El consejero delegado de BP se irá en octubre
Tony Hayward, muy criticado por su gestión del vertido en el Golfo de México, podría recibir una pensión de 13,4 millones
ANNA GRAU
Ya es oficial. Tony Hayward, el presidente ejecutivo de British Petroleum (BP), la petrolera responsable del monstruoso vertido de crudo que empezó en el Golfo de México el pasado 20 de abril, será apeado de su cargo en octubre. Le sustituye Bob Dudley, norteamericano y ... nacido en Mississipi, y que en la práctica es el que lleva más de un mes lidiando con el día a día del problema y sobre todo con las autoridades de Estados Unidos.
¿Es Hayward una calamidad o un chivo expiatorio? ¿O las dos cosas? Desde el primer momento sorprendió su arrogancia, su falta de liderazgo y la poca fortuna con que comentó públicamente que estaba harto de esta crisis y que sólo pedía volver a su vida normal. Algo que también desean ardientemente las familias de pescadores del Golfo o dependientes de la actualmente devastada industria turística de la región. Y que, a diferencia de Hayward, no se van a retirar con un suculento bonus y 1 millón de euros de pensión para empezar a hablar.
Las condiciones económicas del forzado retiro de Hayward eran en las horas previas al anuncio uno de los secretos mejor guardados de BP, que, seguramente no por casualidad, se ha quitado de encima a su polémico CEO justo cuando le toca presentar cuenta de resultados y dar la cara frente a los accionistas. La gigantesca petrolera británica ha visto como sus acciones se devaluaban un 40 por ciento desde el inicio del vertido.
No es que la compañía esté exactamente contra las cuerdas. Hablamos de uno de los colosos energéticos del mundo, una empresa que podría enjugar lo que lleva perdido con el vertido sólo con los beneficios del año pasado. Otra cosa es que más peligrosa aún que la fuga de petróleo es la fuga de prestigio.
La Casa Blanca, en evidencia
Este accidente dejó en evidencia a la petrolera pero también a la Casa Blanca y en general a todas las instancias de la Administración estadounidense encargadas de velar por la seguridad de estas perforaciones. Se reveló que no sólo los controles eran laxos sino que la impunidad se reforzaba por el compadreo entre empresarios y oficiales federales sistemáticamente invitados a fiestas y hasta orgías. Para colmo la ley de responsabilidades máximas era patéticamente insuficiente: 75.000 dólares de multa como máximo por un daño económico y ecológico muchísimas veces mayor.
Como con la ley en la mano el gobierno Obama lo tenía difícil para doblegar a BP y asegurarse de que pagara la factura del vertido, empezó a tirar de otro tipo de presión. El presidente en persona expresó su disgusto con la persona y la gestión de Hayward, patrocinando una avalancha de descrédito. El odiado CEO se retira convertido en el emblema de una cultura petrolera basada en la codicia, la imprudencia y el absoluto desprecio de las consecuencias de sus acciones.
La compañía lo ve de otra manera: dicen que Hayward se ha convertido en el pararrayos de la crítica fácil y que hay que deshacerse de él para evacuar mala voluntad contra la compañía. Pero tampoco demasiado rápido: el inglés seguirá en su puesto hasta octubre. Quizás para acabar de rematar el trabajo sucio y facilitar que su sucesor haga un desembarco mucho más inmaculado.
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