Los fallos en la detección de superdotados: «De niña me dijeron que tenía un CI de más de 140. Hoy el test dice otra cosa»

Hay 51.396 alumnos diagnosticados como de altas capacidades, cuando se estima que en realidad son 600.000

Las valoraciones fallan en un sentido y en otro, especialmente en mujeres, ocasionando graves problemas sociales

Jackeline De Barros ha vivido siempre como una superdotada FRANCIS SILVA

Uno de los magistrados más brillantes de este país come todo los días encerrado en el baño de los juzgados con el táper sobre las piernas. Es un hombre de éxito, pero también vive aislado, con un miedo atroz a la interacción social. Hace poco, ... un psicólogo le explicó que los problemas de sociabilidad que arrastra desde niño tienen una raíz concreta: es superdotado, aunque nunca nadie se lo hubiera dicho.

En España hay diagnosticados 51.395 alumnos de altas capacidades, lo que representa un 0,62% del total, según los últimos datos disponibles del Ministerio de Educación. Numerosos estudios estadísticos han estimado que en torno al 2% de los alumnos son superdotados, es decir, con un cociente intelectual (CI) por encima de 130, excepcionalmente alto. También se estima que un 10% de los estudiantes tienen altas capacidades, que destacan por encima de las habilidades intelectuales de la media.

Teniendo en cuenta estas estimaciones, en nuestro país habría unos 110.000 estudiantes superdotados y más de 600.000 con altas capacidades escolarizados. La mayoría, por tanto, no estarían recibiendo ninguna atención especial. «Cuando en 2011 empezó a andar nuestra asociación, apenas había 15.000 niños detectados en todo el país», señala Carmen Sanz Chacón, que es psicóloga especializada en superdotación y altas capacidades, un perfil que tampoco abunda. Reconoce que algo hemos mejorado, aunque seguimos estando a la cola del mundo en diagnósticos de aquellos que se encuentran en «el lado derecho de la curva».

Lo más habitual, resultado del infradiagnóstico, es encontrarse con historias como la del magistrado que descubrió que era más listo de lo normal después de media vida. Sin embargo, también se da el caso inverso: test fallidos que dieron en un primer momento un resultado por encima de la media y, años más tarde, reflejan un CI más bajo. «Mis padres eran profesores y mi abuelo era médico así que de niña me hicieron un test de inteligencia en el que me dijeron que tenía un cociente intelectual que superaba los 140. Lo curioso es que hoy todos los test que me he hecho me han dado un resultado mucho más bajo», explica Jackeline De Barros a ABC.

«Mi madre temía que me convirtiese en una persona petulante, en una engreída»

A sus 59 años, esta mujer fascinada por la lectura y afincada en Málaga, relata que cuando era niña su madre temía que se convirtiese en una persona «petulante o engreída». Por eso, se ha pasado años enmascarando sus capacidades, disimulando el aburrimiento que le causa la mayor parte de la gente. «Aparentando ser normal», resume. En su opinión, los test se han quedado obsoletos y en la mayor parte de las ocasiones, dice, fallan.

Los mismos equipos que para atender a niños con hiperactividad o dislexia

Hay un «grave problema» en los colegios porque los equipos que están pensados para atender a los alumnos con altas capacidades son los mismos que los de necesidades educativas especiales, como la dislexia, el déficit de atención o el principio de autismo, refiere Alicia Rodríguez, que es presidenta de la AEST (Asociación Española de Superdotados y con talento para niños, adolescentes y adultos). Esta profesional que ha dedicado su vida a visibilizar el olvido de los superdotados asegura que, normalmente, se tarda hasta tres años en hacer las valoraciones a aquellos menores que pueden tener altas capacidades. «En los equipos no hay psicólogos clínicos, se llega tarde y se falla en los diagnósticos», lamenta.

Pero, lo que le ocurrió a Jackeline De Barros plantea otra pregunta: ¿se mantiene el cociente intelectual estable a lo largo de los años? Hay estudios científicos que afirman que sí, aunque a partir de los 60 la velocidad mental va decayendo. «Claro que el cerebro hay que ejercitarlo, porque si no se va aletargando. Pero también pueden reducir el CI el abuso de drogas, el alcoholismo o el consumo excesivo de ciertos medicamentos, como aquellos que se recetan para la ansiedad», indica Carmen Sanz Chacón, la psicóloga clínica. De hecho, hay un estudio bastante conocido del año 2000 en el que se observó cómo los taxistas de Londres –antes de que se generalizara el uso del GPS– tenían más desarrollada la zona del cerebro que se encarga de la memoria y la orientación espacial que el resto de la población.

La inteligencia se mantiene estable hasta los 60, pero el cerebro debe ejercitarse y no 'intoxicarse'. En cualquier caso, los expertos consultados coinciden en que en estos test hay siempre un margen de error, una holgura en los resultados. Hay que decir que los fallos en los diagnósticos se acentúan en las mujeres, quienes reprimen mucho más su inteligencia que los hombres. «Se hacen más las rubias», sintetiza Javier G. Recuenco, que es portavoz de IQ Pride. Según datos de Educación, sólo el 35% de los alumnos con altas capacidades identificados son mujeres, frente al 65% de hombres. «Las chicas suelen madurar antes que los chicos. Por eso, las que tienen un CI más alto que la media entienden rápidamente que lo que deben hacer si se quieren integrar socialmente es enmascarar su mente extraordinaria», asegura Recuenco. Hay un patrón que suele darse en niñas con altas capacidades: en los exámenes responden sólo a las preguntas que aseguran el aprobado o el notable huyendo del sobresaliente.

El temor a la vanidad y la exhibición de la inteligencia

«Nuestra sociedad tiene un problema con las altas capacidades, con la inteligencia y la exhibición de la misma. La tradición judeocristiana es en parte culpable, pues una capacidad que se escapa de lo normal puede relacionarse con pecados como la vanidad, el ego. Hay siempre un halo de culpabilidad que rodea la superdotación», opina Recuenco. Y recuerda que en cuanto se habla del tema, resuenan conceptos como la eugenesia o el elitismo.

Lo que resulta paradójico, sin olvidar que la mayor parte de los CI altos no se detectan, es que en la cotidianeidad del parque de columpios sea habitual escuchar a numerosos padres presumir de las altas capacidades de sus hijos. «Siempre será más asumible internamente para un padre convencerse de que tiene un hijo superdotado antes que uno con TDA (trastorno de déficit de atención) o con hiperactividad», señala Recuenco.

La realidad es que, fuera de los corrillos de un parque de columpios, la mayoría de los superdotados no saben que lo son y el hecho de no saberlo complica su supervivencia social.

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