'Carreteras solares', la revolución renovable ya está aquí
La fotovoltaica busca fórmulas para continuar su expansión a través de infraestructuras ya existentes. Los 12.000 km de la red viaria, los carriles-bici, los invernaderos almerienses o los embalses son solo el principio. A cambio promete menos conflictividad social
Solo el 8% de la inversión prevista en los planes hidrológicos es para prevención de inundaciones

Desde el pasado mes de septiembre, el conductor que pase por la carretera mallorquina Ma-20 verá en la mediana, frente al túnel de Génova, una alineación de 84 placas solares en lugar de las típicas adelfas o terreno baldío. Estas placas son las que alimentan ... las luces del túnel, a la vez que el excedente se envía a la red general. Son 186 metros cuadrados que han convertido la vía en pionera de las 'carreteras solares' en España, una idea que cada vez más países plantean como escalable a nivel nacional.
En España, la red nacional de autopistas y autovías consta de 12.200 kilómetros, excluyendo tramos urbanos, puentes y túneles. Por ley, los ocho metros adyacentes son de dominio público. Y podrían aprovecharse para instalar paneles solares. La propuesta figura en el informe 'Análisis de la inversión en infraestructuras prioritarias en España' elaborado por la consultora Sener por encargo de la patronal de las grandes constructoras, Seopan. El informe calcula que si solo la mitad de las redes viarias fueran viables para la instalación de paneles solares, excluyendo zonas en pendiente o con otras instalaciones, quedaría una superficie aprovechable de casi 5.000 hectáreas.
«Seríamos capaces de generar el 2% de la producción eléctrica anual del país con una inversión del orden de 1.609 millones de euros», explicaba recientemente el presidente de Seopan, Julián Núñez, en una rueda de prensa. Suiza, por ejemplo, ha modificado la legislación nacional para poder disponer de ese espacio; mientras que Francia va a poner en marcha un proyecto piloto de cinco hectáreas cerca de la ciudad de Chantecoq, en los laterales de la A19.
Nuevos espacios
La búsqueda de nuevos emplazamientos es una de las líneas de trabajo de la energía fotovoltaica. Para cumplir con los objetivos europeos de descarbonización, España tendrá que triplicar o incluso cuadriplicar la fotovoltaica de aquí a 2050. Pero aunque hoy este tipo de instalaciones energéticas solo ocupan el 0,2 % de la superficie agraria útil, unas 50.000 hectáreas según datos del Ministerio de Agricultura, el descontento social en el mundo rural se ha hecho patente, lo que visibiliza la necesidad de buscar recursos complementarios.
«Absolutamente no dejaremos de ver grandes granjas solares. Para ser climáticamente neutros hay que descarbonizar», explica Nieves Vela, responsable de la división de Energías Renovables del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat). Sin embargo, la experta reconoce que además de las grandes centrales intensivas, se está desarrollando nueva tecnología para reducir el espacio requerido. «La idea es usar espacios que de otra manera no se podrían utilizar para fotovoltaica», comenta, ya que las necesidades energéticas van a crecer a gran escala. Así ha nacido el autoconsumo, la agrovoltaica o la integración de paneles en las carreteras, ya sea en los mismos laterales, en las barreras acústicas o incluso en el propio pavimento.
Pero la innovación no siempre sale bien. En 2016, Francia inauguró la primera carretera en el mundo que integraba en el suelo los paneles solares. Cinco millones de euros de inversión para lograr el primer kilómetro de pavimento hecho con placas fotovoltaicas. La idea era aprovechar un espacio sin valor ecológico para suministrar energía al pueblo más cercano, que se destinaría al alumbrado público y a las casas. Pero en Tourouvre-au-Perche, en Orne, Normandía, los vecinos apenas vieron alguno de estos beneficios. La carretera nunca llegó a dar más electricidad de la que consumen tres casas. El año pasado, el consejo municipal de Tourouvre optó por desmantelar la carretera. Los vecinos estaban hartos de las constantes obras, la contaminación acústica, la degradación de los paneles y el hundimiento de la calzada.

«La idea es buena. Apostar ahora por ello y forrar todas las carreteras no tiene sentido, pero hay que apostar por la innovación», dice Vela. De momento, eso sí, tiene más sentido limitarlo a carriles-bici, como ya está haciendo Wattway Colas, la empresa que fracasó en la carretera francesa: ahora se dedican a las vías ciclistas con instalaciones en varias ciudades de Francia y de Países Bajos. La energía generada se utiliza para recargar las bicis.
Paneles transparentes
«Para que la fotovoltaica haga un papel importante vamos a necesitar construcciones muy muy grandes. Por eso es un desperdicio enorme no usar la infraestructura que ya existe», dice el investigador del Instituto de Ciencia de Materiales de Barcelona (ICMAB-CSIC), Mariano Campoy. No solo se trata de carreteras o edificios, ya sea en tejados o incluso en ventanas. Dentro del proyecto Synatra, él trabaja para encontrar materiales que permitan crear una nueva generación de paneles fotovoltaicos que sean transparentes y flexibles para colocarlos en el techo de los invernaderos. Quiere generar electricidad y, a la vez, dejar pasar la luz para que las plantas puedan crecer, algo que los paneles tradicionales son incapaces de lograr.
El potencial de esta idea no solo le ha valido una mención en el informe de Sener sobre infraestructuras prioritarias, sino que ya ha atraído a una start-up, Solaris Vita. En España existen 33.000 hectáreas de campos de invernaderos, 26.000 en Almería. Si se implantaran los paneles en esta superficie, los cálculos, aún aproximativos, indican que se podría generar el equivalente al consumo eléctrico de toda Andalucía. «Pero hay que demostrarlo», dice Campoy, que reconoce que una vez que elaboren un estudio en detalle la cifra seguramente baje, ya que hay factores, como la sombra que puedan darse unos invernaderos a otros, que hay que incluir.
Los investigadores han probado ya 40 materiales diferentes para medir tanto la eficiencia fotovoltaica como el crecimiento de las plantas. «En algunos casos crecen bien y en otros crecen fatal», bromea Campoy. Las plantas necesitan luz azul y roja, mientras que los paneles absorben el espectro infrarrojo y ultravioleta. «A las plantas les damos la parte del sol que necesitan y para generar electricidad, usamos el resto». Han encontrado un material que les da rendimientos de más del 10% y un grado de transparencia del 60-70%, lo que es una gran noticia. Hoy los módulos opacos están en rendimientos del 20%. «Podríamos aumentar eficiencia quitando luz, pero tiene que haber un equilibrio», explica el investigador.
Ahora en Synatra se disponen a hacer la prueba de concepto, una plantación de 10 m2 de frutales en Lérida para demostrar que funciona y que, además, respeta la prioridad del agricultor: mantener la productividad. «Hacer fotovoltaica que se pueda adaptar a las diferentes infraestructuras hará que sea más fácil que esta tenga un papel creciente en España», opina Campoy. Es, además, la solución para evitar un conflicto futuro entre empresas energéticas y agrarias.
Paneles flotantes en el mar
En la misma línea se mueve la instalación de paneles flotantes en agua. Desde 2020 España cuenta con un proyecto piloto en un embalse de Extremadura, en Sierra Brava, con 3.000 módulos que ocupan el 0,07% del embalse y suministran el equivalente a la demanda de mil hogares. En 2022 el Gobierno abrió la veda general a estos proyectos. Sus ventajas no son desdeñables: se evitan expropiaciones, es una «alternativa competitiva», no requiere obras de urbanismo y, además, España tiene el mayor número de embalses de toda Europa, 1.225, destacó el presidente de Seopan, Julián Núñez.
Ahora esta rama trabaja para extender los paneles solares al mar, donde el espacio disponible se multiplica. Pero «presentan varias desventajas: exposición al oleaje, cargas de viento, salinidad y especies acuáticas», reconocen fuentes de Acciona, que participan en el proyecto europeo Surewave para intentar resolver estos problemas. Han desarrollado un rompeolas que protegerá los paneles solares del oleaje. Están a la espera de validar el prototipo de hormigón flotante en el puerto de Gijón, en especial en lo que atañe a la corrosión de las armaduras y al crecimiento de la vida marina.
«Tenemos que mirar a medio y largo plazo», asegura Vela, que vaticina que será necesario un «esfuerzo en innovación» para solventar el reto energético. Porque la solución no será única, sino de conjunto.
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