Amarla tal como es
«Nos ayuda a ver la Iglesia real, que ha aprendido y continúa aprendiendo de sus errores y de sus caídas»
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Iniciar sesiónEn su «Carta sobre la renovación del estudio de la historia de la Iglesia», especialmente sustanciosa pero que ha pasado sin pena ni gloria para el gran público, el Papa Francisco dice que «hoy tenemos una proliferación de relatos, a menudo artificiales e incluso ... engañosos, y al mismo tiempo una ausencia de historia y de conciencia histórica en la sociedad civil y también en nuestras comunidades cristianas». Siempre he pensado que la historia de la Iglesia es la cenicienta de la formación en nuestras comunidades cristianas, y no por un prurito intelectual, no se trata de recitar la lista de los mártires de Roma, ni de saber las fechas de todos los concilios. El cristianismo no es un elenco de ideas y principios, es ante todo una historia, porque Dios ha querido entrar carnalmente en la historia de los hombres para curarlos, sostenerlos y llevar su vida a cumplimiento. Necesitamos entender que la Iglesia es un cuerpo vivo que atraviesa la historia con todos sus zigzags, un cuerpo que, a veces, parece estar a punto de morir, pero al final, misteriosamente, triunfa frente a todos los cálculos humanos, como decía san John Henry Newman.
Como acaba de escribir Francisco, «a la Iglesia hay que amarla tal como es; si no, no la amamos en absoluto, o amamos sólo un fantasma de nuestra imaginación». Y la historia de la Iglesia «nos ayuda a ver la Iglesia real, que ha aprendido y continúa aprendiendo de sus errores y de sus caídas», los cuales no impiden que, en todas las épocas, en ella sigan floreciendo los santos, como decía genialmente el teólogo Henri De Lubac. El Papa recuerda la genealogía de Jesús narrada por san Mateo, y observa que en ella nada se ha simplificado o suprimido, de modo que figuran algunos nombres problemáticos por su comportamiento moral … «Todo, sin embargo, termina y florece en María y en Cristo». Y si esto pasó en la historia de la salvación, sucede igualmente en la historia de la Iglesia. De nuevo nos ayuda la mirada del gran cardenal Newman: «la suya es una historia de caídas aterradoras y de recuperaciones extrañas y victoriosas… en fin, la regla de la Providencia de Dios es que hemos de triunfar a través del fracaso».
Hoy tenemos mucha necesidad de que se haga historia de la Iglesia en nuestras comunidades, con rigor y precisión, también con pasión e involucrándose, como encomienda el Papa en esta carta. Y hace falta que esa historia sea conocida, asimilada y amada, nos sólo por los especialistas o los líderes, sino por el santo pueblo de Dios, que es quien la protagoniza.
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