Obispo de AJaccio (Francia) y Neocardenal
Francisco Javier Bustillo: «Me da más miedo correr un encierro de sanfermín que ir a un cónclave»
Es uno de los 18 nuevos purpurados electores que el Papa creará en septiembre
El Papa nombra cardenal al arzobispo de Madrid, José Cobo, y España se convierte en el segundo país con más purpurados electores
Corresponsal en el Vaticano
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Iniciar sesiónA sus 54 años, el navarro Francisco Javier Bustillo se convierte en el benjamín de los purpurados españoles. Nació en Pamplona y allí se hizo franciscano; ahora es obispo en Ajaccio, la capital de Córcega. Su libro «La vocación del sacerdote ante las ... crisis» entusiasmó tanto al Papa que en 2021 lo regaló a todos los sacerdotes de Roma y ahora lo hará cardenal. Cuando Francisco lo anunció, él estaba celebrando la misa y de improviso empezó a recibir decenas de mensajes que aún no ha terminado de responder.
-¿Qué consejos le han dado estos días?
-Me piden que intente conservar la sencillez y la fraternidad. También, que sea prudente al hablar y tenga en cuenta la responsabilidad que el Santo Padre me da. Los cardenales son «príncipes de la Iglesia». Si tenemos responsabilidades importantes en la Iglesia no es para tener honor y gloria, sino para que el pueblo de Dios pueda crecer y pueda ir hacia adelante.
-¿Qué mensaje quiere pasar el Papa a la Iglesia con su nombramiento?
-No sé… El Papa apreció un libro que escribí, donde decía que la Iglesia necesita fidelidad y creatividad. 'Fidelidad', porque tenemos un pasado y una tradición; y 'creatividad' porque la Iglesia tiene la capacidad de abrir caminos nuevos, de dar respuestas nuevas a una sociedad que está viviendo tensiones, divisiones, mucha violencia.
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Javier Martínez-BrocalEl Papa hará 18 nuevos cardenales el próximo 30 de septiembre, ha anunciado en el Ángelus. También serán cardenales los españoles Ángel Fernández Artime, superior mayor de los salesianos y François-Xavier Bustillo, obispo de Ajaccio
-¿Qué puede hacer la Iglesia, con la que está cayendo?
-Yo soy franciscano y pienso en dos elementos de la vida de San Francisco, la «reparación» y el «sueño». El verbo reparar es interesante porque se repara algo que ha sufrido, que está roto. Reparar es devolver la belleza y la autenticidad del origen.
-¿Por dónde empezaría?
-Como dijo Benedicto, comienza desde dentro. Pienso en la unidad y la autenticidad. En la Iglesia de Francia y en otros lugares es una pena que nos dividamos y nos etiquetemos: 'este es de derechas o de izquierdas, es moderno o es conservador'. Por eso, una prioridad es la búsqueda de la unidad. La otra es la autenticidad, recordar que estamos para servir. Hay que salir de una actitud egocéntrica, centrada en nosotros mismos, y pensar en lo que el mundo espera de los cristianos.
-¿Y qué espera el mundo de los cristianos?
-Quieren gente de Iglesia que no esté ahí para aprovecharse, sino dispuesta a dar la vida, dar consejos, dar el tiempo, dar lo mejor que tenemos, intentar ver y poner en juego lo que cada uno tiene. Lo de «amaos los unos a los otros, amad a vuestros enemigos» no es poesía, es un proyecto ambicioso para cambiar la mentalidad del mundo, para que la sociedad sea más fraterna y pacífica. Creo que eso es lo que se necesita hoy.
-Primero 'reparar', y luego 'soñar'.
-Hacer soñar. La Iglesia en el pasado siempre ha hecho soñar: la arquitectura, la pintura, la escultura, el gregoriano, las misiones..., y hoy, en ciertos casos y situaciones, hace llorar. Tenemos que cambiar un poco de mentalidad y recuperar ese aspecto positivo de lo que la Iglesia puede ofrecer al mundo, sin arrogancia y sin complejos
-¿De qué se trata?
-Tenemos ahí un reto muy interesante. Muchos ven en la Iglesia el pasado y algunas páginas oscuras, la Inquisición y las cruzadas; o los curas pedófilos, la riqueza del Vaticano, las prohibiciones morales, la política de la Iglesia… Pero no ven el alma de la Iglesia. Hay que recomenzar por el Evangelio, lo que Jesús ha dicho y hecho. Hoy muchos jóvenes en Europa no conocen el Evangelio, no conocen a Jesús, no conocen la Iglesia.
-En su libro presenta al católico como «portador de vida».
-Desde el primer bautizado hasta el Papa tienen que dar vida, pero durante años hemos estado centrados en la gestión del propio tiempo y de la estructura. Vivimos en un mundo que, como una tragedia griega, oscila entre Eros y Thanatos. El amor, que es el motor del Evangelio, tiene que ser el que nos dé ánimo para ir adelante. Si no, estaremos en una lógica de muerte, una lógica de división, de tensión y de crispación.
-¿Usted por qué decidió hacerse franciscano?
-Me ha gustado siempre San Francisco porque es muy humano y muy espiritual, aporta respuestas de Evangelio a la naturaleza humana. Es un hombre que en una época violenta y de conflictos y guerras como la Edad Media, supo hablar con el Evangelio y del Evangelio, y pacificar las conciencias y las inteligencias. Igual que dio respuestas en su tiempo, su carisma puede dar respuestas originales y oportunas a nuestra sociedad del siglo XXI.
-¿Por ejemplo?
-Por ejemplo, la pobreza, es decir, ir a lo esencial; la fraternidad, el espíritu pacífico; la ecología, el diálogo interreligioso. Y también la vida interior, la vida espiritual. Estoy convencido de que si se descubre a San Francisco, su espiritualidad, su coherencia y sus escritos pueden ayudar a personas que están un poco perdidas, que buscan una orientación en la vida, que buscan el gusto de la vida... Los santos no son una élite de perfectos, sino personas que han intentado amar y ser coherentes con el Evangelio. Y San Francisco es uno de esos héroes sencillos que han dejado una huella en la historia.
-¿Usted cómo acabó en Francia?
-A mí siempre me ha interesado la cultura francesa, el hecho de que está muy secularizada, y pensé que como franciscano podía responder a los retos que planteaba. Algunos dicen que la sociedad francesa es laica. No. El Estado es laico, la sociedad está secularizada. Esto quiere decir que hay un vacío, que se han alejado de Dios, pero que hay personas o situaciones que esperan algo de Dios, de la Iglesia y de sus testigos. Por eso yo en Francia me he encontrado siempre muy a gusto.
-El Papa viajará a Marsella en septiembre para reunirse con obispos de todo Mediterráneo.
-Será un buen momento de diálogo y de encuentro entre realidades distintas que pueden tener un objetivo común. Es importante que obispos y creyentes del Mediterráneo podamos conocernos, encontrar un terreno de confianza para hablar y crecer juntos a partir de lo que cada uno vive en su situación y en su cultura. Los del sur, como Francia, España, Italia, ya nos conocemos. Pero conocemos menos a los de Marruecos, Egipto, Líbano, Turquía...
-¿Es una casualidad que le hayan nombrado cardenal durante los sanfermines?
-Fíjate que no me puse el pañuelo rojo durante la fiesta, pero me ha caído el rojo de los cardenales.
-Hay tres cardenales navarros. Son ustedes una superpotencia rojilla.
-Y los tres estamos en diócesis del extranjero, es curioso. Uno en Centroamérica, uno en Chile y yo en Francia. Es el espíritu navarro, siempre misionero.
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-¿Usted ha corrido alguna vez un encierro?
-Ah, no, no. Soy muy miedoso para eso. El encierro no es para mí. De los sanfermines me gusta que la gente tenga un momento de alegría, eso está muy bien, pero también algunas veces hay un poco de excesos.
-¿Le da más vértigo un cónclave o un encierro?
-Me dan miedo los dos. Pero en un cónclave tengo menos miedo porque los cardenales tienen mucho fundamento y pueden hacer mucho bien a la Iglesia. En cambio, un encierro es un poco más peligroso porque hay menos racionalidad, es la lógica de la fuerza y de la velocidad, y hay que tener más cuidado.
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