Cesáreas humanizadas: «Ayudé a extraer a mi hijo de mi vientre y lo llevé al pecho. Fue puro instinto»
Las cesáreas provínculo, de las que el Hospital Vall d'Hebron de Barcelona es pionero, permite a las pacientes ayudar a nacer a sus bebés
«Las madres sufrían al ver cómo las separaban de sus bebés nada más nacer y era necesario cambiar las cosas»
Anna Teixidó con su hijo Pol en el pecho minutos después de nacer
Dos de febrero de 2022, doce del mediodía. Anna Teixidó acude al Hospital Vall d'Hebron de Barcelona con hora para cesárea programada. Es su segundo hijo sin parto vaginal y sabe a lo que va pero está relajada porque, si no hay ... sorpresas de última hora, lo tiene todo planificado. El hospital barcelonés, en el que trabaja como ginecóloga desde hace años, fue pionero en 2018 en instaurar las denominadas cesáreas provínculo o humanizadas, diseñadas para intentar asemejarse lo más posible al parto vaginal y aumentar los vínculos afectivos entre la madre y el bebé.
El objetivo principal de estos procedimientos, en los que, como en los partos naturales se prima la seguridad del acto médico, es que la paciente deje de tener la percepción de que es un elemento pasivo en una cirugía, y pueda participar directamente en el nacimiento de su bebé sintiendo todas las emociones positivas que experimentan las madres en un parto natural. Para ello, el centro barcelonés permite a las futuras madres diseñar, como si se tratara de cualquier efeméride señalada, el acto de bienvenida al mundo de su hijo.
A diferencia de las cesáreas de hace apenas una década, desde hace años este hospital permite a las pacientes ir acompañadas de uno o más familiares, poner música en el quirófano, bajar el telón quirúrgico que les impide ver la intervención, colocarse encima a su bebé cuando aún no han cortado el cordón umbilical, e incluso poder ayudar al ginecólogo a extraerlo de su vientre, algo, esto último, de lo que el hospital catalán también es pionero, y que se reserva solo a «mujeres muy comprometidas con este tipo de parto», según explica en declaraciones a ABC la doctora Anna Suy, responsable de la Sección de Obstetricia del Hospital de la Mujer de Vall d'Hebron y presidenta de la Sección de Medicina Perinatal de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (Sego).
Anna Teixidó, de 35 años, es un claro ejemplo de este último perfil de pacientes. Según explica a ABC, tuvo a su primer hijo Max en 2020, cuando el plan de cesáreas humanizadas del Hospital Vall d'Hebron aún no se había generalizado como protocolo. Pese a ello, eligió que su compañero Adrià estuviera presente en la cesárea, que se bajara el telón quirúrgico para que ambos pudieran ver la llegada al mundo de su bebé, y que se lo colocaran en el pecho solo nacer. Todo para que la experiencia fuera lo más parecida posible a un parto eutócico.
«Fue especial para mí y una experiencia sin duda positiva, pero la disfruté más con mi segundo hijo Pol. Ya sabía a lo que me enfrentaba y pedí más cosas, entre ellas poder ayudar a extraer a mi hijo del vientre«, explica la madre. Cuando tuvo a su segundo retoño, en noviembre de 2022, se había superado ya la fase más aguda de la pandemia y los hospitales empezaban a recuperar la normalidad. El Hospital Vall d'Hebron tenía cinco años de experiencia en este tipo de cesáreas y todo fue rodado.
«Fue espectacular»
Anna vivió la llegada de su otro hijo al mundo como una experiencia que rozaba el parto natural. «La atmósfera era prácticamente igual a la de un paritorio, me sentía muy libre y disfruté del momento. Todo el mundo estaba predispuesto a que aquello se pareciera lo máximo posible a un parto natural. Hubo momentos de éxtasis como cuando noté el bebé en mi pecho. Poder ayudar a extraerlo de mi vientre fue un añadido. Todo fue espectacular», explica la madre. Es consciente de que no todas las mujeres que paren por cesárea programada elegirían su opción pero se siente satisfecha con haber podido vivir esta experiencia.
«Ayudé a salir de mi vientre a mi hijo y lo llevé hacia mi pecho por puro instinto. En el fondo somos animales. Me lo pedía el cuerpo», dice Teixidó, embarazada actualmente de su tercer hijo, para el que también tiene programada una cesárea a mediados de noviembre. «Repetiré experiencia, sin duda», avanza a este diario.
Antes de entrar a quirófano, como en toda intervención, las futuras madres firman un documento sobre los posibles riesgos de la cirugía, aunque días antes, junto a la especialista que ha controlado su embarazo, perfilan cómo quieren que sea el acto. «Nos dicen si quieren música relajante, si están de acuerdo con que se baje la lona para ver la intervención, si quieren ayudar en la extracción del bebé, etc...; un abanico de posibilidades a las que pueden optar, incluso apuntándolo verbalmente en la misma cirugía», dice Anna Suy, quien aclara que «se respeta al máximo su voluntad siempre que no conlleve riesgos para la paciente».
En la actualidad, prácticamente todas las cesáreas programadas que se practican el Vall d'Hebron son humanizadas, aunque hay diferencias en función del perfil de la mujer. «La mayoría de las pacientes piden bajar el telón, ser acompañadas por sus parejas, y aceptan que los aparatos para monitorizarlas se coloque en la espalda para poder disfrutar el piel con piel con su bebé. Sin embargo, la opción de ayudar a extraer a su bebé solo la eligen las más valientes», puntualiza la especialista.
Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (correspondientes a 2022), la tasa de estas de intervenciones en la sanidad pública española es del 25,9% (85.400 partos del total de 329.251 que se registraron ese año). El porcentaje se dispara hasta el 35% en la sanidad privada.
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