ignorado por los grandes medios, es pasar de un narcisismo enfermizo y letal a preguntarnos «para quién somos». Porque sólo desde ahí podemos comprender nuestra identidad: que no podemos concebirnos fuera de la relación con los hermanos, y que no podemos realizar nuestra humanidad sin seguir la pista del Infinito al que apuntan como signo todas las cosas que nos importan. En definitiva, como señalaba el Papa en su mensaje, «somos para el Señor, en los hermanos»
Podrá discutirse hasta el cansancio sobre los efectos de un congreso como éste pero que cada cierto tiempo las diversas realidades que componen el tejido de la Iglesia en España se reúnan, dialoguen y tomen el pulso a los desafíos del momento, es sencillamente imprescindible. Monseñor Argüello ha llamado la atención sobre la alegría que se ha respirado durante este encuentro (más de tres mil personas procedentes de 70 diócesis, 150 congregaciones religiosas, 60 asociaciones y movimientos…) A su juicio, se ha puesto de manifiesto una comunión vivida que nace del encuentro con Jesucristo y que se desea ofrecer al mundo. Esta imagen, que no pretende ser idílica, es mucho más verdadera que algunos relatos hiperventilados desde izquierda o derecha.
La Iglesia en España será seguramente más pequeña en el futuro, ha dicho Argüello, pero busca ser más significativa en lo que se refiere a su misión. Y eso pasa, a su juicio, a través de una renovada creatividad de las vocaciones laicales para que sean una presencia cristiana capaz de incidir en los ámbitos de la vida social, económica, cultural y política. Gestar, acompañar y sostener esas presencias debería ser una paciente y ambiciosa tarea para los próximos años. No la única, desde luego, pero sí una de las más trascendentales, y va a requerir más luces largas que tópicos manidos.
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