Se nos va un gran Nuncio

En esta ocasión se podría pensar en circunstancias que aconsejaban la continuidad de monseñor Bernardito Cleopas Auza en España. Al margen de la incertidumbre generada a raíz de la enfermedad del Papa, y del futuro más o menos inmediato, monseñor Auza ha sido uno de los nuncios apostólicos que mejor han entendido la idiosincrasia de la Iglesia en España, y por tanto, de España.

En la historia contemporánea ha habido inquilinos en la calle Pío XII de Madrid que han prestado grandes servicios. Destacaría dos perfiles divergentes, Dadaglio en la época de la Transición política y Tagliaferri en el pontificado de san Juan Pablo II. Monseñor Auza, en tiempos si cabe más complejos en algunos aspectos, ha sabido ejercer con una finura sin igual.

Hombre poco dado a condicionamientos, con capacidad de observación, memoria prodigiosa, inteligencia sutil, y fidelidad a la Iglesia y al Papa, ha navegado en los mares más procelosos, sabedor de que una de las notas de este pontificado es que el Papa tiene un Nuncio oficial más otros muchos mensajeros de ida y vuelta, extraoficiales actores que ejercían en canales informativos paralelos.

El Nuncio lo es ante el Reino de España. Y aquí entra en juego la forma en la que el Gobierno de Pedro Sánchez ha intentado, también en Roma, segar la hierba a un diplomático vaticano que siempre ha pretendido la libertad de la Iglesia y la salvaguarda de los derechos y libertades de los católicos como ciudadanos. El problema suele estar en quienes, de dentro de la Iglesia, se prestan a determinadas componendas.