Cataluña tiene la playa más contaminada por pellets de España: «Nuestros abuelos ya lo veían»

Ahí empezó la batalla contra estos microplásticos para Good Karma Project, la asociación medioambiental de la que formaba parte Oliva, y para la ONG Surfrider, con la que se aliaron. Creen que en 2019, solo en la playa de Pineda, había entre 90 y 120 millones de pellets de plástico. La mayoría sigue ahí, en una playa que forma parte de la Red Natura 2000. En 2021, en apenas un par de horas un grupo de voluntarios recogió 800.000 pellets. Sus cálculos hablan de una acumulación de mil piezas por metro cuadrado en la zona.

«Empezamos a recopilar datos y al final encontramos que venían del complejo petroquímico de Tarragona», explica Oliva. Siguieron, tierra adentro, el río Francolí, y así se dieron cuenta de que el residuo plástico estaba en todos los arroyos y ríos situados cerca de las empresas que los producen o manipulan. En este enclave catalán se concentran una treintena de empresas químicas que fabrican aproximadamente el 60% de los productos plásticos del país.

Los pellets, que son la materia prima con la que trabaja esta industria, se pierden en el transporte y en el proceso de fabricación del producto final. Cuando hay temporal, los pellets son arrastrados hasta la costa, pero el problema es constante. «Lo que vemos es solo una pequeña parte, normalmente van mar adentro», dice Oliva, que apunta a que la también llamada granza existe desde que se fabrica el plástico, es decir, desde hace al menos medio siglo en Tarragona. «Nuestros padres y abuelos dicen que ya lo veían, pero como la industria hace cada vez más y más plástico, es un problema que ha ido creciendo», asegura.

A lo largo de estos años, los voluntarios se han dado cuenta de que retirar los pellets sirve de poco. La contaminación es constante. «Hablamos de un residuo muy pequeño, con una dispersión superalta», explica Xavier Curto, de Surfrider. Se pueden gestionar sacos, si llegan enteros. Pero cuando estas pequeñas partículas inferiores a 5 milímetros se dispersan por el mar, la recuperación es «muy muy complicada», dice. «Al final hay millones que se pierden y recuperarlos es titánico. Se tiene que invertir mucho esfuerzo». Sus investigaciones han mostrado que los pellets que salen de Tarragona llegan con facilidad a Islas Baleares.

Por ello, el enfoque adoptado por estas asociaciones ha sido el de involucrar a la administración y a las empresas. «Hemos trabajado a todos los niveles, desde el ayuntamiento, el ministerio y hasta eurodiputados…», dice Curto. Al Ministerio para la Transición Ecológica le han pedido legislar contra la contaminación por pellets, por ahora sin suerte.

El informe del Perfil Ambiental de España que elabora anualmente el Ministerio ha reconocido durante años que la playa de La Pineda es la que recibe «la mayor proporción de pellets» por «su proximidad a una importante concentración de industrias del sector de la fabricación y transformación de plásticos». En el último informe, correspondiente a 2022, apuntaba a una disminución general de granza en las playas, aunque se mantenían en Itzurun (País Vasco), La Pineda (Tarragona), Famara y Lambra (ambas playas en Lanzarote), «que son precisamente las cuatro playas con mayores concentraciones desde un punto de vista histórico».

Ante la falta de acción, el pasado mes de noviembre, Surfrider y Good Karma lograron que la administración local iniciara un expediente sobre la responsabilidad de la contaminación por pellets en Vilaseca. Pero el problema de base, según lo ven Curto y Oliva, es la falta de legislación específica. No hace falta informar cuando los pellets se vierten al medio ambiente. Las buenas prácticas son voluntarias para la industria y no hay una prevención obligatoria. Sobre la mesa solo está, por el momento, una propuesta de regulación de la Comisión Europea. «Queremos que la administración se ponga las pilas», concluye Curto.